Nicaragua.
Cada año, entre los meses de julio y enero, uno de los fenómenos más conmovedores de la naturaleza se repite en las costas del Pacífico Nicaragüense. Miles de tortugas marinas emergen del océano para desovar en la arena cálida y silenciosa del refugio de vida silvestre “La Flor”, en el municipio de San Juan del Sur, departamento de Rivas.
Este fenómeno forma parte de la temporada de arribadas máximas cuando la tortuga paslama, una especie en peligro de extinción, llega masivamente a las costas nicaragüenses para cumplir su ciclo reproductivo.
La paslama, que mide cerca de 70 centímetros, encuentra en estas playas un entorno ideal gracias a la calidez de la arena y la tranquilidad del ecosistema, según el Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales, Marena, que lidera el Programa Nacional de Protección junto al ejército de Nicaragua, las alcaldías locales y movimientos ambientales.
El esfuerzo se articula bajo la campaña “juntos conservamos nuestras tortugas marinas”. Cada tarde biólogos y técnicos recorren la playa para detectar señales de llegada, cuando cae la noche la oscuridad se vuelve esencial para no alterar el comportamiento de las tortugas.
Una vez en la playa, el proceso puede tomar más de una hora, la tortuga elige el sitio adecuado, excava un hueco y comienza a depositar entre 60 y 120 huevos, actividad que puede durar de 15 a 30 minutos.
“De que ellas comienzan a salir desde el mar hasta la playa, puede ir a estar hasta una hora, una hora y media. Porque ella llega al sitio, selecciona y comienza a hacer el hueco para depositar sus huevos ahí posteriormente. Dilata más o menos unos 15, 20 minutos hasta media hora solo depositando. Puede poner hasta 120 huevos, mínimo 60”, destacó Yuri Aguirre, especialista de biodiversidad.
Los huevos se eclosionan naturalmente en la playa y otro porcentaje son cuidadosamente recolectados por el personal del refugio y trasladados a un vivero protegido donde se catalogan, se marcan con fecha y se monitorean hasta su eclosión.
Gracias a este sistema, de enero a septiembre de 2025 se han liberado 19 mil .383 tortuguillos según datos oficiales del Marena. El valor ecológico de “La Flor” va más allá de las tortugas. El área también es hábitat de loras, nuca amarilla, mamíferos como leoncillos y grupos de coyotes, lo que evidencia el buen estado de conservación del ecosistema.
“Nos sentimos muy contentos y la verdad es que siempre vivimos nosotros trabajando para el cuido y la conservación del lugar, de la playa, que las familias puedan también convivir con este entorno, son para nosotros un animal increíble, la tortuga es un animal que tiene mucha sensibilidad, pero sobre todo mucho por aprender nosotros de ella”, destacó Estela Morales, alcaldesa de San Juan del Sur.
La reserva se ha convertido también en un destino de turismo responsable, donde tanto visitantes locales como extranjeros pueden observar este fenómeno natural guiado por especialistas.
Además de “La Flor”, el refugio “Río Escalante Chacocente”, ubicado entre los departamentos de Carazo y Rivas, también registra arribadas masivas de tortugas marinas, reforzando la importancia de Nicaragua como santuario regional de biodiversidad marina.
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