Por: Camilo Cortés (Colombia).

Los arrecifes de coral tienen el poder de llevarnos a estados fabulosos de aislamiento. Una vez sumergidos en este espacio podemos viajar sobre estructuras sólidas y masivas en el relieve submarino, que seguramente nos dejarán marcadas en la memoria aventuras intensas. Son estructuras construidas por la actividad biológica de organismos vivos denominados corales hermatípicos o escleractinios.

Ellos son seres dignos de Macondo, cualidades sobrenaturales y sinónimo de la región tropical, animales magníficos capaces de secretar y depositar carbonato de calcio que generan la estructura tridimensional de estos ecosistemas y dan hábitat para millones de especies asociadas.

Es sin duda un ecosistema mágico que logra llevarnos a un colorido y biodiverso mundo que pareciera ser producto de la imaginación, pero que es real. Donde organismos altamente especializados y eficientes sobreviven utilizando los recursos energéticos. Esto es la evidencia de un proceso que ha transcurrido durante miles de millones de años de forma casi incesante, donde la dinámica ecológica es persistente debido a su elevado grado de orden y estabilidad en la distribución de las especies. Y nos recuerda que es algo extraordinario pero cotidiano y común en la naturaleza.

Sin embargo, durante los últimos años se han visto expuestos a infortunios. Podría decirse que hemos sido testigos de una historia llena de extrañas profecías, muchas de ellas prediciendo tragedias para los corales, peces y otros seres vivos del arrecife. Incluso la más reciente nos expone la perdida de estos ecosistemas antes de que terminen los 100 años del siglo que estamos viviendo.

Y es que el aislamiento a llevado a la soleada a los arrecifes, reflejado en cambios a través de las generaciones. Los efectos del cambio climático global y factores de estrés locales, los han expuesto gradualmente a las catástrofes del mundo. Esta situación ha puesto en peligro la existencia de las especies, de los bienes y los servicios ecosistémicos que ofrecen.

En el Gran Caribe, el deterioro del estado de los arrecifes de coral es decadente, actualmente pocos sitios pueden tolerar los rápidos aumentos de las temperaturas de la superficie del mar, la frecuencia e intensidad de los eventos de blanqueamiento del coral y de los factores de estrés locales.

En toda la región, este declive se ha atribuido en forma tal que parecieran las míticas plagas, como los impactos de los huracanes, los brotes de enfermedades, los eventos de blanqueamiento o el colapso de las pesquerías. Estos factores ponen en contexto la importancia de identificar los sitios resilientes.

Por ejemplo, existen arrecifes y hechos que nos pueden dar esperanza y ofrecer una oportunidad para ser solidarios como especie con la madre naturaleza. Existe un lugar en La Isla Catalina de la Republica Dominicana que nos sumerge en un mundo fantástico, color y vida a pesar de una exposición lúgubre al mundo, donde las descargas de sedimentos y contaminantes son imperantes, la sobrexplotación de los recursos y las malas prácticas de desarrollo son reales.

Ese lugar es La Pared arrecifal y nos recuerda que hay oportunidad de actuar, es un sitio que ha experimentado menores impactos del estrés térmico que otras regiones del Caribe o Golfo de México, o la aparición de la rápida y nefasta propagación del brote de la enfermedad de pérdida de tejido coralino (SCTLD).

Una característica propia de los arrecifes de La Pared es que se encuentran en el extremo sureste de la isla de La Española, a sotavento, con vientos y olas de baja intensidad. Esta es una propiedad importante para mantener un ecosistema saludable, teniendo en cuenta que cada sitio del Caribe posee diferencias en el régimen de perturbaciones y la historia local.

La Pared arrecifal de Isla Catalina

Recientemente el equipo científico y de salud costera del movimiento Wave of Change del Grupo Iberostar, realizó una expedición científica a estos arrecifes, destacando la presencia de especies de corales constructoras de arrecifes como las del complejo Orbicella y los Acroporidos (Acropora cervicornis y A. palmata) como contribuyentes significativas la cobertura de coral vivo en este sitio.

También se encuentran en buenas condiciones de salud las colonias del coral pilar Dendrogyra cylindrus y otras especies de formas ramificadas y digitiformes (Madracis sp, Porites sp) que proporcionan hábitats cruciales para los organismos del arrecife.

