Por: Ca­mi­lo Cor­tés-Use­che (Co­lom­bia). Respiro de este aire a 2240 metros de altura, y la primera inspiración que fluye sobre mí, me envenena con ese dulce placer de lo desconocido. Las calles oscuras y los árboles frondosos contrastaban con las pequeñas luces y delgados andenes llenos de ofertas para el deleite sensorial. Cada paso por aquellas calles era una clase obligada de geografía, además de una cátedra de lo que significa la vida...