Por: Car­los Iván Mo­reno (Mé­xi­co).

El 22 de marzo, el Instituto para el Futuro de la Vida publicó una polémica carta que pide “frenar” por seis meses los desarrollos en Inteligencia Artificial Generativa (IAG) (como ChatGPT), debido a “los profundos riesgos que implica para la sociedad y para la humanidad” (ver: cutt.ly/U7YmKJx). De acuerdo con este organismo, los algoritmos de IA “deben desarrollarse solo una vez que estemos seguros de que sus efectos serán positivos y sus riesgos serán manejables”.

Más allá de lo ingenuo e inviable de la petición (suerte convenciendo a China de esta pausa), el mensaje es fundamental: los desarrollos tecnológicos en IA avanzan mucho más rápido que la capacidad de las sociedades para entenderlos y de los gobiernos para regularlos. Las universidades tienen mucho que ver con esta peligrosa brecha.

En aras de la empleabilidad y la competitividad, las universidades hemos dejado al humanismo en segundo plano, como algo prescindible y anticuado. Las humanidades y las artes están en “terapia intensiva” afirma James Engell, historiador de la Universidad de Harvard. Tiene razón. Las estadísticas son reveladoras.

De 2011 a 2021, el número de grados académicos otorgados en Ciencias Computacionales en Estados Unidos creció 120%, mientras que en Humanidades, Historia y Literatura se redujeron 34%. La disminución en graduados de Filosofía fue de 20% y de Sociología de casi 10%. Hoy en día se otorgan más grados en Ciencias Computacionales que en todas las Humanidades, ¡combinadas! (ver: cutt.ly/n7YYgjb).

No obstante, cada vez hay más evidencia de la importancia de las ciencias sociales para el desarrollo profesional de las personas y para la creación de mejores sociedades. Un estudio realizado por el gigante tecnológico, Google, identificó que las habilidades más importantes para el éxito profesional de sus empleados son: pensamiento crítico, habilidades de comunicación, empatía y trabajo en equipo, o ser capaz de hacer conexiones a través de ideas complejas- (ver: cutt.ly/M74dxjU).

La pospandemia debe representar el renacimiento del humanismo en las universidades; la sociedad lo exige. No es casual que en la plataforma Coursera, por ejemplo, el curso con más estudiantes de todo el mundo es Well-being (conocido como “felicidad” e impartido en Yale), ¡con cuatro millones y medio de alumnas y alumnos registrados! El curso sobre “justicia” (Justice, impartido en Harvard por el filósofo Michael Sandel) también tiene millones de estudiantes en la plataforma edX.

En el MIT, por ejemplo, bajo el premisa de formar profesionistas y seres humanos integrales, el 100% de los estudiantes de licenciatura, sin importar que carrera se encuentren cursando, tiene que tomar clases de manera obligatoria, tanto en artes, como en humanidades (ver: cutt.ly/F74dQYi). Los programas a los que asisten los estudiantes incluyen clases de historia, idiomas, literatura, música, filosofía, teatro, y lingüística, entre otros.

Las ciencias duras impulsan el desarrollo tecnológico, importante sin duda, pero, como lo advierte Delphine Grouès, Decano del Instituto de Habilidades e Innovación del Sciences Po, es a través de las humanidades como nos hacemos mejores personas y nos orientamos hacia la búsqueda y defensa de valores como la equidad y la justicia (ver: cutt.ly/k74dYrf).

Más que poner pausa a los desarrollos sobre IA, debemos fortalecer la misión humanista de las universidades, volviendo al pensamiento crítico y a las preguntas centrales sobre lo humano y el buen vivir.

Lo decía Steven Weinberg, Nobel de Física, “la ciencia descubre muchas cosas, pero nada en ella puede decirnos lo que es valioso”. Aquello que es valioso debe ser reflexionado en las aulas, no preguntado al ChatGPT.

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Car­los Iván Mo­reno es Li­cen­cia­do en Fi­nan­zas por la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra (UdeG), Maes­tro en Ad­mi­nis­tra­ción Pú­bli­ca por la Uni­ver­si­dad de Nue­vo Mé­xi­co y Doc­tor en Po­lí­ti­cas Pú­bli­cas por la Uni­ver­si­dad de Illi­nois-Chi­ca­go. Reali­zó es­tan­cias doc­to­ra­les en la Uni­ver­si­dad de Chi­ca­go (Ha­rris School of Pu­blic Po­licy) y en la North­wes­tern Uni­ver­sity (Ke­llog School of Ma­na­ge­ment). Ac­tual­men­te se desem­pe­ña como Coor­di­na­dor Ge­ne­ral Aca­dé­mi­co y de In­no­va­ción de la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra.