Por: Camilo Cortés- Useche, PhD (Colombia).
Hubo un tiempo en que dos tribus eran una sola familia. Compartían la misma hoguera, el mismo canto y el mismo vibrar de la tierra. Sus corazones latían con el fuego y el agua, decían que cuando una de ellas reía, la otra florecía. Pero con los años, el brillo del alma se dividió.
Una de las tribus, seducida por el resplandor de los metales y las promesas de poder, comenzó a tejer artificios, espejos que atrapaban la luz y la convertían en sombra. Engañaron a sus hermanos con palabras delicadas y manos frías. Levantaron torres altas, tan altas que ya no podían escuchar el sonido del bosque ni el canto de las olas. Ahora solo habían balcones de vidrio y piedra, que miraban un mar oscuro, lleno de barcos que devoraban el horizonte. Había más barcos que peces, más humo que aire, más ruido que silencio.
El corazón negro de algunos comenzó a pesar tanto que hizo efecto sobre los seres de luz. Era un peso antiguo, una pena densa que se colaba en los sueños y en la respiración del mundo. Los ríos se volvieron turbios, los árboles se encorvaron, y los niños nacían sin el don de la memoria.
Pero entre las ruinas del espíritu, dos seres se encontraron una tarde frente al mar enfermo, cuando las olas golpeaban como si quisieran despertar al mundo.
Ella lo miró, y sin palabras le entregó sus pensamientos. Él los recibió como quien recibe una semilla. En ese instante, una corriente invisible que cruzó sus cuerpos y encendió sus almas. Se miraron y de él emergió una sola llama blanca, pura, temblorosa, pero inmensa.
La luz se expandió como un ultra rayo que recorrió las torres, las calles, los barcos, y hasta las sombras. Donde tocaba, caían las máscaras, se abrían los ojos, y el aire volvía a oler a tierra mojada.
Esta historia me hizo reflexionar sobre el Congreso Mundial de la Naturaleza celebrado hace unos días en Abu Dabi simboliza hoy ese mismo llamado colectivo, a sanar la separación entre humanidad y tierra, entre poder y espíritu. El Congreso Mundial de la Naturaleza de la UICN concluyó en Abu Dabi con la aprobación de una visión global para la conservación de la naturaleza durante los próximos 20 años. Más de 10.000 participantes de gobiernos, comunidades indígenas, organizaciones civiles, empresas y academia participaron en más de mil eventos centrados en definir acciones conjuntas por un futuro sostenible.
El Congreso hizo un llamado urgente a intensificar los esfuerzos rumbo a las metas de 2030 del Acuerdo de París, el Marco Mundial de Biodiversidad y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, impulsando acciones conjuntas hacia un futuro con cero emisiones netas y positivo para la naturaleza.
Entre los 148 acuerdos aprobados, sobresalen la primera política sobre biología sintética, la propuesta de reconocer el ecocidio como delito, y medidas para fortalecer la gobernanza e inclusión. Además, se presentó el Plan de Acción de Abu Dabi, que insta a acelerar la acción global en cinco ejes: bienestar humano, cooperación internacional, justicia e inclusión, conocimiento e innovación, y financiamiento para la naturaleza.
La UICN incorporó más de 100 nuevos miembros, incluidos seis Estados, y anunció que Panamá será sede del próximo Congreso Mundial de Áreas Protegidas en 2027. En el ámbito científico, la actualización de la Lista Roja de Especies Amenazadas, mientras que un nuevo informe señaló que el cambio climático amenaza al 43% de los sitios naturales del Patrimonio Mundial.
En resumen, el Congreso reafirmó el compromiso global de unir esfuerzos por un planeta más justo, resiliente y en armonía con la naturaleza. Y entonces me hizo entender que la verdadera conquista no es dominar ni poseer, sino recordar. Recordar que el poder no está en el artificio ni en la altura, sino en el corazón que sabe brillar sin robar la luz ajena.
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Camilo Cortés- Useche es biólogo Marino. Maestro en Manejo de Ecosistemas Marinos y Costeros, con doctorado e investigación postdoctoral en el área de las Ciencias Marinas. Su trabajo en el campo de la gestión y ecología marina en la República Dominicana le valió el reconocimiento del “Premio Dr. Alonso Fernández González 2020” a las Mejores Tesis de Posgrado del CINVESTAV en la Categoría Doctorado. Innovador de la sostenibilidad, científico y distinguido por sus aportes en la conservación de la naturaleza. Durante los últimos años ha liderado coaliciones para un modelo resiliente al cambio climático basado en la ciencia, con una idea firme del desarrollo social justo.
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