Por: Camilo Cortés- Useche, PhD.

 

En un salón apartado del tiempo y la realidad, se construye la siguiente historia como un susurro diáfano. Recuerdo, recuerdo cuando perdí la cabeza, era una vez, en un territorio donde lo efímero se conecta con lo cotidiano, el alma con tono tenue pero vanidoso, no por orgullo desmedido, sino por el peso de las compañías y arquetipos que la vida presta azarosamente sin justicia alguna.

Desde la lejanía de los días de la corona, donde el brillo del oro y el peso del tributo regían las vidas, se entretejió una especie de sortilegio. Casi como una sutil niebla, que dejaba pasar pensamientos y corazones con prejuicios heredados de una realidad hasta ese entonces inquebrantable. Eran tiempos en que la propiedad era un amuleto de poder y amistades, simples hilos que tejían redes de banalidad. En esos días, el mundo era un espejo de superficialidad, donde la esencia de cada ser, quedaba sepultada bajo capas de apariencias.

Sin embargo, llego el día de reencontrarse con un remoto campo, lejos de las sombras alargadas del pasado y de las miradas vigilantes de una sociedad pomposa, ahí en ese instante brotó una raíz más diversa.

Había algo tan agradable en ese lugar, hasta tus emociones retumbaban en ese edén de libertad, los seres galopaban, al ritmo de su naturaleza, sin preocuparse por las opiniones de los demás. Era un lugar donde las barreras altisonantes se desvanecían como la niebla al amanecer, y las almas oscuras de la materialidad no encontraban eco. En su lugar, se levantaba un profundo respeto, una conexión verdadera con la tierra que daba vida a cada día.

Entre la brisa del aquel campo, llegaba la noche, la luna blanca se unía al suelo fértil de la memoria, y no es casualidad que haya llegado, porque en ese rincón, la vida no era más que un destello de energía, donde se bendice la libertad y la naturaleza como verdades eternas, para morir cuando todo termine.

Hablando de vida, en un esfuerzo concertado para abordar la crisis de biodiversidad global, científicos y líderes mundiales han adoptado un enfoque estratégico mediante la implementación del Marco Mundial Kumming-Montreal, también conocido como El Plan de Biodiversidad. El plan subraya la dependencia fundamental de la humanidad de ecosistemas saludables para el suministro de recursos esenciales como agua potable, alimentos, medicamentos, fibras, energía y refugio.La preservación y restauración de la biodiversidad es crucial para mantener estos servicios ecosistémicos, que son vitales para el bienestar humano y la estabilidad ecológica.

El lema «Sé parte del plan» se ha elegido este año para el Día Internacional de la Diversidad Biológica 2024, con el objetivo de movilizar a diversos actores, incluyendo gobiernos, comunidades indígenas, ONG, legisladores, empresas y ciudadanos, en la implementación efectiva del Plan de Biodiversidad.

El evento de este año también marca el inicio de los preparativos para la próxima reunión de la Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP 16), que se llevará a cabo en Colombia del 21 de octubre al 1 de noviembre de 2024. Esta conferencia será un foro crucial para evaluar los avances realizados y reforzar más acciones que compromisos internacionales en la conservación de la biodiversidad, para dejar esa nebulosa sensación de fastuosa voluntad y pasar a un campo de realidades bendecidas por hechos.

 

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Ca­mi­lo Cor­tés- Use­che es bió­lo­go Ma­rino. Maes­tro en Ma­ne­jo de Eco­sis­te­mas Ma­ri­nos y Cos­te­ros, con doc­to­ra­do e in­ves­ti­ga­ción post­doc­to­ral en el área de las Cien­cias Ma­ri­nas. Su tra­ba­jo en el cam­po de la ges­tión y eco­lo­gía ma­ri­na en la Re­pú­bli­ca Do­mi­ni­ca­na le va­lió el re­co­no­ci­mien­to del “Pre­mio Dr. Alon­so Fer­nán­dez Gon­zá­lez 2020” a las Me­jo­res Te­sis de Pos­gra­do del CIN­VES­TAV en la Ca­te­go­ría Doc­to­ra­do. In­no­va­dor de la sos­te­ni­bi­li­dad, cien­tí­fi­co y dis­tin­gui­do por sus apor­tes en la con­ser­va­ción de la na­tu­ra­le­za. Du­ran­te los úl­ti­mos años ha li­de­ran­do coa­li­cio­nes para un mo­de­lo re­si­lien­te al cam­bio cli­má­ti­co ba­sa­do en la cien­cia, con una idea fir­me del desa­rro­llo so­cial jus­to.