Estas y otras afirmaciones se desprenden del Primer Diagnóstico Marino-Costero de Brasil sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, presentado a finales de noviembre.
Elaborado por la Plataforma Brasileña de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (BPBES) y la Cátedra UNESCO de Sostenibilidad de los Océanos, con la participación de la sociedad civil, el documento ofrece un panorama completo de la biodiversidad marino-costera brasileña y sus servicios ecosistémicos.
Con el diagnóstico, los investigadores pretenden organizar la información que será dirigida a los tomadores de decisiones, de modo que los aspectos relacionados con el océano —aún invisibles— sean considerados y convertidos en políticas públicas.
En el documento, los investigadores señalan cómo la economía y el bienestar del país dependen directa o indirectamente de los 5.700 km² de su costa marina y de los beneficios que proporciona, entre ellos la seguridad energética.
“No estamos hablando de extraer petróleo y gas del fondo del mar, sino de una matriz energética renovable”, dijo a SciDev.Net el biólogo Alexander Turra, profesor del Instituto Oceanográfico de la Universidad de São Paulo (USP) y uno de los coordinadores del Resumen para tomadores de decisiones del diagnóstico.
Además de la energía eólica y solar en el mar, el potencial de generación de energía del océano también incluye la producida por las olas y las mareas, que aún es poco utilizada en el país.
“Si degradamos el océano invirtiendo en proyectos de extracción de petróleo y minerales, estaremos comprometiendo los beneficios que puede aportar”, adviertió Turra.
El experto subraya que es necesario comprender las conexiones, como la que existe entre el océano y el clima y la lucha contra el hambre. “Para 2050, podremos producir seis veces más alimentos de forma sostenible a partir del océano”, afirma.
En general, la economía de la zona marino-costera brasileña se estima en 200 mil millones de dólares, lo que representa casi 20% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional.
No obstante, según los autores de la encuesta, la cifra está subestimada porque los cálculos económicos ignoran el servicio de regulación de las lluvias, lo que hace que el mar sea esencial para varios sectores, entre ellos la agroindustria, responsable de 24 por ciento (530 mil millones de dólares) del PIB del país.
Los cambios climáticos, consecuencia directa de las variaciones en las temperaturas marinas, pueden afectar la producción agrícola. Además, el transporte marítimo es responsable de más del 95% del flujo de productos básicos como la soja.
El 20 por ciento del océano está relacionado principalmente con la exploración minera y el turismo, actividad que representa 8,1% del PIB nacional, pero que está amenazada. “El turismo en Brasil se centra en el sol y la playa, pero 40% de las playas brasileñas está en proceso de erosión, reduciendo la cantidad de arena”, informa Turra.
Según el estudio, si en los cálculos económicos no se consideran los beneficios del océano, tampoco se consideran los impactos ambientales y sociales, como la pérdida de biodiversidad y de ecosistemas, la reducción de hábitats —como dunas, playas y manglares, responsables del 70% de las poblaciones de peces en Brasil—, la contaminación de los organismos marinos, la sobreexplotación de los recursos, el aumento del hambre y la pobreza entre quienes obtienen su subsistencia del mar, y el cambio climático, que provoca eventos extremos, como los ya observados en el sur del país.
Como regulador del clima, el océano absorbe gran parte del dióxido de carbono emitido a la atmósfera. Como resultado, el exceso de CO2 que provoca el efecto invernadero no se concentra en la atmósfera.
Para la ecóloga Anna Stewart Ibarra, directora ejecutiva del Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI), organización intergubernamental con sede en Uruguay, el documento trae un aporte importante no sólo a América Latina, sino al mundo.
“Solo hay un cuerpo de agua. Por lo tanto, lo que está sucediendo en la zona marina brasileña tiene impactos globales”, dice a SciDev.Net. “Los países del Caribe, por ejemplo, dependen del mar para el turismo”.
Para Stewart, que no participó en el estudio, el océano puede ser una unidad para un diálogo global. Según ella, existe una tendencia constante a desarrollar una agenda para apoyar las acciones gubernamentales, y los coordinadores del documento deberían aprovechar el momento para presentar los datos en foros globales.
Uno de ellos es la Conferencia de la ONU sobre los Océanos o la 30ª Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP-30), que tendrán lugar, respectivamente, en junio y noviembre de 2025, en Niza (Francia) y Belém (Brasil).
El biólogo Luiz Drude, miembro de la Academia Brasileña de Ciencias (ABC) y profesor de la Universidad Federal de Ceará (UFC), que tampoco participó en el estudio, coincide con los autores de la encuesta sobre la falta de leyes y políticas regulatorias para el mar.
El investigador dijo a SciDev.Net que el país no cuenta con estadísticas de pesca desde 2011, y recuerda que las exportaciones de pescado a la Comunidad Europea están suspendidas desde 2018 debido a la contaminación. Esto representa una pérdida anual de 40 millones de dólares para la economía.
Para Drude, el trabajo publicado por la Cátedra UNESCO es fundamental para aumentar el conocimiento sobre el océano, en relación, por ejemplo, con las especies contaminadas.
“La capacidad de observación del océano en Brasil es baja, mucho menor que la de los países del Atlántico Norte. El Atlántico Sur sigue siendo un gran desconocido”, afirma.
Según el experto, es necesario un mayor seguimiento de la zona marina brasileña, utilizando un sistema de boyas —como el que ya existe en la costa— y barcos oceanográficos, tipo de buque preparado para realizar investigaciones y estudios en aguas costeras y marinas.
“¿Cómo proteger algo que no sabes cómo funciona, con un nivel de conocimiento bajo?”, cuestionó el investigador.
Por: Washington Castilhosen SciDev.Net América Latina y el Caribe.
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