Por: Walter Alberto Pengue (Argentina).

“La agricultura es la madre fecunda que proporciona todas las materias primeras que dan movimiento a las artes y al comercio.”

Manuel Belgrano, (3 de junio de 1770 – 20 de junio de 1820).

 

América está asistiendo con estupor – pero quizás con una limitada reacción aún – a la forma en que se está desmantelando el sistema científico tecnológico, en varios de los países que han hecho punta y alcanzado logros inimaginables de la mano de un proceso que ha llevado décadas construir.  Desde los Estados Unidos hasta la Argentina, el desmantelamiento y la amenaza sobre el modelo científico que ha dado enormes resultados a la humanidad, está hoy bajo ataque.  Injustificado y hostil, frente a los incontables resultados exitosos que puede mostrar y que han servido a la humanidad toda. Y sumamente riesgoso si revisamos los procesos de apropiación del conocimiento y privatización de la ciencia y a quienes sirve ello, junto a una triste tendencia futura.

El caso es aún más paradigmático, cuando nos focalizamos en la amenaza que sufren hoy en día, modelos exitosos de promoción de la ciencia, la tecnología y la extensión particularmente vinculados con el sistema agropecuario. No todos los países de la región cuentan con sistemas propios de desarrollo científico y tecnológico en el sector rural y mucho menos aún, promovidos y sostenidos por el Estado, en virtud de los enormes beneficios que esta conjunción ha traído hacia todas las sociedades.

Estados Unidos cuenta históricamente con el USDA y también con sus servicios de extensión estatales, Brasil con un histórico y evolucionado EMBRAPA como así también con un EMATER que ha sido orgullo de procesos de formación y extensión agropecuaria. En México la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) y sus diversas entidades, así como por instituciones educativas y organizaciones no gubernamentales ofrecen acompañamiento técnico y capacitación a los productores, en distintas escalas y modalidades. En el caso de Chile, el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP) es la principal entidad pública encargada de la extensión rural, especialmente enfocada en la agricultura familiar campesina.

Sin embargo, otros países de la región, cuentan apenas con algún apoyo coyuntural técnico hacia sus productores agropecuarios, como en Ecuador, Bolivia, Paraguay y la mayoría de los países centroamericanos y del Caribe y muchos de ellos, sostienen su producción – muchas veces enfocada a la exportación de specialities y commodities – con el apoyo de investigación privadas – generalmente muy focalizadas en un punto y de corto plazo – o de ONGs o Fundaciones, que de la misma manera, reorientan e incentivan procesos que les pueden ser de interés, en función de su mirada y perspectivas, a veces no muy relacionadas con los intereses y necesidades de los productores.

En la Argentina, una de las potencias agrícolas del mundo y de un muy fuerte abolengo agropecuario, el sistema científico y tecnológico se encuentra hoy en día vilipendiado y bajo una presión injustificada sobre el loable y comprometido trabajo de sus técnicos e investigadores.

El caso del INTA – Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria – de la Argentina es paradigmático. Fue creado hace casi 70 años,  a través del Decreto Ley 21.680/56 con la finalidad de «impulsar, vigorizar y coordinar el desarrollo de la investigación y extensión agropecuaria y acelerar, con los beneficios de estas funciones fundamentales, la tecnificación y el mejoramiento de la empresa agraria y de la vida rural».  Siendo una de las Instituciones más antiguas y siempre amoldada a la evolución de los procesos tecnológicos y científicos más avanzados de la agricultura mundial. Este organismo, tiene presencia en las cinco regiones productivas de la Argentina – Noroeste, Noreste, Cuyo, Pampeana y Patagonia – a través de una estructura que comprende una sede central, 15 centros regionales, 6 centros de investigación con 22 institutos dependientes, 53 estaciones experimentales, y más de 350 unidades de extensión. Prácticamente todos los investigadores y técnicos del INTA se han formado en su preparación básica, en un sistema que es orgullo de toda la sociedad argentina: las Universidades Nacionales, de acceso público y gratuito. Y cuya calidad académica y técnica es reconocida y posicionada además, entre las Instituciones más reconocidas del mundo.  Hoy en día con un presupuesto cada mes, más restringido.

