Panamá.

En medio de los verdes cañaverales de Cañas Abajo, por los caminos de Andolega, se conserva una tradición centenaria que endulza no solo las chichas del interior del país, sino también la memoria cultural panameña: la elaboración artesanal de la panela. Edwin Suira, productor local, comparte con orgullo todo el proceso que lleva a transformar la caña de azúcar en el característico dulce sólido que muchos consumen sin saber su origen.

La jornada inicia temprano con el corte de la caña, una labor ardua que precede a la molienda en un trapiche de madera, una herramienta que ya casi no se ve en la actualidad. En esta molienda tradicional, la caña es procesada hasta extraer todo su jugo, que luego es cocido en grandes pailas hasta alcanzar el punto exacto para convertirse en dulce.

“Hoy deben salir unas 800 panelas”, comenta Suira, mientras revisa el avance del proceso. “Y no alcanzan; todas se venden”, afirma, evidenciando la alta demanda de este producto natural. A pesar del trabajo rudo, él confiesa que ya está acostumbrado a la faena.

Uno de los pasos más curiosos es la preparación del alfeñique, una mezcla blanqueada que permite dar forma final al dulce. Tras ser vertido desde la paila a una batea gigante, el dulce caliente se coloca cuidadosamente en moldes de madera donde reposa por cerca de diez minutos hasta solidificarse.

Una vez lista, la panela es retirada de los moldes, apilada y preparada para su venta. “Ya lo vienen a buscar hoy mismo, al mediodía”, explica Suira. Gran parte de esta producción se distribuye en supermercados o se consume indirectamente, como en las chichas que se ofrecen a viajeros en paradas como Capira, Campana o Santiago.

“Muchos panameños no saben que esa chicha que se toman está endulzada con panela hecha aquí mismo, en Cañas Abajo”, comenta uno de los presentes.

Así, entre humo, caña y tradición, esta molienda sigue siendo un emblema de trabajo, sabor y cultura popular.

Por: SERTV.