Por Consuelo Doddoli, Ciencia UNAM-DGDC
La tradición cristiana cuenta que los Reyes Magos, en su viaje desde Oriente, siguieron una estrella que había de indicarles el lugar en donde nació Jesús; se le conoce como Estrella de Belén. Sin embargo, más allá de esa referencia, no se tiene información sobre este fenómeno.
Años después, en 1305, el italiano Giotto pintó “La adoración de los tres reyes magos” en la que aparece la Estrella de Belén con una larga cola brillante. Varios expertos creen que el pintor se inspiró en el cometa Halley, que se había visto en Italia unos años antes.
En ese tiempo los cometas eran relacionados con desastres, guerras y enfermedades, también se les consideraba una señal de cambio, por ejemplo, la llegada al trono de un nuevo rey. Por lo que no es descabellado que Giotto eligiera un cometa, especialmente uno que le era familiar.
Sin embargo, en ese momento nadie sabía que lo que habían visto era el cometa Halley. La gente no tenía idea de lo que era un cometa y que estos cuerpos orbitan alrededor del Sol, y que algunos de ellos reaparecen después de un determinado tiempo.
Los primeros intentos por estudiar y explicar a los cometas aparecen en la cultura griega. Aristóteles (384-322 a. C) creía que la Tierra era redonda, que se encontraba en el centro del Universo y que estaba rodeada por una serie de esferas cristalinas.
Dentro de cada una de estas esferas se encontraba el Sol, la Luna, los planetas (solo se conocía a Mercurio, Venus, Tierra, Júpiter y Saturno) y todas las estrellas fijas girando alrededor de nuestro planeta. La Tierra se encuentra situada debajo de la esfera de la Luna y está formada por la tierra, el agua, el aire y el fuego, asegura el doctor Marco Arturo Moreno Corral del Instituto de Astronomía de la UNAM campus Ensenada, Baja California durante su conferencia “Acerca de los cometas. Una historia sobre avances de la ciencia”.
En el universo sublunar cada elemento tiene un lugar natural. El del elemento tierra es una esfera cuyo centro coincide con el centro del Universo y, por lo tanto, con el de la Tierra. En torno a esta esfera se encuentra el lugar que le corresponde al agua. Sobre el agua se sitúa el lugar natural destinado al aire y sobre éste el sitio reservado al fuego. Todos los espacios naturales de estos elementos están separados por una superficie esférica.
Aristóteles pensaba que los cometas se originaban en la parte superior de la atmósfera terrestre, y que por la fricción entre las esferas del aire y del fuego se despedían gases que al ponerse en contacto se incendiaban, asegura el investigador.
Mitos alrededor de los cometas
La idea de que los cometas eran símbolo de malos presagios y de desgracias empezó a cambiar lentamente durante el Renacimiento cuando algunas personas empezaron a estudiar a estos cuerpos celestes desde otra perspectiva.
Paolo dal Pozzo Toscanelli (1397-1482), pensador italiano muy importante en su época, realizó las primeras observaciones de cometas, describió sus órbitas, trató de medir su distancia y sus tamaños, señala el especialista.
Por su parte, el pensador alemán Petrus Apiano (1495-1552) fue un gran observador del cielo y constructor de varios instrumentos astronómicos —en esa época aún no existía el telescopio—. Al estudiar los cometas se dio cuenta que durante su órbita las colas de estos astros apuntan en sentido opuesto al Sol. Esta observación fue muy importante y permitió empezar a entender qué son los cometas.
Tycho Brahe (1546-1601) fue un astrónomo danés, considerado el mejor observador del cielo antes de la invención del telescopio. En 1577 siguió, durante por lo menos cinco meses, el paso de un cometa muy grande y brillante.
Tycho midió su trayectoria con mucha precisión. Esto permitió entender que los cometas eran objetos celestes ubicados más allá de la Luna, lo que contradecía la creencia común de la época de que eran fenómenos atmosféricos.