A diferencia de otros países, los servicios técnicos y de asesoramiento prestados por el INTA a los productores – desde los muy pequeños a los más grandes – han sido relevantes para incrementar tanto en calidad como en cantidad, la producción agropecuaria argentina y, por ende, sostener la seguridad alimentaria mundial. No es esta una cuestión menor. La enorme diversidad existente en la formación de sus cuadros y prácticamente desarrollada en todas las líneas del conocimiento científico agropecuario hacen del INTA, una Institución que viene siendo copiada por los países más avanzados e intentado emular por aquellos, que no han tenido la suerte de contar con una Institución tan valiosa.

Todos los Programas nacionales y regionales con los que la Institución cuenta, han servido y sirven para contribuir a la mejora sustantiva de los sistemas productivos en distintas escalas. Sin embargo, nuevamente como en los años noventa, el INTA se ve amenazado por un intento de desmantelamiento y pérdida de anclaje e independencia territorial que sólo puede servir a algunos intereses de corto plazo y dejar a ciegas a cientos de productores, junto con sus sistemas productivos a la deriva. La autarquía y participación de distintos actores sociales en sus Consejos Directivos – que por supuesto pueden mejorarse – ha permitido focalizar las necesidades en virtud de las complejidades productivas, sociales y ambientales de una determinada región.  Hecho que no puede resolverse, desde decisiones burocráticas, imaginadas en el corazón de una gran urbe como Buenos Aires.

Y especialmente, además, cuando hace prácticamente dos décadas, emulando sistemas productivos de interfase urbano-rural, comenzó a atender a uno de los espacios que estaban aún sin fortalecer, como la agricultura urbana y periurbana.

En un país donde la intensificación agrícola ha ido creciendo también de la mano de un paquete tecnológico focalizado en la soja como bandera, los impactos indeseados de ese modelo, no se hicieron esperar generando externalidades sobre los pueblos y ciudades de la Argentina.  Esto ha sido tempranamente detectado por científicos independientes y luego asumido institucionalmente en el propio INTA hace más de 20 años, con la creación de los Centros de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar (CIPAF).

Las relaciones urbano-rurales generan claramente beneficios y también costos que deben ser atendidos. La agricultura industrial que crece hasta los límites de los propios pueblos y ciudades ha venido generando daños colaterales, que comenzaron a ser atendidos significativamente hace muy poco tiempo. Era necesario, ampliar la mirada y promover una investigación integral, focalizada tanto en los planos agronómicos como sociales y ambientales, para desarrollar un esquema productivo diferente, con menor carga de agroquímicos, aprovechando los recursos locales y fortaleciendo capacidades técnicas inexploradas. La emergencia y promoción de Escudos Verdes Agroecológicos (EVAs) o Productivos (Pengue y Rodríguez 2018), pondría alternativas propias de éxito, en regiones y espacios muy golpeados por la intensificación agroquímica existente. El elevado costo socioambiental de la agricultura industrial, que ya no puede ocultarse (Pengue 2023), encontró así un canal alternativo y económicamente viable para las interfases de pueblos y ciudades.

En un mundo donde las grandes ciudades como Paris o Nueva York, “levantan su cemento” para recuperar “tierra productiva” y ponerla al servicio de sus comunidades, Argentina presiona por desarticular instituciones relevantes como el INTA. Es dable reconocer que todo se puede mejorar. Pero no sobre su desmembramiento y con programas y propuestas hechas solamente bajo el plano y el calor de la coyuntura y sin ningún tipo de anclaje y conocimiento territorial.

La Unidad AUPU AMBA INTA, o Estación Experimental Agropecuaria Área Metropolitana de Buenos Aires del INTA, se creó en 2007. Esta estación se especializó en la agricultura urbana y periurbana (AUPU) para asistir al sector productor de alimentos del área metropolitana. De alguna forma, esta no ha sido sólo una respuesta, dable y necesaria, para promover una agricultura de interfase, sino que respondió a una tendencia global de incrementar la producción en los espacios lindantes y los intersticios verdes y potencialmente productivos de pueblos y ciudades. Actualmente cuando este éxito, al igual de lo que hiciera el reconocido PROHUERTA para paliar el hambre y la desnutrición en las conurbaciones del país, es al menos necesario advertir, que se está dejando ciego y sin recursos, a un segmento muy vulnerable de la población. Y también cancelando imprescindibles servicios ambientales y a la salud, que los sistemas – sin cargar de agroquímicos – generan como beneficio a pueblos y ciudades (Pengue 2017).

