El desequilibrio en el financiamiento mundial en investigación y desarrollo sigue fluyendo del Norte global al Sur global, creando estancamiento en salud y educación, y aumentando la pobreza en países con menos recursos, según un informe y un reciente debate impulsado por la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Esto está afectando las metas para 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) propuestos por ese organismo y suscriptos por unos 200 países. Más del 50 por ciento de esas metas registraron avances débiles o insuficientes, y el 30 por ciento se estancaron o invirtieron.
En el marco del 78º periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU realizada en Nueva York, a finales de septiembre, la preocupación fue recogida por un panel de expertos que señaló que para generar un cambio radical será necesario modificar la estructura financiera internacional que aumente el volumen de actividades científicas concebidas e implementadas en países de bajos y medianos ingresos.
Un informe de la ONU abordado en ese evento, “Tiempos de crisis, tiempos de cambio. Ciencia para acelerar las transformaciones hacia el desarrollo sostenible”, señala que 40 por ciento de los países en desarrollo padecen graves problemas de endeudamiento, con costos hasta ocho veces superiores a los de países desarrollados.
La mitad de ellos dedica más del 1,5 por ciento del PIB y el 6,9 por ciento de los ingresos públicos al pago de intereses, con un fuerte aumento en la última década. Cerca de 3.300 millones de personas viven en países que gastan más en el servicio de la deuda que en salud o educación, expresa ese informe.
Según el panel “Diálogo de alto nivel sobre financiación para el desarrollo”, la calidad y la aplicabilidad de las investigaciones realizadas en instituciones de América Latina y el Caribe debe ser objeto de un reconocimiento más amplio.
“Cuando los investigadores del Norte global producen investigación se entiende como si fuera universal, mientras que cuando la investigación se hace en el Sur global, entonces solo es local y aplicable a esos entornos”, dijo Andrea Ordóñez Llanos, directora ejecutiva de Southern Voice, una red de think tanks en el Sur global.
Pablo Kreimer, director del Centro de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Maimónides, en Buenos Aires, señala que ello se debe a que la mayor parte de las agendas se definen según los intereses de las agencias de financiamiento globales o localizadas en países más desarrollados.
Agrega que los actores capaces de utilizar el conocimiento desde el punto de vista productivo (empresas y estados, entre otros) son más fuertes y activos en los países hegemónicos, mientras que en el Sur global se producen a menudo conocimientos que no responden a las necesidades locales, o bien, cuando están enfocados a cuestiones estratégicas, esos desarrollos son ignorados.
Para el especialista, la capacidad de generar financiamientos sustentables a lo largo plazo está desigualmente distribuida y los consorcios de cooperación internacional parten de esas asimetrías, sin estimulan la conformación de un tejido de actores (empresas, organismos públicos) capaces de industrializar los conocimientos científicos en países periféricos.
“Los inconvenientes se plantean tanto en la conformación de agendas de I+D como en los mecanismos de uso o industrialización de los conocimientos. Así, los conocimientos producidos en países periféricos parecen ser ‘más específicos’ no tanto por su naturaleza, sino por el contexto en el que pueden ser apropiados”, dice Kreimer a SciDev.Net.
Darío Codner, especialista en estrategias de innovación y tecnología e integrante de la Universidad Nacional de Quilmes, en Buenos Aires, coincide en que el conocimiento científico desarrollado por países de la región fluye de manera asimétrica hacia los países centrales debido a un entramado productivo capaz de absorber o apropiarse de los resultados.
“Por otra parte, el financiamiento científico de la región difiere tanto en volumen como en integración respecto de los países centrales, con muy baja participación del sector privado. Con escasos recursos es habitual que a la hora de financiar se privilegien las investigaciones orientadas a resultados que sean pertinentes localmente”, agrega.
Desde otra perspectiva, Fernando Peirano, presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Argentina, dice a SciDev.Net que aún con bajos presupuestos, los científicos argentinos están contribuyendo al acervo universal de conocimiento, colocándose a la par de los países más desarrollados, según el ranking Scimago.
Afirma que el desarrollo de capacidades en el Sur debe combinarse con proyectos y agendas comprometidas con los problemas propios de sociedades que presentan fuertes desigualdades, escasez de recursos públicos y privados y debilidades institucionales.
“Resulta imprescindible combinar ambas dimensiones, excelencia y pertinencia, brindar desde el Estado apoyo y orientación para avanzar en ambos frentes”, destaca.
Como ejemplo de esta combinación, cita el proyecto de desarrollo de una vacuna contra la COVID-19 diseñada y producida en Argentina mediante una tecnología que califica de “conveniente”.
“No se trata de las más avanzadas, como en RNA mensajero, sino de una plataforma madura que aprovecha proteínas recombinantes y ofrece una respuesta estable, segura y eficaz, con ventajas en cuanto a costo, conservación y aplicación”.
Peirano afirma que esa iniciativa otorga al país soberanía sanitaria y le permite contribuir con otros países en desarrollo, en especial de América Latina, en cuanto al acceso a esta vacuna que aún hoy sigue siendo esencial.
Por: Claudia Mazzeo
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