Por: Alina Aguilar Arguedas (Costa Rica).
Los gobiernos locales y las ciudades han logrado destacar y tomar un papel clave en los espacios nacionales e internacionales, en la definición de respuestas para hacer frente a los efectos adversos del cambio climático. Ante este fenómeno imperante, es cada vez más necesario que desde el espacio local se definan acciones, tanto de mitigación como de adaptación, para planificar, prepararse, proteger y atender los activos del desarrollo de las comunidades y poblaciones ante los impactos reales y proyectados del cambio climático.
La definición de respuestas climáticas supone un reto y a la vez una oportunidad para los gobiernos locales en redefinir sus modelos de desarrollo. Debido a los diferentes contextos, características, dinámicas y formas de vida en los que se tejen los territorios, los impactos del cambio climático se manifestarán de forma diferenciada, por tanto no existen soluciones que puedan proponerse e implementarse de forma generalizada, lo que hace que cada ciudad deba construir su propia agenda de acción climática local.
Los gobiernos locales, en su mayoría de forma voluntaria y en alienación con la política pública nacional, han planteado la construcción de su agenda climática por medio de la elaboración de herramientas e instrumentos como los planes de adaptación de cambio climático, planes locales de cambio climático o planes de acción climática local.
Pueden ser llamados de forma distinta pero con un mismo propósito: establecer las bases, los ejes y líneas de acción para dar respuesta a los impactos de las amenazas climáticas identificadas para cada territorio.
Plan de acción climática local
De acuerdo a Valerio (2019) un plan de acción climática local es un instrumento que considera la gestión de riesgos y el cambio climático como ejes transversales en la planificación local y de los procesos municipales, de tal forma que permita un desarrollo económico y social sustentable a favor del mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes y de los ecosistemas que lo rodean.
Como parte de los aspectos básicos que debería considerar la construcción de una agenda de acción climática local se tiene, la conformación de una estructura organizativa, que incluya representaciones de los diversos actores claves del territorio y, con ello, recopilar las diferentes percepciones y visiones de los sectores vulnerables al cambio climático.
También, elaborar una línea base que describa las características del territorio que se verían mayormente afectadas y su vulnerabilidad al cambio climático, así como las debilidades que necesitan ser atendidas y las oportunidades en las que están trabajando que aumentan la capacidad adaptativa.
De igual forma, establecer una planeación estratégica que es el derrotero del proceso de construcción de la acción climática, en esta se define la visión del territorio, los ejes y líneas de acción establecidas con un horizonte de tiempo y en vinculación a la política pública local.
Estos ejes y líneas de acción definidas como prioritarias responden a esas necesidades identificadas en la línea base. Dentro de la planeación estratégica, se establece las acciones de monitoreo y evaluación que serán el marco auditor del cumplimiento y avance del plan.
Independientemente del enfoque metodológico que los gobiernos locales quieran darle a la construcción de sus agendas climáticas locales, lo crucial es establecer las acciones de adaptación y mitigación, acordes a las necesidades y fortalezas que tengan los territorios con una articulación colectiva e inclusiva de los actores sociales presentes, que permita dirigir la toma de decisiones.
Esto apoyará al aumento de la resiliencia de las comunidades y la disminución de su vulnerabilidad a los impactos biofísicos y socieconómicos del cambio climático.
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Alina Aguilar es Licenciada en Ingeniería en Gestión Ambiental. Desde 2012, ha trabajado como investigadora y extensionista en temas de gobernanza climática y políticas públicas, en el marco del proyecto “Estrategias participativas de cambio climático a nivel local” de la Universidad Nacional de Costa Rica. Ha trabajado como voluntaria, maestra, consultora y asesora en temas de cambio climático, educación ambiental, gestión de residuos, en la Carta de la Tierra, entre otros. Forma parte de la ONG Ruta del Clima.
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