Por: Walter Pengue (Argentina).

 

 “Si el dinero y el poder te hacen arrogante, la enfermedad y la muerte te mostrarán que no eres nada en esta tierra”

(Mahatma Ghandi,1869-1948)

 

Entre la esperanza y la decepción recurrente, el mundo avanza de COP en COP, sin lograr tibiamente resultados mínimos, que logren hacer virar el rumbo que nos lleva hacia el colapso ecológico y civilizatorio. Las COP – o Conferencia de las Partes – son sesiones en las que se reúnen los países que han ratificado las Convenciones de las Naciones Unidas, entre ellas, las dos más relevantes como las de Cambio Climático o la Biodiversidad.

Las dos convenciones fueron firmadas 32 años atrás en la Conferencia de Río de Janeiro sobre Medio Ambiente y Desarrollo, por 120 jefes de Estado y 70 representantes. Guardaban la expectativa de poner una solución definitiva a dos flagelos que aquejaban ya al planeta y a la humanidad.

La Convención de Cambio Climático se proponía reducir la concentración de los gases de efecto invernadero – especialmente carbono – de manera tal que a inicios del siglo XXI estos no superaran a los de 1990 y que a partir de allí reducirse de manera tendencial. La situación es prácticamente contraria. La famosa curva de Keeling muestra que desde 1960 a 2024 hemos pasado de 310 partes por millón de C02 a 422,5 partes por millón en 2024, según informa la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, NOAA. Y respecto de los niveles preindustriales un aumentó en más de un 52% que era de 280 ppm. La concentración sigue aumentando, hoy se mide además el CH4 y otros gases relevantes, aumentando la concentración a un 18,3 %.

La pérdida de biodiversidad tenía en su Convención respectiva, la esperanza de poner un límite a la deforestación y la pérdida de sitios prístinos del planeta. Y las especies y ecosistemas incluidos. Sin embargo, el cambio de uso del suelo – principal factor de transformación de la cara del planeta – se comió casi 500 millones de hectáreas y con ellas se llevó puesta la vida de numerosas especies, poniendo a varias de ellas al borde de la desaparición o convirtiéndolas en desaparecidas para siempre.

Como mencioné en mi columna anterior, la COP16 sobre la biodiversidad, se realizó en Cali, Colombia (COP16 2024) y en términos de resultados concretos – y no la mera cuantificación de participantes, de por sí, costosa – expuso un fuerte fracaso. No sólo por no haber alcanzado sus objetivos mínimos, sino porque la burocracia internacional no ahonda en las raíces del problema y sólo se queda en ajustes verdes, que no resuelven la cuestión de fondo, que es la preservación de los ambientes, el fortalecimiento de los servicios ecosistémicos imprescindibles para la vida y la necesidad de transformación de nuestro andarivel civilizatorio. Y no una transición, que sólo mantiene unos pocos años más, la cabeza sobre el agua.

En ambos casos, las loables metas planteadas, se basaban en acuerdos y declaraciones que luego, se cumplirían al menos, siquiera parcialmente.  Nunca todos los gobiernos, a excepción de algunas políticas específicas, lograron revertir o cambiar la tendencia hacia la que el mundo está yendo.

En las últimas Cumbres, especialmente desde el año 2008, con la mirada de Nuevos Acuerdos Verdes – The New Green Deal – planteado primero por la ONU y actualmente por la Unión Europea en 2024, se pensó que, sumando demandas monetarias y promoción de políticas parciales de ajuste verde, se podría lograr este viraje.

