Por: Carlos Iván Moreno (México).

Lo advertía desde 2006 el Nobel de Economía, Gary Becker: “una razón legítima para la oposición al capitalismo en América Latina es que con frecuencia ha sido un ‘capitalismo de compadres’ (crony capitalism), en lugar del capitalismo competitivo que produce resultados sociales más deseables” (ver: cutt.ly/EwwDyjTn).

En este compadrazgo, tan familiar para México, las empresas con estrechas conexiones con el gobierno obtienen poder económico, no mediante la innovación o el emprendimiento sino a través de palancas para obtener posiciones favorables y protección; crea monopolios privados que perjudican a ciudadanos y consumidores por igual.

Desde 2014, la revista The Economist  publica su Crony-Capitalism Index con el fin de evaluar en qué medida la clase empresarial es favorecida por sus respectivos gobiernos. En ese año, México ocupaba la séptima posición a nivel global en cuanto a billonarios y plutócratas bien conectados al poder; Brasil ocupaba el lugar número 13° (ver: cutt.ly/twriZqia). Casi 10 años después, en 2023, Brasil había descendido hasta el puesto 23°, mientras México escaló dos posiciones hasta llegar al Top 5 del ranking (ver: cutt.ly/6wri1GX0). En este capitalismo mexicano de compadres unos pocos empresarios oligarcas, viejos y nuevos compadres del régimen, acaparan casi 9% de la riqueza nacional.

Mientras tanto, en el país hay 3.8 millones más de pobres respecto a 2018 (Coneval) y de acuerdo con Oxfam (2023) “la fortuna de los súper-ricos aumentó en 645 mil millones (33%) durante la pandemia; 117 veces el crecimiento de la economía nacional en el mismo periodo y sin pagar ni un peso más por esas ganancias” (ver: cutt.ly/xwropiWW).

Actualmente, los súper ricos mexicanos son los más ricos de América Latina. Sólo Carlos Slim, el hombre más rico de México, concentra más riqueza que la mitad de la población (alrededor de 65 millones de personas). Durante la pandemia, en promedio, obtuvo ganancias de 25 millones de dólares al día, ¡un millón cada hora! (Oxfam).

A ello se suma el hecho de que México tiene una de las recaudaciones más bajas del planeta; apenas 17% del PIB, en contraste, Dinamarca recauda 47% del PIB, España 38%, Portugal 36%, Chile 22% y Colombia 19.5% (ver: cutt.ly/DwrovbhD). Sin embargo, a nuestros billonarios no se les toca ni con el pétalo de una reforma fiscal.

El presidente López Obrador llegó al poder producto del hartazgo social contra la corrupción y la desigualdad. Sin embargo, a cinco años del gobierno de la “Cuarta Transformación” poco ha cambiado: a los compadres del régimen se les castiga y amaga para después, cuando se portan bien, recompensarles con nuevas concesiones.

Un ejemplo reciente es el caso de Germán Larrea, propietario de Grupo México y considerado el segundo hombre más rico del país. Este magnate empresarial negoció con el Gobierno Federal la devolución de un tramo ferroviario bajo su concesión, a cambio de una extensión de ocho años en la concesión de otra vía operada por su compañía (ver: cutt.ly/swrxYNuU). La casa no pierde.

El propio Becker ya lo vaticinaba: “cuando las izquierdas [en América Latina] llegan al poder, por lo general no reducen la importancia de la influencia política en los negocios, sino que trasladan el poder a grupos que los apoyan”.

Gobiernos van y vienen, los compadres siguen ampliando su riqueza. Sin mayor justicia redistributiva no habrá desarrollo ni paz social.

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Car­los Iván Mo­reno es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.