Por: Anabel Ca­si­llas y Ri­car­do Gar­cía (Mé­xi­co). Hay un olor que evoca, en lo personal, a los largos viajes familiares que solíamos hacer en las carreteras mexicanas (antes de que fuera demasiado peligroso hacerlo). De buenas a primeras se podría pensar que era el de las hierbas silvestres que crecen en los costados de las carreteras, o las flores que nacen luego de las primeras lluvias de verano. Pero no: ese olor es el de diésel quemado...