A sus 22 años, la ecuatoriana Doménica Azuero, dos veces campeona mundial de bicicrós y once veces campeona panamericana, ha llevado a las pistas algo más que su talento deportivo y desplegado, casi sin querer, una lucha oculta en un deporte mayoritariamente masculino.

Tenía siete años cuando, de camino a la escuela, vio a chicos en bicicletas con cascos y todo el equipo de bicicrós, mientras entrenaban en una pista de su natal Cuenca (sur). «Antes, hacía ballet y modelaje por mi mamá, que le gustaba mucho. De ahí, cuando entré y conocí el bicicrós, me gustó tanto que mis papás tuvieron que meterme a la academia», dice Azuero, unos días después de haber ganado la Copa Latinoamericana en Quito.

Un amor a primera vista con una disciplina de alto riesgo que la llevó a los siete años a subirse en una bicicleta y, sin preparación alguna, lanzarse por la rampa de partida con el consecuente desplome, en lo que fue un aparatoso bautizo en el deporte.

Por: EFE