En el caso de Buenos Aires, la densidad de la aglomeración urbana es la más alta del país, con solo una disponibilidad de verde de menos de 6 m2 por habitante. No obstante, desde el punto de vista de la producción agroecológica esto es claramente factible en algunos escenarios, muy especialmente en la interfase y en muchos espacios donde existe una importante mancha verde urbana. Tomando todos los usos múltiples que se dan al espacio, sería muy posible considerar que cada habitante podría disponer de al menos 25 m2 o más para producir. Una huerta puede tener una producción promedio anual de unos 8 kg por m2, lo que implica poco más de 200 kg de alimentos frescos. Casi 750 g de verdura fresca por día. Si una familia de cuatro personas trabajara parcialmente una huerta urbana, podría alcanzar a producir el equivalente a 3 kg de verdura fresca por día. Y, además, vender una parte.  Los bolsones solidarios que hoy en día se venden en varios mercados sociales de Buenos Aires, de alrededor de entre 9 y 10 kg de verdura por paquete. En un país – increíblemente, con hambre – dar soluciones reales, es imprescindible.

Pero a ello se suman, los enormes servicios que las unidades de asistencia técnica y extensión tienen en las interfases urbanas, promoviendo la producción hortícola sustentable, la entrega de semillas, plantas y animales, capacitación en el uso de la pequeña y mediana maquinaria rural, agregando valor en los sistemas productivos, generando trabajo y formación para actores sociales caídos del sistema, promoviendo el consumo y las ferias locales, implementando procesos de reconversión productiva sana e integrando a la producción y a la sociedad como aliados en la promoción y el consumo de alimentos adecuados y necesarios para una población que lo necesita.

El conurbano de Buenos Aires, es un territorio complejo y de grandes tensiones sociales. La productividad de conflictos socioambientales va desde la lucha por la apropiación de las tierras hasta formas de producción, peleadas con las prácticas sostenibles.

El INTA AUPU AMBA – por ejemplo, Escobar, y todas las Unidades que se vinculan en el llamado CONURBANO BONAERENSE, de Buenos Aires, Argentina – prestan importantes servicios que se suman al ordenamiento de un territorio complejo. Y que, de cerrarse, dejaría a la deriva, un sinnúmero de producciones agrícolas – de pequeña y mediana escala especialmente – que contribuyen a la mejora de la calidad de vida y ambiental de un importante territorio argentino, como el conurbano bonaerense. En todo el AMBA se registra producción avícola en pequeña escala para autoconsumo, así como de otras aves (patos, pavos y gansos) y producción cunícola. Por último, la producción apícola aumentó un 50 % en número de colmenas, y se concentra en el segundo y tercer cordón del conurbano (Figueroa y otros 2025).

Mientras una buena parte del mundo más desarrollado – pretendido de emular por la política nacional como faro – promueve la reconversión productiva, la recuperación de la infraestructura verde y la ciudad de 15 minutos, en la Argentina se amenaza con el cierre a instituciones científico tecnológicas que han dado cuenta de su enorme performance y servicio agropecuario imprescindible en todos los frentes, tanto rural como las interfases urbano-rurales y los enormes servicios ambientales prestados por estos.  Esperemos que tanto la ciencia como la conciencia, prevalezca por encima del interés coyuntural y la mirada de corto plazo. No pueden desarticularse siete décadas de exitosa historia científica y productiva, cuando toda la sociedad – sin fisuras – reconoce la relevancia de una entidad singular y ejemplo tanto regional como global por su enorme trabajo de investigación y extensión en un territorio tan diverso.

