Ecuador.

Cuando hablamos de amor, solemos imaginar flores, canciones o mariposas en el estómago, pero detrás de esa experiencia emocional hay una compleja red de procesos biológicos, psicológicos y sociales que la ciencia ha estudiado en detalle. Desde una perspectiva evolutiva, el amor tiene una función fundamental: Garantizar la supervivencia de la especie.

Así como el hambre nos impulsa a buscar alimento, el amor es un impulso mamífero básico que nos empuja a vincularnos, reproducirnos y cuidar de nuestras crías. Estudios de neurociencia han demostrado que enamorarse activa el sistema de recompensa del cerebro, el mismo que se enciende con el chocolate o ciertas drogas. Al mirar una foto de la pareja romántica, por ejemplo, se activan regiones ricas en dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer y la motivación.

Las áreas cerebrales más implicadas son la amígdala, clave para procesar emociones intensas como el miedo o el deseo; la corteza prefrontal medial, relacionada con la toma de decisiones sociales; y el hipocampo, vinculado a la memoria que nos ayuda a recordar experiencias afectivas. Todo este entramado cerebral permite que podamos reconocer expresiones faciales, comprender las emociones del otro y conectarnos profundamente con alguien más.

El amor no solo es romántico, la ciencia también ha demostrado que las relaciones afectivas en general, amistades, familia o comunidad, tienen un gran impacto en la salud mental y física. El aislamiento social está relacionado con mayores tasas de enfermedades cardíacas, depresión y una menor expectativa de vida, es decir, nuestro cerebro está programado para conectar.

El amor no es solo un sentimiento mágico, es una fuerza que involucra redes neuronales, químicos, cerebrales y aprendizajes sociales. Comprender cómo funciona no lo hace menos especial, sino más fascinante. El amor tiene mucho más que ver con la ciencia de lo que creías y eso es una gran noticia. Nos ayuda a entendernos, a vincularnos mejor y a cuidar nuestras relaciones con más conciencia.

Por: Universidad Técnica del Norte / Viviana Obando.