Por: Car­los Iván Mo­reno (Mé­xi­co).

La autocracia ya no es lo que solía ser, para bien y para mal. Para bien, porque los “dictadores modernos” (salvo excepciones, como algunos países africanos, medio oriente, Corea del Norte…), ya no recurren a las matanzas y al terror para controlar a sus pueblos. 

Para mal, porque se han reinventado y legitimado, ahora son más sutiles y sofisticados, buscando modernizarse en un mundo hiperconectado que poco tolera ya la brutalidad. Se presentan como demócratas y pregonan las libertades -mientras dichas libertades no sean un riesgo a su permanencia en el poder, claro está-.

Ya no visten de verde olivo, ahora usan trajes y corbatas impecables, celebran “elecciones libres” (ej. Putin, Erdogan, Orban, Maduro, etc.). Su estrategia ya no es el terror y violencia, sino la mentira y manipulación. Son más “civilizados”, pero no menos peligrosos. Su objetivo es el mismo: la sumisión, el control y la acumulación de poder.  

En su libro “Spin Dictators” (“Dictadores del “spin” mediático), Sergei Guriev, economista ruso que vive en el exilio, y el politólogo Daniel Treisman, describen magistralmente cómo ha ocurrido este giro (https://cutt.ly/IFDvgXe). Los dictadores modernos, dicen los autores, “matan menos, pero mienten más”.

Por ejemplo, de los autócratas que gobernaban en los 60´s, un 25% mataron a más de 100 disidentes al año (y lo presumían, por supuesto); en contraste, de los autócratas que tomaron el poder en el año 2000, menos del 10% lo hicieron (y lo negaron). 

Mientras avanza la descripción de Guriev y Treisman sobre estos nuevos autócratas, es imposible no identificar tendencias actuales que nos deben llevar a la reflexión. Juzgue usted, apreciable lector:

Los dictadores modernos rara vez tienen una ideología clara, pero usan el humor para humillar a sus oponentes y presentarse como nobles, incluso “utilizan el entretenimiento como arma”;

Los autócratas del Siglo XXI ya no censuran, permiten cierta libertad de prensa para mostrarse liberales. Sin embargo, los críticos son demandados, multados o ridiculizados por diseminar “noticias falsas”;

Los nuevos dictadores usualmente llegan por medios democráticos, para después desmantelarlos. “Afirman y promueven la competencia electoral, pero hacen casi imposible en la práctica que su partido pierda”;

A los opositores no los encarcelan por su disenso político, sino por otros crímenes -generalmente fabricados-, como fraude o violación. “Usualmente los meten a la cárcel durante poco tiempo, para deslegitimarlos y evitar convertirlos en mártires”;

-Para los dictadores modernos, la popularidad es fundamental como herramienta para concentrar el poder. «Para capitalizar su alta aprobación social, un dictador de “spin” llama a elecciones o referendums y, ganándolos ampliamente, los interpreta como mandatos para cambiar instituciones políticas o legales«.

Parecería que el mundo es mejor con estos “dictadores benevolentes”, menos violentos y más sofisticados. Sin embargo, el paulatino debilitamiento institucional, la concentración del poder y el fortalecimiento de las fuerzas militares que los autócratas -modernos o tradicionales- practican, llevan irremediablemente a los mismos resultados: la pérdida de libertades.

Además, en cualquier momento se puede pasar de la “manipulación” a la violencia, cuando en juego está perder el poder

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Car­los Iván Mo­reno es Li­cen­cia­do en Fi­nan­zas por la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra (UdeG), Maes­tro en Ad­mi­nis­tra­ción Pú­bli­ca por la Uni­ver­si­dad de Nue­vo Mé­xi­co y Doc­tor en Po­lí­ti­cas Pú­bli­cas por la Uni­ver­si­dad de Illi­nois-Chica­go. Reali­zó es­tan­cias doc­to­ra­les en la Uni­ver­si­dad de Chica­go (Ha­rris School of Pu­blic Po­licy) y en la North­wes­tern Uni­ver­sity (Ke­llog School of Ma­na­ge­ment). Ac­tual­men­te se desem­pe­ña como Coor­di­na­dor Ge­ne­ral Aca­dé­mi­co y de In­no­va­ción de la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra.