Por: Carlos Iván Moreno (México).
La COVID-19 no será la última pandemia a la que deba enfrentarse la humanidad. De hecho, las enfermedades infecciosas seguirán siendo uno de los mayores peligros que nos acechen en el futuro. Para responder a estas amenazas, las mejores armas en nuestro arsenal son la ciencia y la tecnología, afirma la CEPAL.
La ciencia y la capacidad tecnológica fueron factores cruciales para enfrentar la pandemia por COVID-19, y lo serán aún más para responder a las próximas pandemias y otros graves desafíos que vendrán en el futuro, como la robotización de puestos de trabajo, el auge de la Inteligencia Artificial y el Internet de las Cosas, señala Ian Bremmer en su libro “The Power of Crisis” (2022).
En un mundo donde el arribo de la 5G es equiparado al descubrimiento de la electricidad, las tecnologías disruptivas se han vuelto uno de los comodities de mayor valor estratégico de la economía digital del Siglo XXI. Tal es su valor, afirma Bremmer, que “el país que controle la inteligencia artificial escribirá las reglas del siguiente orden global” (The Power of Crisis, p. 159).
Países como China no han perdido el tiempo para estar dentro del grupo de países a la vanguardia de estas tecnologías, mientras los países latinoamericanos, vemos pasar la oportunidad de subirnos al tren de la innovación tecnológica.
La brecha en innovación entre Latinoamérica respecto a las potencias tecnológicas es enorme. Por ejemplo, mientras que en EEUU el número de patentes por millón de habitantes llega a 900, el promedio de la región es apenas de 12 (75 veces menos).
Por otro lado, las ciudades latinoamericanas en poco contribuyen al desarrollo científico en una escala global. De acuerdo con el “Nature Index Science Cities 2021” elaborado por Nature, la prestigiosa revista británica, solo una ciudad de las 200 que componen este Índice se encuentra en Latinoamérica (Sao Paulo). China en cambio, ha logrado posicionar a 27 ciudades en este indicador.
No sólo en materia de patentes, sino también en publicaciones científicas, los países latinoamericanos y sus ciudades más importantes no figuran en el mapa del desarrollo científico. Nuestra capacidad para generar innovación se encuentra lejos de ser la que necesitamos como se observa en el Índice de Innovación Global publicado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (WIPO, por sus siglas en Inglés).
De acuerdo con este indicador, los países de la región como Chile, México, Costa Rica, Brasil, Argentina, Colombia o Uruguay, se encuentran más cerca de la capacidad de innovar de países como Mongolia o Serbia, que de países como Portugal, Irlanda o Israel.
La enorme distancia que nos separa de los verdaderos polos innovación no debería de sorprendernos. El gasto de la región en Investigación y desarrollo (I+D) como porcentaje del PIB, de acuerdo con los datos del Banco Mundial es apenas de 0.77 por ciento. La inversión de Latinoamérica para el desarrollo científico languidece en comparación con la que realiza la región Asia-Pacifico, donde se invierte un promedio de 2.63% del PIB en actividades de I+D.
Pero no es solo una cuestión de inversión de recursos. Como lo afirma la economista Mariana Mazzucato, los grandes logros humanos de la era moderna se han dado cuando el gobierno no solo invierte, sino a la par, emprende y lidera los procesos de innovación. Tenemos que cambiar de paradigma sobre el rol desempeñado por el Estado, a fin de incentivar el desarrollo científico regional.
La pandemia nos ha mostrado una vez más la relevancia de contar con capacidades científicas para responder a situaciones de crisis. ¿Qué estamos haciendo los países latinoamericanos para prepararnos para la próxima pandemia o para aprovechar la monetización de las tecnologías disruptivas que surgirán en los próximos años? Esta es una pregunta clave que debería de orientar las políticas en ciencia, tecnología e innovación, para apoyar una agenda más ambiciosa de transformación de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología.
Mientras otras regiones aceleran el paso en la carrera científica, cada día que pasa Latinoamérica se aleja más del tren de la disrupción tecnológica, que es eléctrico y de alta velocidad.
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Carlos Iván Moreno es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.
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