Las Cumbres se están convirtiendo así, en un centro de negociación donde los pobres van a demandar dinero y los ricos observan dónde pueden colocarlo y reposicionarse para demandar luego, mejoras y accesos a los recursos naturales o la colocación de tecnologías blandas y duras, logrando negocios que ahora se identifican bajo el mote de economía circular. Pero ni siquiera así, es posible alcanzar la colocación de los fondos que se consideran necesarios para continuar en el camino de un sistema que los está llevando al desastre global.  En la COP16 de Colombia se buscaban 200 mil millones de dólares para poner freno a la pérdida de biodiversidad. En la COP29 de Cambio Climático en Bakú (COP29 2024) se pidieron montos superiores a los 100.000 millones de dólares anuales comprometidos, una cifra que según los países y los expertos debería llegar al menos a un billón anual, diez veces más. Ese dinero vendría de inversiones de los países ricos especialmente hacia las economías más pobres. Y de fondos tanto privados como públicos. Mucho menos, se discute el asunto de cooperación, sin endeudamiento. El llamado Nuevo Objetivo Colectivo y Cuantificado (NCQG, por sus siglas en inglés) vinculado a una meta de financiación, que pareciera ser el único fin lograble de estas Cumbres. Acuerdos macro para la reorientación y reinversión de nuevas formas de utilización del capital global. Y sus tasas financieras de devolución.

Llamativo es también que las COP se realizaron o seguirán realizándose en países que sufren o son responsables de la situación a la que llegamos. Los países que más sufren la pérdida de la biodiversidad, son también en general los territorios dónde por otro lado, se están produciendo las mayores tasas de deforestación y degradación ambiental, vinculadas al extractivismo más extremo. Y los países donde se están realizando las últimas cumbres de cambio climático, en los últimos años como Emiratos Árabes Unidos (Dubai, COP28) o Azerbaiyán (Bakú, COP29), donde el peso de los petroestados, hacen dudar realmente sobre la verdadera transformación necesaria de un mundo que come petróleo. Un recurso que, a la luz del consumo constante de energía, parece alejarse de una realidad genuina por energías limpias. De por sí, complejas y aleatorias en su eficiencia y aporte constante al día de hoy.

Vuelvo a insistir, que, a pesar del enorme esfuerzo económico y social, problemáticas tan profundas y serias abordadas de forma parcial – al hacerse por separado cuando el problema ambiental que el mundo enfrenta es tan complejo y profundo – no resuelven lamentablemente la situación hacia la que vamos.

Claramente, la crisis de biodiversidad, de cambio climático y de contaminación se suman a la de desertificación, que nuevamente se hará ahora, justamente en un desierto: en Riad (Arabia Saudita).

Evidentemente, que los esfuerzos luego de tres décadas de la Naciones Unidas por poner un freno a todas estas catástrofes, bastante anunciadas, es loable. También es de destacar, su fracaso y es algo que hacer notar, si es que realmente se considera, contribuir a cambiar las cosas y promover un verdadero cambio transformacional de la burocracia internacional, la banca – privada, cooperativa y pública – y el sistema financiero global y la inercia de los grandes grupos ambientalistas que viven también de estos procesos y quejas, sin cambiar demasiado las cosas. Un fracaso que la propia ONU representa en este 2024, sumado a su otro gran fracaso visibilizado en la propia imposibilidad y debilidad por detener las guerras y la obliteración prácticamente de países completos. Momentos cruciales, que se hacen los más complejos, luego de la segunda guerra mundial. Y debilidades que podrían pagar – responsables y no responsables – muy caros. Como si estuviéramos casi cien atrás, nuevamente en otro 1938. Es por ello, además que la transformación es imprescindible en la burocracia mundial, para generar un cambio radical en las formas de utilizar los fondos globales, recuperar la autoridad perdida y apuntar todos los recursos a la resolución de los problemas más acuciantes que aquejan a la humanidad.

Y esto lograrlo, claramente a través de la comprensión de la complejidad y necesidad de trabajar conjuntamente y unificar los criterios.  La diversidad de temáticas planteadas, la separación en compartimientos estancos, y la suma – por valor agregado, pero no por complejidad – de expertos, no han ayudado a resolver el problema, sino simplemente a burocratizarlo.

Hoy que justamente se habla tanto de eficiencia energética, productiva y de desacople. Es posible que se haga eficiente, UNIFICAR LAS AGENDAS y LAS REUNIONES y trabajar conjuntamente en una única Agenda, que tenga el mismo objetivo y sentido. Salvar el planeta y la civilización que este incluye.  Y no agendas paralelas y hasta discordantes, dilapidando recursos escasos, especialmente necesarios a las economías más pauperizadas.