La Dra. Megan Morikawa Directora Global de Sustentabilidad de Grupo Iberostar destaco durante esta expedición “A menudo hablamos de lugares de esperanza, áreas de la naturaleza que nos recuerdan cuánto depende la humanidad de ella y cuán poco depende de nosotros para hacerla prosperar. Isla Catalina es uno de esos lugares, de gran diversidad, gran importancia biológica, patrimonio cultural y con una conexión especial con la sociedad».

«Sin embargo, aunque es posible que la naturaleza no requiera el apoyo de la humanidad para prosperar, ciertamente podemos ver el riesgo del declive. Los desechos en el lecho marino, el exceso de sedimentos que nublan las azules aguas del Mar y el exceso de nutrientes que hacen que las algas crezcan demasiado sobre el coral indican que este es un lugar de esperanza puede estar en peligro. Es por eso que debemos trabajar, como ciudadanos, empresas y naciones, para proteger estos preciosos lugares.»

Esta realidad inspira a la solidaridad, lo opuesto a la soledad. Sabemos que los arrecifes de coral se enfrentan a desafíos extremos por el cambio climático global y el entorno cambiante local.  La solidaridad podría ser la clave para cambiar esta dramática historia con tintes de novela por la trama tan compleja que enfrentan sus protagonistas “los corales”.

La eficacia en las estrategias de gestión para conservar estos ecosistemas antes que termine el siglo, dependerán del compromiso político y social a largo plazo, de los enfoques multidisciplinarios basados en una ciencia sólida que utilice herramientas tecnológicas y de los planes de acción bien elaborados.

Durante los últimos años, un grupo multidisciplinario que incluye científicos, empresarios, administradores y comunidades locales, han aportado a la estrategia solidaria. Entre los trabajos publicados se destaca la reciente publicación en la revista científica PeerJ, donde destacan las acciones de conservación y el contexto ecológico, enfocadas en la optimización de la gestión de los arrecifes de coral en el Caribe.

La contribución más importante es aprender de las lecciones y mejorar los beneficios reales de ese proceso de gestión, para ampliar ese esquema a otros lugares recordando que existen lugares como La Pared que inspiran a dejar a un lado la soledad.

Gloria Fluxá Vicepresidenta del Grupo Iberostar comparte la experiencia en la reciente expedición, “La Pared arrecifal de Isla Catalina es un lugar que se te queda grabado en la memoria, que te atrapa al primer minuto que te sumerges en el.  Su riqueza es impresionante y añade un valor incalculable a la biodiversidad marina de la República Dominicana.  Un lugar imposible de replicar o de encontrar en otra parte del mundo».

«Por ello, hemos de unir esfuerzos tanto públicos como privados para garantizar su futuro. Hemos de concienciar a las nuevas generaciones dominicanas de su importancia, para que aprendan a apreciarlo. De esta manera se convertirán en sus mejores guardianes. Hemos de involucrar a la sociedad dominicana para que se sienta orgullosa de sus corales y vida marina. Con pasión y orgullo, esa será la mejor manera en la que podremos disfrutar y cuidar de un lugar mágico y de belleza inmensa, manteniendo su legado”.

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Ca­mi­lo Cor­tés es bió­lo­go Ma­rino. Maes­tro en Ma­ne­jo de Eco­sis­te­mas Ma­ri­nos y Cos­te­ros, doc­tor y post doc­tor en Cien­cias Ma­ri­nas. Su in­ves­ti­ga­ción en el área de la eco­lo­gía ma­ri­na en la Re­pú­bli­ca Do­mi­ni­ca­na le va­lió el re­co­no­ci­mien­to del “Pre­mio Dr. Alon­so Fer­nán­dez Gon­zá­lez 2020” a las Me­jo­res Te­sis de Pos­gra­do del Cin­ves­tav en la Ca­te­go­ría Doc­to­ra­do. For­ma par­te del mo­vi­mien­to Wave of Chan­ge del Gru­po Ibe­ros­tar, como Coas­tal Health Re­gio­nal Ma­na­ger, don­de tra­ba­ja en la sa­lud Cos­te­ra en la re­gión Ca­ri­be, lle­van­do a cabo in­ves­ti­ga­ción cien­tí­fi­ca.