Por: Walter Pengue (Argentina).
La demanda de recursos naturales está agotando los recursos del planeta. Por otro lado, el precio de las materias primas (commodities) sigue creciendo a escala planetaria. En la actualidad esto deriva como consecuencia directa de la especulación financiera, el proceso postCOVID y una guerra que nos amenaza con impactos planetarios.
Prácticamente nada ha cambiado en el sistema productivo hasta ahora que permita vislumbrar transformaciones sustantivas en el uso de nuevas tecnologías e innovación científico tecnológico que nos permita – en una escala planetaria – disminuir el consumo de los recursos.
El mercado de recursos naturales, tanto renovables como no renovables, además de mostrarse volátil en el corto plazo, parece marcar una tendencia de mediano plazo con precios más altos que aquellos que marcaron su promedio de la última década.
Para varias de las economías emergentes de la región como México, Chile, Brasil o la Argentina, esto está siendo visto como una oportunidad de proveer tanto a mercados emergentes como a los países desarrollados con sus bienes básicos como petróleo, cobre, minerales, soja o trigo.
No obstante, en algunos países como consecuencia de distorsiones políticas internas en lugar de ampliar su oferta, la están disminuyendo: Argentina tendrá una siembra en esta campaña de trigo que recién inicia, un 10 % menor a la del año pasado. En un momento de crisis mundial alimentaria.
Pero más allá de las coyunturas nacionales, la tendencia general de los países proveedores de materias primas refiere a una potenciación de sus exportaciones por un lado y ciertas restricciones a algunos productos específicos (energía, alimentos) que pueden devenir en la aplicación de retenciones a tales salidas de productos.
Son varios los recursos que desde el año 2015 prácticamente en los últimos meses han prácticamente duplicado sus precios relativos. En un reciente informe de UNCTAD (Julio de 2022) el índice para los combustibles fósiles se ha más que duplicado, casi lo mismo para los minerales y metales y hasta el precio de los alimentos, el más sensible de todos, en su tendencia general se ha incrementado en más de 40 %, hasta la fecha y creciendo.
Claramente estos precios, de no mediar desgracias mayores se estabilizarán en valores quizás más bajos pero más altos que el promedio de la última década, lo que conlleva también a varios países no sólo a comenzar a revisar alternativas a tales recursos sino nuevas formas de producir y de hacer. La crisis generalmente conlleva a la búsqueda de nuevas oportunidades tecnológicas y de innovación en la forma en que se utilizan los recursos naturales.
Índice de precios relativos (2015=100) para algunos commodities seleccionados
(Fuente: UNCTAD 2022).
La idea de producir “más con menos”, es una alternativa que, a través de la eficiencia productiva, busca utilizar menos recursos para generar los mismos bienes y servicios. Es perspectiva nace inicialmente en el Wuppertal Institute for Climate, Environment and Energy de Alemania, un think tank ambiental creado por el querido colega Dr. Ernst Ulrich von Weizsäcker en el año 1991. Nacen de esta forma conceptos como los de Factor 4 primero y Factor 5. Esto es, producir lo mismo primero con el 25 % de los recursos y la energía disponible y luego más eficiente aún con el 20 % de los mismos factores.
Un poco más adelante, Naciones Unidas Ambiente incorpora estas ideas de Weizsäcker y las lleva adelante para ampliarlas y mejorarlas integrando además no sólo la eficiencia en la producción sino la reducción de los impactos ambientales, acompañando igualmente la expansión del bienestar humano y el crecimiento económico: nace lo que se dio en llamar el Decoupling.
El término, en su traducción al español, al principio generó una distorsión en los traductores que primero lo interpretaron como divorcio o desacoplamiento. Me tocó justamente en suerte, redimir la discusión y proponer el ajuste del término al español como “desacople”.
El marco conceptual del desacople y de los instrumentos para lograrlo atravesó ya una etapa embrionaria y su cuantía crece, cuando nos enfrentamos por ejemplo a precios de las materias primas como las que estamos enfrentando en este primer semestre de 2022.
En su sentido más simple, desacoplar significa disminuir la cantidad de recursos tales como agua o combustibles fósiles que se utilizan para crear desarrollo económico, y desvincular el desarrollo económico del deterioro del medio ambiente.
Está claro que en un mundo habitado por más de siete mil millones de personas, que ascenderán a cerca de nueve mil millones de aquí a 40 años, se necesita crecimiento para hacer salir a las poblaciones de la pobreza y generar empleo para los seres humanos desempleados o subempleados, que suman unos dos mil millones de personas.
El concepto del desacople aplicado a los recursos naturales se deriva del concepto de “ecoeficiencia” desarrollado por el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible en 1992, y de la definición de desacoplamiento de la OCDE, que consiste en romper el nexo entre los “males ambientales” y los “bienes económicos”.
Desde la perspectiva de los países en desarrollo, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) promovió en 2004 la idea de un “crecimiento económico no material”, desvinculando el crecimiento económico del consumo de recursos.