Como consecuencia de sus descubrimientos está el abandono de la creencia en las esferas de cristal. Además, proporcionó pruebas para la validez del modelo heliocéntrico del Sistema Solar —la Tierra y los planetas se mueven alrededor del Sol— propuesto por Nicolas Copérnico en 1543 en su libro De Revolutionibus Orbium Coelestium.
En noviembre y diciembre de 1680, y en enero y febrero del siguiente año se observó en todo el mundo un cometa muy brillante. En la Nueva España (hoy México) aún prevalecía la idea de que los cometas eran símbolo de desgracia.
Sin embargo, el jesuita Eusebio Francisco Kino (1645-1711), después de haber realizado algunas observaciones del enorme cometa desde estas latitudes, escribió uno de los primeros tratados científicos editados en América Exposición astronómica del cometa, que contenía un registro muy exacto de la trayectoria de este astro, aunque mezclaba observaciones astronómicas con ideas astrológicas.
También Carlos Sigüenza y Góngora (1645-1700), basado en las observaciones del cometa de 1680, redactó su libro Manifiesto filosófico contra los cometas, donde criticaba las ideas astrológicas y las supersticiones asociadas a ellos. En él aparecen las observaciones que realizó y los instrumentos que utilizó para estas mediciones, así como los conceptos matemáticos que aplicó para hacer los cálculos sobre la distancia entre la Tierra y el cometa.
Al separar la superstición de los hechos observables, Sigüenza separó la astrología de la astronomía, hecho que probablemente convirtió a su obra en la primera publicación científica mexicana con carácter moderno, relata el doctor Moreno Corral.
El enorme brillo del cometa de 1680, que se observó a través de un telescopio y generó una gran cantidad de publicaciones, lo convirtieron en el más famoso de los últimos cuatro siglos.
El científico inglés Isaac Newton (1642-1727) también observó este astro y con los datos que obtuvo comprobó la veracidad de la tercera ley de Kepler y demostró las causas que ocasionan el movimiento, no sólo de los cometas, sino el de todos los cuerpos celestes (ley de la gravitación universal), resultados que publicó en su obra más famosa Philosophiae Naturalis Principia Mathematica y que le permitió determinar que la órbita que seguían los cometa era elíptica.
Edmund Halley (1656-1742), gran amigo de Newton, observó el paso de este cometa y utilizó las leyes de movimiento del científico inglés para calcular su órbita. En su libro Synopsis of the Astronomy of Comets afirmó que este astro era el mismo que se había visto en 1531 y 1607, además, predijo que era un cometa periódico, que volvía a la Tierra cada 76 años, por ello volvería a pasar en 1758. En su honor se bautizó a este astro con el nombre de Halley.
¿Qué son los cometas?
«A lo largo de los años, los científicos hemos aprendido mucho de los cometas», asegura el investigador.
Se trata de cuerpos sólidos, formados por un núcleo de roca y hielo. Provienen principalmente de dos regiones del Sistema Solar: el Cinturón de Kuiper y la Nube de Oort, el primero está más allá de la órbita de Neptuno, entre los cuerpos que habitan esa zona están Plutón y el cometa Halley. La segunda región envuelve a nuestro Sistema Solar como una cáscara.
Los cometas giran alrededor del Sol en una órbita elíptica, a medida que se acercan a nuestra estrella, la temperatura aumenta y el hielo se convierte en gas y forma una capa que envuelve al núcleo, a ésta se le conoce con el nombre de coma.
Cuando el cometa se acerca aún más al Sol, el viento solar —flujo de partículas con carga eléctrica que se desprenden del Sol— empuja la coma y se genera la cola característica de estos cuerpos, explica Marco Moreno.
Los cometas son restos que quedaron cuando se formó del Sistema Solar, hace alrededor 4600 millones de años. En 1986, una sonda espacial europea voló a 600 km de la superficie del núcleo del cometa Halley, lo fotografió y examinó su superficie y su cola. Esta sonda fue llamada Giotto en honor del artista que hizo el primer dibujo realista occidental de un cometa a manera de representación de la Estrella de Belén, la cual permanece como una de las figuras de mayor tradición en las celebraciones de la Navidad.
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