Por: Walter Pengue (Argentina).

La crisis “sanitaria y ambiental” es realmente un drama social. La sociedad en función del limitado conocimiento existente sobre el COVID-19, puede elegir un camino u otro, aprender de lo vivido y quizás, buscar impulsar transformaciones no solo en el uso de los recursos naturales sino de nuevas formas de gobernanza democrática y social, con una nueva mirada sobre los rotundos cambios que nos pueden alejar de nuevas pandemias, epidemias, cambios ambientales, climáticos o riesgos tecnopatogénicos aún desconocidos o, seguir en la misma.

Y allí quizás tengan algunas sociedades la oportunidad de mirar hacia la inestabilidad, fragilidad y vulnerabilidad de su sistema socioeconómico e ir hacia una búsqueda de una transición socioecológica que le dé a una nueva humanidad al menos una oportunidad de realizarse plenamente.

Lo que enfrentamos puede o no ser una oportunidad. Un cambio de miradas, de nuevas formas de trabajar y del hacer, de transformaciones transcendentes en la economía nacional o global, que nos permitan la oportunidad de avanzar hacia otro enfoque de civilización.  La ciencia ha venido avisando sobre los enormes costos que iría a enfrentar la civilización de no cambiar sus formas de producción, consumo y su propia economía. 

Pero también es claro, que la mirada convencional de la ciencia sobre los problemas ambientales han sido limitados y hasta sesgados. Hoy nuevamente frente al problema de la pandemia, la expectativa solamente radica en la creación de nuevas vacunas. Ciertamente que las habrá y muchas. Cuestión de tiempo. Salvará algunas vidas, quizás hasta las nuestras, pero de no cambiar las miradas, la intensidad y recurrencia de los impactos ambientales serán cada vez más duros hasta llevarnos al agotamiento.

Por ello es imprescindible – como científicos – mirar más allá y analizar la cuestión desde la complejidad. Hace unos años, un querido filósofo argentino emigró obligadamente hacia otros destinos, corrido por una dictadura, en ese momento la militar. Se trataba de Silvio Funtowisz. Fue en Europa, junto con Jeremy Ravetz, donde pudo pensar y desarrollar el concepto de la ciencia postnormal.

Tanto para enfrentar los relevantes problemas de los nuevos desarrollos tecnológicos (energía nuclear, biotecnología, nanotecnología, nuevos materiales, geoingeniería y otros), como de los serios impactos ambientales empujados por impactantes acciones humanas, donde el riesgo enfrentado – que a veces llega directamente hasta la incertidumbre – y los niveles de decisión son elevados y de alto impacto social, económico y ecológico, hacen imprescindible una nueva mirada desde la investigación académica y los criterios abordados.

La ciencia postnormal no promueve hacer menos ciencia, sino por el contrario es más y mejor ciencia, pero además, con una relevante participación de la sociedad. Cuando los niveles de decisión son trascendentes y los niveles de riesgo –o hasta la incertidumbre – son elevadísimos, es claro que con la ciencia normal, es imposible enfocar con claridad la totalidad del problema.

En estos tiempos de nuevos virus y pandemias y otras transformaciones globales como el cambio climático y el cambio ambiental global, la perspectiva de una nueva mirada de ciencia puede ayudarnos a pensar cuestiones relevantes a las que hasta ahora, no habíamos prestado relevante atención.

Como en la Guerra de los Mundos de Orson Wells, una maravillosa adaptación de la novela de Herbert Wells (1898), un minúsculo organismo derrotaba al enemigo más brutal que despiadadamente atacaba a la especie humana. Hoy en día, el impacto que todos esperaban en una tercera guerra mundial (que igualmente no es posible desestimar), lo dio un instrumento biológico invisible que aniquiló la economía y cuyas tendencias desconocemos.

Hoy de manera igualitaria, la humanidad tiene el enorme poder de transformar el ambiente global como también quizás, no muy reflexivamente, “crear nueva vida”. Nuestro poder científico es muy grande y necesita ser equilibrado. La biología sintética y la necesidad de experimentar una bioética de la investigación en situaciones complejas se hace obligatoria.

Evidente, que todo el proceso que venimos enfrentando, amerita nuestra reflexión. Quizás podamos pensar colectivamente en estos tiempos complejos por transformaciones relevantes que igualen las oportunidades de una sociedad global tremendamente desequilibrada.

Es una oportunidad para cambios de fondo y no cosméticos. Ojalá la sociedad global y las nacionales, estén a la altura para esta transición socioecológica, pues es claro que los liderazgos globales no lo han hecho y por si sólos no lo harán. Una oportunidad como decimos vulgarmente, de barajar y dar de nuevo. Y de cambio de timón de norte a sur.

Los vientos de cambio y una sociedad despierta quizás puedan hacerlo, desde la construcción de poder desde otro lado, desde las bases sociales y científicas, empezando por los que han sido golpeados recurrentemente por la pandeconomía, pues como decía Albert Einstein: “Los problemas significativos que enfrentamos no podremos resolverlos con la misma escala de pensamiento que teníamos, cuando los creamos…”.

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Wal­ter Pen­gue es In­ge­nie­ro Agró­no­mo, con for­ma­ción en Ge­né­ti­ca Ve­ge­tal. Es Más­ter en Po­lí­ti­cas Am­bien­ta­les y Te­rri­to­ria­les de la Uni­ver­si­dad de Bue­nos Ai­res. Doc­tor en Agroe­co­lo­gía por la Uni­ver­si­dad de Cór­do­ba, Es­pa­ña. Es Di­rec­tor del Gru­po de Eco­lo­gía del Pai­sa­je y Me­dio Am­bien­te de la Uni­ver­si­dad de Bue­nos Ai­res (GE­PA­MA). Pro­fe­sor Ti­tu­lar de Eco­no­mía Eco­ló­gi­ca, Uni­ver­si­dad Na­cio­nal de Ge­ne­ral Sar­mien­to. Es Miem­bro del Gru­po Eje­cu­ti­vo del TEEB Agri­cul­tu­re and Food de las Na­cio­nes Uni­das y miem­bro Cien­tí­fi­co del Re­por­te VI del IPCC.