Iberoamérica.

Pérdida generalizada de su hábitat adecuado y una redistribución del actual, ese es el futuro que les espera a las especies de peces marinas depredadoras en el Océano Atlántico Noroccidental y el Golfo de México de aquí a 2100 debido al calentamiento global.

Un estudio, publicado en la revista Science Advances, realizó un seguimiento de doce de ellas en estas regiones oceánicas, unas zonas del planeta donde más se está calentando de forma acelerada y que, según los modelos climáticos, se prevé que aumenten entre 1 °C y 6 °C para finales de siglo.

Este impacto en los ecosistemas marinos hará que algunos de estos peces pierdan hasta el 70 % de su hábitat adecuado para 2100 y, en la mayoría de los casos, los efectos de estos cambios inducidos por el clima ya son observables.

“Los efectos actuales y previstos del cambio climático ponen de relieve la necesidad urgente de gestionar de forma adaptativa y proactiva los ecosistemas marinos dinámicos«, advierten en el trabajo.

El estudio, dirigido por Camrin Braun, científico y ecólogo marino de la Institución Oceanográfica de Woods Hole (WHOI, por sus siglas en inglés), identificó zonas frente a las costas del sudeste de EE.UU y del Atlántico como puntos críticos previstos de pérdida de hábitats. Los investigadores estudiaron las repercusiones en tres especies de tiburones (tintorera, marrajo sardinero y marrajo dientuso), cinco de atunes (atún blanco, atún patudo, atún rojo, bonito y de aleta amarilla) y cuatro de peces de pico (pez vela, aguja azul, marlín blanco y pez espada).

Aunque el modelo de los científicos no recoge la posible adaptabilidad o tolerancia térmica de las especies, los resultados «sugieren una pérdida de hábitat predominante y generalizada para casi todas [las especies altamente migratorias] estudiadas«, recalcan.

«Se espera que el cambio climático modifique radicalmente la situación de estas especies y su modo de vida. Aunque no conocemos todos los detalles, este estudio es un buen paso para intentar determinar cuáles podrían ser esos cambios, de modo que podamos hacer algo al respecto», afirma Braun.

Imágenes por satélite y datos empíricos

Los científicos utilizaron tres décadas de datos de satélites, modelos oceanográficos y datos biológicos in situ para desarrollar modelos dinámicos de distribución de especies con el fin de evaluar cómo el cambio climático ya ha afectado y seguirá afectando a las especies de peces de estas regiones.

«Nuestra investigación demuestra que los cambios provocados por el clima se están produciendo ahora. Nos basamos en datos empíricos observados en las dos últimas décadas. De modo que, aunque nuestros resultados apuntan a cambios más importantes de las especies a corto plazo, también aclaran los cambios sustanciales en la distribución de las especies que ya se han producido», afirma Rebecca Lewison, coautora del estudio.

Lewison es catedrática de biología y ecóloga conservacionista del Instituto Marino y Costero de la Universidad Estatal de San Diego (EE UU). Según la científica, los resultados de la investigación «ponen de relieve la importancia de utilizar los datos de la NASA y de otros satélites para comprender cómo un océano cambiante está afectando a especies marinas de importancia comercial como el pez espada y el atún».

Para Tobey Curtis, coautor del estudio y especialista en gestión pesquera de la División de Gestión de Especies Altamente Migratorias del Atlántico de la NOAA Fisheries: “Los esfuerzos de conservación y gestión marina deben planificar estos cambios en curso. Si los peces migratorios están en movimiento, los buques pesqueros y las comunidades costeras también tendrán que adaptarse. Estudios como éste ayudarán a las agencias de recursos marinos a ser aún más dinámicas en su toma de decisiones».

Preocupación para las pesquerías

Los cambios en el hábitat y la distribución de estas especies suscitan cada vez mayor preocupación por parte las pesquerías asociadas y las repercusiones socioeconómicas asociadas al cambio climático, según el artículo.

Braun apunta que la motivación de esta investigación no es solo consiste en comprender mejor los peces y los ecosistemas marinos, sino también entender cómo los cambios afectan a las personas, sus medios de subsistencia, a las comunidades costeras y la pesca comercial.

«Estamos haciendo todo lo posible por averiguar qué ocurrirá, para que la gente pueda adaptarse y para que podamos desarrollar políticas de gestión resistentes al clima o preparadas para el clima», subraya.

Según Curtis, los métodos históricos de gestión de la pesca son estáticos, a pesar de que los peces se mueven mucho. «Básicamente dibujamos un recuadro en el océano y decimos si se puede o no pescar allí», explicó. Los marcos de gestión dinámica de los océanos «deben incorporar los cambios previstos. De lo contrario, nos quedamos con una caja estática en el océano que no se mueve, aunque los peces se hayan movido y el océano haya cambiado», concluye.