Conceptualmente la idea del desacople intenta proponer la separación de las demandas por recursos de sus impactos reconociendo igualmente el crecimiento que la misma ha tenido. Durante el siglo XX, la extracción anual de materiales de construcción se multiplicó por 34, la de minerales por 27, la de combustibles fósiles por 12, la biomasa por 3,6, y la extracción total de materiales fue unas ocho veces mayor, mientras que el producto bruto interno de la economía global se multiplicó por 23.
Este desacople está muy relacionado con el comercio y la distribución de los recursos. Muchos recursos siguen una trayectoria compleja en el transcurso de su ciclo de vida, involucrando a numerosos agentes en dicho ciclo, por lo que resulta difícil asignar responsabilidades en cuanto al consumo, y por ende también desacoplar, a lo largo de esta cadena de valor. El comercio internacional de materiales pasó de 5. 400 millones de toneladas (5,4 Gt) en 1970 a 24 mil millones (24 Gt) en 2020, dificultando así el desacople entre recursos e impactos, puesto que es difícil determinar quién consume qué.
Aspectos generales del desacople entre el aumento del bienestar humano y los impactos ambientales junto a la demanda de recursos
Fuente: UNEP (2011), Pengue (2012)
Un concepto interesante traído a la discusión en esta visión del desacople es el de tasas metabólicas, como un medio objetivo de comparar los índices de consumo de recursos de distintos países. Por ejemplo, en determinados países, la tasa metabólica es de sólo 4 toneladas por habitante y por año, lo que indica que ni siquiera logran satisfacer las necesidades más básicas.
En otros países el indicador sube a 40 toneladas per cápita y por año, lo que remite a una utilización de los recursos del planeta que no puede extenderse a todos sus habitantes, y menos todavía a las futuras generaciones.
A inicios del siglo XXI, se estima que la cantidad de materias primas extraídas a nivel mundial se encuentra entre 47 mil y 59 mil millones de toneladas métricas (47–59 Gt) por año. La extracción mundial anual de materiales se multiplicó por ocho en el siglo XX.
Durante gran parte de dicho siglo, la biomasa dominó la extracción y uso de materiales, constituyendo el 75% del total en 1900. Un siglo después, se extraían más recursos de biomasa, pero su porcentaje en el total de materiales extraídos se había reducido a sólo un tercio, porque el metabolismo socioeconómico mundial propende cada vez más a los recursos minerales, entre los que figuran los combustibles fósiles que reemplazaron a la biomasa usada para la combustión. En otros términos, la composición de los materiales utilizados pasa de los recursos renovables a los recursos no renovables.
En estas notas, hemos discutido ya en amplitud el efecto de las tasas metabólicas y la necesaria transformación y salida de una economía marrón hacia un proceso más sostenible en el uso de los recursos naturales.
Las tasas metabólicas de una sociedad tienen un papel importante en la evaluación de las sociedades globales y nacionales en el futuro, sin desmedro de deberse evaluar asimismo, los niveles y prácticas de consumo junto a hábitos que habrá que erradicar en un futuro inmediato para asegurar una oportunidad al hombre del mañana.
La incorporación de nuevas tecnologías que mejoren estas condiciones junto al rechazo vinculado a productos y elementos que las sociedades no necesitan es otro elemento crucial de esta necesidad de sostenibilidad.
Pero es la crisis, la que está reactivamente la búsqueda rápida del cambio tecnológico para promover transformaciones sustantivas en las formas en que se utilizan los recursos naturales. No obstante, la eficiencia productiva viene a resolver sólo una parte de la ecuación. Para la otra parte, es clave en la transformación del comportamiento del consumidor.
Caso contrario, existiría la posibilidad que, cuando los precios se estabilicen nuevamente y por el otro lado, la eficiencia en los recursos se haga posible y de hecho su uso más estable, esto promueva no una mejora en el consumo racional de los mismos sino un incremento en su demanda (al estar baratos y más disponibles), llevándonos a lo que en algún momento se llamó la Paradoja de Jevons.
Una de las principales preocupaciones de la Economía Ecológica, que las sociedades modernas se conviertan en voraces consumidoras de recursos naturales y energía que les lleve a ser cada día más eficientes, pero también más consumidoras. Y por lo tanto, autocumplir la profecía del colapso metabólico incluso antes que su propio colapso político…
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Walter Pengue es Ingeniero Agrónomo, con formación en Genética Vegetal. Es Máster en Políticas Ambientales y Territoriales de la Universidad de Buenos Aires. Doctor en Agroecología por la Universidad de Córdoba, España. Es Director del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente de la Universidad de Buenos Aires (GEPAMA). Profesor Titular de Economía Ecológica, Universidad Nacional de General Sarmiento. Es Miembro del Grupo Ejecutivo del TEEB Agriculture and Food de las Naciones Unidas y miembro Científico del Reporte VI del IPCC.
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