Potonico, El Salvador.
Arrastrados por diferentes afluentes, inmensos depósitos de plástico multicolor cubren como manto las tranquilas aguas del lago Suchitlán, en El Salvador. Lo mismo sucede en las paradisíacas playas del Caribe hondureño, que reciben miles de toneladas de desechos de Guatemala.
Botellas de soda, envases de medicinas, sandalias viejas y todo tipo de materiales plásticos flotan en las verdes aguas de este lago salvadoreño de 13.500 hectáreas, que sirve de embalse a una central hidroeléctrica y es considerado un humedal de importancia internacional por la UNESCO.
Los pescadores de este enorme lago artificial, el mayor cuerpo de agua dulce del país, cuentan que la contaminación empujó a los peces a aguas profundas donde no pueden lanzar sus redes para atrapar tilapias o guapotes.
«Desde hace más de dos meses que no podemos ejercer la pesca», dijo Luis Peñate, un pescador de 25 años, que ahora se dedica a movilizar a los pocos turistas que se atreven a visitarlo en una lancha de otro pescador para subsistir.
Patos se abren paso entre la basura, pequeñas tortugas se suben a las botellas flotantes para asolearse y algunos caballos flacos beben del agua contaminada.
Es una «contaminación nunca vista», asegura Jacinto Tobar, alcalde del poblado de Potonico, en el departamento de Chalatenango, a unos 100 km al norte de San Salvador. «La fauna, la flora están sufriendo mucho» y los turistas son cada vez menos, afirma.
Los pescadores deben competir con 1,5 millones de cormoranes negros que se estima, habitan en el lago, según el alcalde, y que se han convertido en una especie de plaga, pues un día llegaron como aves migratorias y se quedaron.
¿A quiénes afecta?
Con unos 2.500 habitantes, Potonico es el municipio más afectado de 15 localidades ribereñas al lago.
La Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa del Estado, que administra la vida del embalse del Suchitlán, emplea a decenas de trabajadores que limpian a mano el lago. Y algunos vecinos colaboran en esta tarea que, según el alcalde, llevará de tres a cuatro meses.
«¿Qué podemos esperar del futuro si no cuidamos a nuestro medio ambiente, si ensuciamos nuestras calles, ríos, lagos, bosques y playas?», dijo esta semana el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, tras el lanzamiento de la campaña nacional «Cero Basura».
El ministro salvadoreño de Medio Ambiente, Fernando López, aseguró que a diario en el país se generan 4.200 toneladas de desechos, y de esas unas 1.200 terminan en ríos, playas o en calles en todo el territorio.
De Guatemala a la costa de Honduras
Uno de los peores focos de contaminación plástica en la costa caribeña de Centroamérica está en las playas de la región de Omoa, en Honduras.
La costa de esta región a unos 200 km al norte de Tegucigalpa es bellísima, con abundante vegetación y palmeras, pero en algunas zonas la arena está prácticamente recubierta por una gruesa alfombra plástica de envases de todo tipo, jeringas y otros desechos.
«Esta basura viene del río Motagua, del lado de Guatemala, no la han podido detener», lamenta Cándido Flores, un residente de la zona de 76 años.
Las toneladas de desechos que arrastra el río Motagua desde Guatemala han creado «islas de basura» que flotan en el Caribe hondureño, según denuncias reiteradas de autoridades y activistas locales. El asunto ha generado tensiones entre ambos países.
Ante la problemática, la ONG holandesa, The Ocean Cleanup, advierte que por el río Las Vacas, afluente del Motagua, pasan cada año unas 20.000 toneladas de desechos plásticos que, en su mayoría, provienen del relleno sanitario de la capital guatemalteca.
La contaminación debe atacarse desde el origen
«Tenemos que atacar de donde viene el flujo principal de todos estos residuos», estima Eduardo Arguera, de 29 años, un estudiante de arquitectura de la Universidad de El Salvador que ha impulsado, desde la sociedad civil, campañas de limpieza.
Para contener los residuos plásticos y evitar que lleguen a lagos y al mar, propone la colocación de vallados en puntos estratégicos.
El presidente del Centro de Tecnología Apropiada (CESTA) de El Salvador, Ricardo Navarro, considera que la limpieza del material plástico «es una prioridad». Explicó que solo un 30% flota, y que el resto se hunde en la profundidad de las aguas.
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), 11 millones de toneladas métricas de plástico ingresan cada año a los océanos. Advirtió que esa cifra puede triplicarse en los próximos 20 años.
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