Los problemas de la hoy día muy criticada – por algunos negacionistas – Agenda 2030, siguen estando.  Si nos focalizamos en la solución de los graves problemas del hambre, la pobreza y la recuperación del entorno natural bajo la premisa de una mejor producción y otros canales de comercialización y consumo, es posible que algunas cosas puedan cambiar y al menos, reorientar lo que hoy se está haciendo. No es sólo con toneladas de dinero que la cuestión se resolverá, o alcanzarán para cubrir “los gaps” aún no resueltos, sino en focalizar las miradas en una solución general y altruista. No todo es negocio verde y esto puede costar muy caro a las economías subdesarrolladas. Los pobres venden barato (Pengue 2023) y esto puede costarles, aún muy caro. Las políticas de endeudamiento externo (deuda externa vs. deuda social vs. deuda ecológica) fomentan una transferencia de fondos, que luego generan aún más dependencia, sea con los grandes prestamistas globales de la economía occidental o bien a través de la recompra de deuda y nuevo endeudamiento, ahora con China.  La gran economía creciente de Oriente que comienza a tener cada vez más preeminencia en las políticas climáticas y en las políticas de acceso a los recursos naturales en general.  Los préstamos, aunque bajo créditos blandos, implican mayor endeudamiento.  Y esto de una u otra forma, orienta o impone agendas, muchas veces, alejadas del verdadero desarrollo sostenible y la equidad y justicia social y ambiental, para todos.

Además, otras discusiones emergen entre los grupos y regiones globales. En el Pacífico, en el Atlántico, en nuevos y potentes rutas, de acceso a los recursos. Un nuevo eje geoeconómico de la mano de los BRICS ampliado, suma nuevas rutas de acceso a los recursos, en la cual los intereses económicos no están exentos. La declaración de Kazán (2024) se propone cambiar instituciones obsoletas y el rechazo hegemónico de algunas regiones. La franja y la ruta de la seda, el objetivo de acceder a recursos naturales en América Latina, Asia y África están en la mira. Como así también nuevas rutas de acceso como la ruta marítimas septentrional – o seda del Ártico – y el corredor internacional de flujo norte-sur, generando un flujo lateral y de arriba hacia abajo, que se dispersará por todo el planeta. Y a ello, sumado la demanda de energía y sus redes de ampliación convencional. Un Pipelineistan que ha ido desde el flujo gasífero desde Turquía hasta el Nord Stream 1 y 2, a los que Europa, vuelve a aspirar, midiendo sólo las consecuencias y beneficios para su público votante. El dilatado acuerdo UE-Mercosur, rediscute los sistemas agroproductivos del ineficiente Norte Global europeo vs. el esfuerzo productivo de una potente región latinoamericana.  América Latina enfrenta millones de euros en subsidios distorsivos europeos, que contribuyen a una competencia desleal y que a su vez promueve una intensificación en el uso de los recursos regionales, demasiado riesgosa.

Nuevamente, dinero, para mantener el status quo y el consumo. Y emisiones, que nuevamente siguen creciendo, haciendo uso y abuso de energías convencionales. ¿Podrán mantener estas aspiraciones de cero emisiones netas de carbono para finales de 2030, intentando mantener el calentamiento global en comparación con finales del siglo XIX? Hasta esto parece dudoso.

Y a ello se suma el escepticismo climático y el surgimiento de agendas negacionistas vinculadas al mismo. La intensidad, recurrencia y aceleración del fenómeno climático está presente. Si bien, “catástrofes hubo siempre”, la aceleración y fuerza de las mismas, está hoy sobre la mesa, como para reflexionar y analizar científicamente – con los datos existentes – que esto debe cambiar. El doloroso caso – no es el único, pero sí se hace visible en la vieja Europa – de la DANA (BBC 2024), no sólo es existente desde siempre, sino que se concretiza más intensamente de la mano del cambio climático. En reciente documento de Carbon Brief (2024), la conclusión que obtuvieron es que el 74% de los desastres ambientales se tornan más probables o más graves debido al cambio climático. En ellos también sostienen que, difícilmente, muchos de estos fenómenos extremos hubiesen ocurrido sin la influencia humana. La base de datos de Carbon Brief confirma que un total de 554 olas de calor, inundaciones, tormentas, sequías e incendios forestales fueron más frecuentes y más intensos debido al calentamiento global (Gráfico).