 

Referencias

Figueroa, A. y otros (2025). Caracterización socio-productiva del área de influencia de la EEA AMBA. Disponible en: https://repositorio.inta.gob.ar/xmlui/handle/20.500.12123/21103#

Pengue, W.A. (2017).  Agroecología y ciudad: alimentación, ambiente y salud para una agenda urbana sostenible. Revista Papeles Nº. 139.  Papeles de relaciones ecosociales y cambio global. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6201906

Pengue, W.A. y Rodríguez, A.F. (2018). Agroecología, Ambiente y Salud: Escudos Verdes Productivos y Pueblos Sustentables. Disponible en: https://cl.boell.org/sites/default/files/lib-escudo-verde-agroecologia-int-para_web.pdf

Pengue, W.A. (2023). Economía Ecológica, Recursos Naturales y Sistemas Alimentarios ¿Quién se Come a Quién? Orientación Gráfica Editora.  Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/370068450_Economia_Ecologica_Recursos_Naturales_y_Sistemas_Alimentarios_Quien_se_Come_a_Quien

 

***

Walter Alberto Pengue es Ingeniero Agrónomo, con una especialización en Mejoramiento Genético Vegetal (Fitotecnia) por la Universidad de Buenos Aires.  En la misma Universidad obtuvo su título de Magister en Políticas Ambientales y Territoriales. Su Doctorado lo hizo en la Escuela de Ingenieros Agrónomos y de Montes en la Universidad de Córdoba (España) en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Sostenible.  Realizó estancias postdoctorales en las Universidades de Tromso (Noruega) y en el INBI, University of Canterbury (Nueva Zelanda).

Pengue es Profesor Titular de Economía Ecológica y Agroecología en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) y director del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente (GEPAMA) de la Universidad de Buenos Aires (FADU UBA).  

Es fundador y ex presidente de la Sociedad Argentino Uruguaya de Economía Ecológica (ASAUEE) y fue miembro del Board Mundial de la ISEE.  Es uno de los fundadores de SOCLA, la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA), de la que actualmente es responsable de su Comité de Ética. Lleva más de 30 años de estudios sobre los impactos ecológicos y socioeconómicos de la agricultura industrial, la agricultura transgénica y el sistema alimentario a nivel nacional, regional y global y su relación con los recursos naturales (suelos, agua, recursos genéticos). Experto Internacional, revisor, autor principal y coordinador de autores del IPBES (Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas) (desde 2019), TEEB (2015 a 2019) y del Resource Panel de Naciones Unidas Ambiente (2007 a 2015). Ha sido autor principal del Capítulo 16 de la Ronda 6 del IPCC (2019/2022), presentado en 2023. Actualmente es autor principal y coordinador de autores en el Proyecto Nexus IPBES, análisis temático sobre las interrelaciones entre los sistemas alimentarios, la biodiversidad, la salud, el agua y el cambio climático (2021 a 2025). Participa actualmente de la Red CLACSO sobre Agroecología Política y es tutor del Grupo de Agroecología Andina. Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente y vocal de su Consejo Directivo (2024/2026) y de Varias Comisiones Científicas Asesoras en Desarrollo Sustentable, Ambiente, Agricultura y Alimentación de Argentina. Profesor invitado de Universidades de América Latina, Europa, Asia, África y Oceanía. Consultor internacional sobre ambiente, agricultura y sistemas alimentarios.  Miembro del Grupo de Pensadores Fundacionales del Ambiente y el desarrollo sustentable de la CEPAL, Naciones Unidas, cuyo último libro es AMÉRICA LATINA y EL CARIBE: Una de las últimas fronteras para la vida (noviembre 2024). Pengue es investigador invitado de la Cátedra CALAS María Sybilla Merian Center de las Universidades de Guadalajara y CIAS, Center for InterAmerican Studies de la Universidad de Bielefeld (2024/2025) y del Center for Advanced Study (HIAS) de la Universidad de Hamburgo (2024/2025).

 

Publicaciones

Todas sus obras pueden bajarse de:  https://www.researchgate.net/profile/Walter-Pengue  

 

Últimos libros

GLIGO, N., PENGUE, WALTER y otros (2024).  AMÉRICA LATINA y EL CARIBE: Una de las últimas fronteras para la vida. El libro (español, inglés, francés y portugués), puede bajarse de: https://www.researchgate.net/profile/Walter-Pengue

PENGUE, WALTER A. (2023). Economía Ecológica, Recursos Naturales y Sistemas Alimentarios ¿Quién se Come a Quién? – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Orientación Gráfica Editora, 2023.354 p.; 24 x 16 cm. – (Economía ecológica / Walter Alberto Pengue ISBN 978-987-1922-51-2 – El libro puede bajarse de: https://www.researchgate.net/profile/Walter-Pengue