Por: Iván Moreno (México).
Hace tres años, AlphaZero, el programa de Inteligencia Artificial (IA) de Google, derrotó al más potente programa de ajedrez, Stockfish. Lo revolucionario fue que AlphaZero lo hizo, por primera vez en la historia, no con base en jugadas preprogramadas sino con estrategias nunca antes pensadas ni ejecutadas por la mente humana; jugadas originales y no ortodoxas para lograr el resultado: derrotar al oponente. Esto llevó a afirmar al gran maestro del ajedrez, Garry Kasparov, que “el ajedrez ha sido sacudido hasta las raíces” (ver: Kissinger et al. La Era de la IA y nuestro futuro humano).
En 2020, cuando apenas comenzábamos a vislumbrar lo que venía con la COVID-19, investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) anunciaron el descubrimiento de un nuevo antibiótico contra una bacteria que había mostrado resistencia a todos los tratamientos explorados hasta entonces.
Lo logró un programa de IA; algo que los propios investigadores afirman “hubiera sido imposible con las técnicas tradicionales”, es decir, con solo la mente humana. El antibiótico se llama halicin, en honor al mítico HAL de la película 2001: Odisea espacial.
¿Cuál es la novedad con estos dos sucesos?
Que, dicho sea de paso, pasaron desapercibidos salvo para los especialistas. Lo revolucionario es que en ambos casos no es posible explicar cómo los programas de IA llegaron a las soluciones, simplemente lo hicieron, con una lógica propia.
“La IA va a reorganizar al mundo y cambiará el curso de la historia humana”, señala Eric Schmidt, director de la Comisión de Seguridad Nacional para Inteligencia Artificial de EEUU. La Comisión Europea ha llamado a la IA como “una de las tecnologías estratégicas del Siglo XXI”.
De acuerdo con el Parlamento Europeo, la IA es uno de los motores más eficaces para estimular la productividad y el crecimiento económico: aumenta la eficiencia en las cadenas de producción, mejora el proceso de toma de decisiones y promueve la creación de nuevos productos.
Un reporte publicado por la financiera británica PricewaterhouseCoopers (PwC) estima que la industria puede aumentar la productividad de los países hasta en un 37 por ciento y tendrá la capacidad de incrementar en 14 por ciento el PIB mundial. Hoy, el valor del mercado global de la IA es de 51 mil millones de dólares y se prevé que alcance los 641 mil millones de dólares para 2028; un crecimiento de más de doce veces su valor actual en apenas seis años (Verified Market Research).
Desafortunadamente, los beneficios se van a concentrar en un puñado de países, sobre todo en EEUU y China, en sus universidades y sus empresas. A nivel global, 7 de cada 10 investigadores en IA están en instituciones de alguna de estas dos naciones. México “no pinta” en este mapa. Tan solo estos dos países generan alrededor del 50 por ciento de las publicaciones científicas en IA del planeta, en toda América Latina apenas llegamos al 4 por ciento.
EEUU y China no solo son los países que más investigadores de IA forman en sus universidades; 20 por ciento y 29 por ciento del total global respectivamente, también son aquellos que más talento internacional atraen. Más del 30 por ciento de los investigadores de primer nivel en EEUU provienen de universidades en el extranjero.
Por ello no sorprende que, de acuerdo con datos de la OCDE (2020), de acuerdo con datos de la OCDE, las nuevas empresas (startups) de EEUU y China acapararon más del 80 por ciento de las inversiones globales en la materia en 2020.
Seguidos por la Unión Europea con un 4 por ciento y Reino Unido e Israel con 3 por ciento. En América Latina la inversión global fue de menos del 0.5 por ciento. En las empresas de América Latina, la atracción de esta inversión global fue inferior al 0.5 por ciento.
México, por su parte, no figura –ni lo hará– con las políticas actuales. De hecho, en el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (PECITI) del CONACYT, recientemente publicado en el Diario Oficial de la Federación no hay una sola referencia a la IA ni a sus implicaciones. Estamos fuera de este juego global.
¿De qué tamaño es la brecha? Para darnos una idea, tan solo la inversión privada de las empresas chinas y norteamericanas en IA supera los 30 mil millones de dólares anuales, esto es cinco veces más que toda la inversión pública y privada, en Ciencia y Tecnología en México. Seremos pasivos espectadores y consumidores de esta genuina revolución que lo transformará todo.
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Carlos Iván Moreno es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.
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