Gráfico: Carbon Brief. Interactive Map. Mapped: How climate change affects extreme weather around the world (Carbon Brief 2024, version en ingles).

 

Advierte el presidente Lula Da Silva de Brasil: «En la lucha por la supervivencia, no hay espacio para el negacionismo”. Y pensando que todavía es posible negociar y obtener recursos financieros frescos, el secretario general de la ONU, António Guterres, secundaba el llamado al reiterar que «fracasar» en la capital azerbaiyana «no es una opción», debido a la magnitud de los desafíos que afronta el planeta.

En la Cumbre del G20 en Río de Janeiro, Brasil (2024) (DW 2024), por iniciativa del Brasil, se planteó un impuesto a las riquezas más grandes del mundo, para contribuir a paliar los dos flagelos relevantes de la humanidad y Objetivos 1 y 2 de la Agenda 2030 como el hambre y la pobreza. No incursionaron en la distribución financiera, y lo dejaron para intentar lograr resultados económicos desde la COP29. Loable claramente, pero tampoco suficiente, en tanto no se impulse una transformación sustantiva de la sociedad global. Igualmente, necesaria y posible, donde incluso ya son varios, de los más ricos, que están contribuyendo a esta mirada. La riqueza de los cinco hombres más ricos del mundo se ha duplicado desde 2020, mientras que casi 5.000 millones de personas se han empobrecido desde el inicio de la década, señala el informe sobre desigualdad elaborado por la organización no gubernamental Oxfam. Según Oxfam, a finales de noviembre de 2023, los cinco hombres más ricos del mundo eran Elon Musk (X, antiguo Twitter), Bernard Arnault (y su familia/empresario francés del sector de artículos de lujo), Jeff Bezos (Amazon), Larry Ellison (del sector del software) y Warren Buffet (inversor americano). Además, afirma que siete de las diez empresas más grandes del mundo tiene a un multimillonario como presidente o accionista principal. Ante estas profundas desigualdades, Oxfam reitera que es urgente una acción pública transformadora capaz de dar prioridad a los servicios públicos, defender una mayor regulación de las grandes empresas, acabar con los monopolios y aplicar impuestos permanentes sobre la riqueza y los beneficios excesivos (OXFAM 2024).

El informe de Oxfam “Multilateralismo en una era de oligarquía global” advierte de que los esfuerzos globales para responder a los mayores desafíos del planeta, como la crisis climática o los niveles persistentes de pobreza y desigualdad, están siendo amenazados por la concentración de poder en manos de los ultrarricos y las megaempresas. Esta híper concentración de poder y riqueza alimenta la desigualdad tanto dentro de los países como entre ellos. De hecho, a pesar de representar el 79 % de la población mundial, los países del Sur global sólo cuentan con el 31 % de la riqueza global.

La concentración y la especulación del capital financiero internacional – que no paga impuestos a las transferencias, en general – es otra cara de una moneda, compleja de por sí. Quizás sea también el momento de resucitar la justa propuesta del economista James Tobin (Premio Nobel 1981) ahora a nivel global. El Impuesto sobre las Transacciones Financieras (ITF) o tasa Tobin, se aplica en algunos países y podría ser un elemento de captura justa de una mínima cantidad de fondos, que bien utilizados y transferidos, podrían redirigirse para paliar la pobreza, el hambre y especialmente también, la falta de educación, causa de la mayoría de todos nuestros otros males.

La incorporación de impuestos a las energéticas, industrias contaminantes y a la banca podría ser una alternativa solidaria, que por un lado promueva la reconversión de sectores contaminantes y por el otro, impulse procesos solidarios de redistribución de ganancias entre los que más ganan, pero que también afectan directamente al ambiente.  El caso de España, podría ser un camino interesante de revisar. Los gravámenes a las entidades de crédito y a las empresas energéticas en España, alcanzaron los 2.859 millones de euros en 2024 (La Moncloa 2024). La nueva extensión del impuesto a las energéticas es un hecho. Y el impuesto a la banca que opera en España, está vigente desde fines de noviembre de 2024, mediante un proceso progresivo para los grandes operadores financieros. La escala del impuesto va desde el 1% para los bancos con ingresos de hasta 750 millones de euros hasta el 7% para aquellos que superen los 5.000 millones. Además, incluye una deducción extraordinaria para las entidades cuya rentabilidad por activos caiga por debajo del 0,7%.

Pero más allá de la discusión dineraria, que ocupa el tiempo y esfuerzo tanto de grupos corporativos, entidades internaciones, ONGs verdes mundiales y operadores climáticos, Fundaciones interesadas y hasta pueblos originarios, debería puntualizarse sobre la necesaria transformación del sistema financiero, la economía global y la estructura mundial de diálogo e intercambio, focalizados también en otros temas. La reestructuración de un sistema obsoleto, vetusto e ineficiente, debe tener un viraje potente.  La cooperación internacional, la colaboración interinstitucional, el reconocimiento de valores no monetarios e invisibles ambientales relevantes deberían estar en el primer lugar de la Agenda y no al último. La humanidad saldrá adelante por la cooperación y no por la competencia y la apropiación de recursos y personas.

Evidentemente, lo que sobra en el mundo, es dinero.  Y lo que se necesita no es una transición sino una transformación de una sociedad global, local e individual incluso, reacia a cambiar.  No obstante, es una cuestión de supervivencia. Tanto de especie – humana – como de la responsabilidad que todos tenemos sobre las otras especies no humanas y la naturaleza toda, en su conjunto.  Menos Cumbres, mayor información y uso de los datos de la ciencia y equilibrada eficiencia en el uso de los recursos, se hacen imprescindibles para esta supervivencia. Hoy en día en peligro, o al menos en duda.

 

Fuentes de base:

COP16 (2024). Sixteenth meeting of the Conference of the Parties to the Convention on Biological Diversity (COP 16).  https://www.cbd.int/conferences/2024

COP29 (2024). UN Climate Change Conference Baku – November 2024. https://unfccc.int/cop29

BBC (2024). Qué es una DANA, el fenómeno meteorológico que provocó las lluvias torrenciales que han dejado decenas de muertos en el sureste de España. https://www.bbc.com/mundo/articles/cj6k5xk648zo

Carbon Brief (2024). Mapped: How climate change affects extreme weather around the world. Nov 18, 2024.  https://interactive.carbonbrief.org/attribution-studies/index.html?utm_source=cbnewsletter&utm_medium=email&utm_term=2024-11-19&utm_campaign=Just+published+Carbon+Brief+s+attribution+map+update+and+in-depth+Q+A

DW (2024). G20 cierra superada por crisis climática y amenaza nuclear. https://www.dw.com/es/cumbre-del-g20-cierra-superada-por-la-crisis-clim%C3%A1tica-y-la-amenaza-nuclear/a-70827527

La Moncloa (2024). Los gravámenes de la banca y las energéticas.   https://www.lamoncloa.gob.es/serviciosdeprensa/notasprensa/hacienda/paginas/2024/270424-gravamenes-banca.aspx

OXFAM (2024). Oxfam afirma que el 1 % más rico posee más riqueza que el 95 % de la población mundial, mientras «la sombra de la oligarquía global se cierne sobre la Asamblea General de las Naciones Unidas». https://www.oxfam.org/es/letters-and-statements/oxfam-afirma-que-el-1-mas-rico-posee-mas-riqueza-que-el-95-de-la-poblacion

