Por: Carlos Iván Moreno (México).
En mayo pasado tuvo lugar el encuentro más importante de la educación superior: la Conferencia Mundial de la UNESCO. Cumbre educativa y científica que ocurre cada 10 años y busca trazar un “mapa de ruta” para los países en el fortalecimiento de sus sistemas educativos y de sus universidades.
El resultado de la Cumbre es de claroscuros: muchas ideas, pero nulos compromisos de los países. Un encuentro “despolitizado”, que refleja el creciente deterioro de los mecanismos de gobernanza global; no son los mejores tiempos para el multilateralismo.
Empero, ¿cuáles son algunos de los principales desafíos de la educación superior global según la UNESCO? Tres son fundamentales:
1) Mejores modelos de financiamiento. Alrededor del mundo, los países experimentan con nuevos mecanismos para dotar de mayores recursos a sus universidades: fondos competitivos y basados en resultados; gratuidad focalizada para estudiantes de bajos recursos; iniciativas de excelencia para crear universidades de alto impacto en investigación.
En un mundo donde el 10 por ciento de la población más rica posee el 52 por ciento de la riqueza total y el 50 por ciento más pobre concentra apenas el ocho por ciento, los sistemas de financiamiento son también una barrera de entrada a las oportunidades de la educación superior. Reducir estas brechas, implica para los países repensar e impulsar mejores sistemas de financiamiento –aún en contextos donde predomina la escasez de recursos públicos-. En Chile, por ejemplo, se implementó un subsidio para la gratuidad de la educación superior focalizado solo para los estudiantes provenientes del 60% de los hogares más pobres del país.
2) Aprendizajes significativos. Crecientemente, los países desarrollan nuevos sistemas de aseguramiento de la calidad, menos orientados a insumos y procesos, mucho más a los resultados del aprendizaje y al éxito estudiantil. La tendencia es crear “marcos nacionales de evaluación” centrados en el logro académico y en las denominadas habilidades del Siglo XXI (trabajo en equipo, solución de problemas, autogestión del aprendizaje).
Esto toma mayor relevancia si consideramos que, debido a los cierres escolares por la pandemia, se estima que siete de cada 10 niñas y niños en países no desarrollados sufren de pobreza de aprendizaje, es decir, no cumplen con las competencias educativas mínimas. América Latina es la región que tuvo mayor pérdida educativa desde que inició la pandemia, la pobreza de aprendizajes pasó de cinco a ocho de cada 10 niños (ver cutt.ly/uKDHPSm).
Más de 60 países han puesto en macha marcos nacionales de cualificaciones con énfasis en el éxito estudiantil, estos sistemas permitirán ajustar las prácticas curriculares y pedagógicas para promover una educación más activa, flexible y adaptable a las necesidades particulares de las y los estudiantes.
3) Tecnologías disruptivas. Los avances tecnológicos tienen el potencial de democratizar la educación, pero solo para los países que invierten en ellos. La Inteligencia Artificial (IA), el Internet de las Cosas (IoT), la realidad virtual, aumentada y el Metaverso están cambiando los paradigmas del aprendizaje, facilitando experiencias más “vivenciales”, interactivas y, sobre todo, de alcance masivo.
Una gran oportunidad, considerando que actualmente la cobertura mundial de educación superior es de únicamente 40 por ciento, en América Latina es de 54 por ciento. Sin embargo, aprovechar esta disrupción tecnológica implica aliviar las brechas digitales que persisten entre la población. En el caso de América Latina, el 32 por ciento de la población no tiene acceso a servicios de internet y en zonas rurales el porcentaje asciende a 63 por ciento (ver cutt.ly/7KDKJH6).
¿Cómo andamos en México en estos temas? No avanzando lo suficiente.
Cada año hay menos recursos para la educación superior. México es uno de los países que menos invierte por estudiante de educación superior: 7,907 dólares al año –gasto público y privado-, solo por arriba de Grecia (3,503) y Colombia (2,863), y muy por debajo del promedio de la OCDE de 17,065 dólares.
Poco o nulo énfasis en los resultados del aprendizaje. De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, México es el país con la mayor pérdida educativa desde que inició la pandemia. La pérdida de aprendizajes es equivalente a más de un año y medio, seguido por Brasil con una pérdida de menos de un año (ver cutt.ly/JKDZzJD).
Insuficiente discusión nacional sobre tecnologías disruptivas. La revolución tecnológica en los sistemas educativos se ve muy lejos cuando aún persisten importantes brechas de conectividad: 28 por ciento de la población no tiene acceso a internet y el 50% no cuenta con una computadora (INEGI).
El futuro educativo es un tren -eléctrico- de alta velocidad, cada vez más inalcanzable.
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Carlos Iván Moreno es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.
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