Reino Unido. A mediados del siglo XIX, un joven cometió un error que desencadenó una revolución en la moda, el arte, las ciencias y la medicina. Era un tiempo en el que cientos de soldados británicos contraían malaria en zonas tropicales, un panorama desolador que motivó a los químicos a emprender una carrera para sintetizar de forma artificial la quinina. Esta sustancia natural, ridículamente cara, se extraía de la corteza de los bosques...