Por: Carlos Iván Moreno (México).

Hace ya seis meses que el Instituto para el Futuro de la Vida pidió “pausar” el desarrollo de Inteligencia Artificial Generativa (IAG), por sus riesgos para la sociedad y la humanidad. La tregua solicitada era, precisamente, durante el semestre que recién termina.

Irónicamente, en estos 180 días la IAG ha avanzado más que en las últimas dos décadas. El ChatGPT-4, recién salido del horno, ahora tiene capacidades para ver y escuchar; ya no está limitado a las bases de datos disponibles hasta el 2021, sino que “surfea” toda la información de Internet en tiempo real.

Midjourney ahora produce imágenes hiperrealistas a partir de texto. La nueva aplicación Synthesia genera videos y audios deepfake en segundos (la veremos en acción electoral de aquí al 2024). Google lanzó Bard, su propio chat de IAG y el primero en alimentar al algoritmo con información personal en tiempo real.

Numerosos plugins para Chrome o Edge usan ya IAG en cualquier campo de texto, sea para escribir posts de redes sociales, contestar correos, analizar papers académicos o leer archivos y bases de datos. Todos los días surge algo nuevo.

No habrá pausa alguna; el mercado de la IA es demasiado atractivo. Bloomberg, reconocida empresa de servicios de información financiera, estima que el valor de mercado generado por la AI generativa podría alcanzar 1.3 billones de dólares en los próximos 10 años. Tan sólo en el sector educativo su valor es de 2.5 mil millones de dólares actualmente. En 2032 se estima que alcance los 54 mil millones (Business Solution, 2023).

Actualmente, 43% de estudiantes universitarios en los Estados Unidos y 67% en Reino Unido usan IAG para hacer ensayos (muchos más probablemente también lo utilizan, pero no lo reportan). Asimismo, nueve de cada 10 estudiantes consideran que el uso del ChatGPT para tareas escolares es mejor que una tutoría tradicional. La IA mejora el rendimiento escolar un 30% y reduce la ansiedad de los estudiantes relacionada con las entregas un 20%. 

Incluso los profesores que lo utilizan reducen en un 70% el tiempo invertido en el diseño de una asignatura o en la corrección de trabajos, logrando así dedicar más tiempo a la instrucción directa o a los procesos creativos del proceso de enseñanza-aprendizaje.

La Inteligencia Artificial Generativa es la tecnología más disruptiva en educación y su impacto apenas comienza. Sin embargo, una encuesta global de la UNESCO, realizada durante mayo de 2023 a más de 450 escuelas y universidades, encontró que apenas 10% había desarrollado políticas institucionales y/u orientación formal sobre su uso.

No hay marcha atrás, la utilización adecuada y ética de la IAG en la universidad puede potenciar el éxito estudiantil y docente. Como lo afirma Sobhi Tawil, director para el futuro del aprendizaje de la UNESCO: “No podemos simplemente ignorar las implicaciones a corto y mediano plazo de estas tecnologías para la seguridad, la diversidad del conocimiento, la equidad y la inclusión”. Es en el interés de todos abatir la nueva brecha digital que se avecina entre los que tendrán acceso o no a las IAG.

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Car­los Iván Mo­reno (Mé­xi­co):

Es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.