Pengue, W.A. (2023). Economía ecológica, recursos naturales y sistemas alimentarios ¿Quién se come a quién?. https://ppduruguay.undp.org.uy/wp-content/uploads/2023/04/Economia-Ecologica-Recursos-Naturales-y-Sistemas-Alimentarios.-Quien-se-Come-a-Quien.pdf

 

 

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Walter Alberto Pengue es Ingeniero Agrónomo, con una especialización en Mejoramiento Genético Vegetal (Fitotecnia) por la Universidad de Buenos Aires.  En la misma Universidad obtuvo su título de Magister en Políticas Ambientales y Territoriales. Su Doctorado lo hizo en la Escuela de Ingenieros Agrónomos y de Montes en la Universidad de Córdoba (España) en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Sostenible.  Realizó estancias postdoctorales en las Universidades de Tromso (Noruega) y en el INBI, University of Canterbury (Nueva Zelanda).

Pengue es Profesor Titular de Economía Ecológica y Agroecología en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) y director del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente (GEPAMA) de la Universidad de Buenos Aires (FADU UBA). 

Es fundador y ex presidente de la Sociedad Argentino Uruguaya de Economía Ecológica (ASAUEE) y fue miembro del Board Mundial de la ISEE.  Es uno de los fundadores de SOCLA, la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA), de la que actualmente es responsable de su Comité de Ética. Lleva más de 30 años de estudios sobre los impactos ecológicos y socioeconómicos de la agricultura industrial, la agricultura transgénica y el sistema alimentario a nivel nacional, regional y global y su relación con los recursos naturales (suelos, agua, recursos genéticos). Experto Internacional, revisor, autor principal y coordinador de autores del IPBES (Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas) (desde 2019), TEEB (2015 a 2019) y del Resource Panel de Naciones Unidas Ambiente (2007 a 2015). Ha sido autor principal del Capítulo 16 de la Ronda 6 del IPCC (2019/2022), presentado en 2023. Actualmente es autor principal y coordinador de autores en el Proyecto Nexus IPBES, análisis temático sobre las interrelaciones entre los sistemas alimentarios, la biodiversidad, la salud, el agua y el cambio climático (2021 a 2025). Participa actualmente de la Red CLACSO sobre Agroecología Política y es tutor del Grupo de Agroecología Andina. Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente y vocal de su Consejo Directivo (2024/2026) y de Varias Comisiones Científicas Asesoras en Desarrollo Sustentable, Ambiente, Agricultura y Alimentación de Argentina. Profesor invitado de Universidades de América Latina, Europa, Asia, África y Oceanía. Consultor internacional sobre ambiente, agricultura y sistemas alimentarios.  Miembro del Grupo de Pensadores Fundacionales del Ambiente y el desarrollo sustentable de la CEPAL, Naciones Unidas, cuyo último libro es  AMÉRICA LATINA y EL CARIBE: Una de las últimas fronteras para la vida (Noviembre 2024). Pengue es investigador invitado de la Cátedra CALAS Maria Sybilla Merian Center de las Universidades de Guadalajara y CIAS, Center for InterAmerican Studies de la Universidad de Bielefeld (2024/2025) y del Center for Advanced Study (HIAS) de la Universidad de Hamburgo (2024/2025).

Publicaciones

Todas sus obras pueden bajarse de:  https://www.researchgate.net/profile/Walter-Pengue  

Últimos libros

GLIGO, N., PENGUE, WALTER y otros (2024).  AMÉRICA LATINA y EL CARIBE: Una de las últimas fronteras para la vida (Noviembre 2024). El libro (español, inglés, francés y portugués), puede bajarse de: : https://www.researchgate.net/profile/Walter-Pengue

PENGUE, WALTER A. (2023). Economía Ecológica, Recursos Naturales y Sistemas Alimentarios ¿Quién se Come a Quién? – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Orientación Gráfica Editora, 2023.354 p. ; 24 x 16 cm. – (Economía ecológica / Walter Alberto Pengue ISBN 978-987-1922-51-2 – El libro puede bajarse de: https://www.researchgate.net/profile/Walter-Pengue