Por Elisa Domínguez Álvarez Icaza, Ciencia UNAM-DGDC

La naturaleza guarda registros en donde descansan las aves y los caminantes buscan sombra: los árboles, unos archivos invaluables para los científicos.

Osvaldo Franco Ramos, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM, se ha especializado en la Dendrogeomorfología, disciplina dedicada al estudio del crecimiento de los árboles en interacción con el ambiente.  Las raíces han captado su atención, al ser un recurso poco explorado para describir la evolución de suelos erosionados, es decir, territorios desprovistos de nutrientes a causa de la degradación natural y humana.

La geografía permite entender los fenómenos naturales desde la interconexión que tienen con otros elementos del ambiente; hay relaciones entre ellos que complejizan los eventos climáticos o geomorfológicos.  De hecho, esa es la razón por la cual el doctor Franco se adentró a su estudio.

Pero ¿cómo las raíces pueden ayudar a fechar lo que sucede a su alrededor?  Conforme el árbol crece, desarrolla un sistema de raíces. Si el suelo se erosiona, las raíces empiezan a exponerse a cambios de temperatura y humedad, lo que se refleja en un cambio en su patrón normal de crecimiento.

Ante la pérdida del suelo

La erosión sucede a raíz de lluvias intensas o muy prolongadas. El suelo se satura, el agua no puede infiltrarse y escurre. Primero se forman los surcos, pequeñas depresiones más incipientes. Una red de surcos se alimentará de una mayor carga el agua y adquirirá una mayor potencia erosiva, lo que a la larga creará una cárcava, un canal más pronunciado.

Además de la cantidad de agua, la infiltración de los suelos también depende de los materiales. Los que tienen mucha arcilla, por ejemplo, son más impermeables.

Otros factores son el relieve, si es que hay una ladera con pendiente y morfología recta-cóncava; y la ausencia de vegetación. Si no hay plantas, muchas veces debido a los cambios de uso de suelo para la agroganadería, no existe un soporte que contrarreste.

Las cárcavas afectan al ecosistema al destruir las diferentes capas del suelo, llamadas horizontes.  Cuando se acaba el horizonte A, más superficial, el suelo es inservible para sembrar.

El ciclo hidrológico también es modificado ya que se puede alterar la dinámica de distribución del agua y de precipitación. Además, estos suelos desnudos, cuando se oxidan todos los minerales, empiezan a emanar más dióxido de carbono a la atmósfera.

El equipo al que pertenece Osvaldo, conformado mayormente por geógrafos, viajó al Volcán Paricutín, Michoacán, una formación relativamente joven de 80 años; y a Huasca, Hidalgo, una zona de un vulcanismo más antiguo, para aplicar el análisis de raíces en dos zonas erosionadas que pudieran contrastarse.

“Queríamos saber qué tan activas eran las cárcavas que se formaron después de la erupción y conocer su origen y evolución”, expresa el académico. La buena noticia es que las raíces pueden arrojar luz sobre esas preguntas.

Lo que las raíces cuentan 

Al empezar la expedición, los investigadores necesitaban encontrar un lugar que presentara una erosión continua a la fecha y especies de árboles con potencial dendrogeomorfológico, es decir, que forman anillos anuales sensibles a los cambios de la variabilidad climática y a los procesos geomorfológicos.

Un anillo más estrecho se relaciona con periodos de sequía y, por el contrario, aros más anchos se asocian con periodos más húmedos.  En zonas tropicales es más difícil encontrar este tipo de especies porque no hay mucha variación en las condiciones; mientras que en lugares más templados la mayoría de las especies tienen esa característica.

“Después de determinar el potencial de los árboles, lo que hicimos fue buscar cárcavas que tuvieran raíces expuestas cerca de las paredes de la cárcava” señala el investigador. La labor les llevó unas horas, ya que las raíces suelen dar soporte a los suelos y oponerse a la erosión.

El siguiente paso fue hacer un muestreo de diferentes secciones transversales de raíces en la parte baja, la parte media y la parte alta de las cárcavas, ya que éstas se originan en territorios más bajos y se desarrollan aguas arriba, hacia la cima de alguna estructura volcánica. La selección permitió entender su evolución: los inicios; cuando empezó a formarse; y la última etapa.

“Al tomar las medidas de la cárcava y de las muestras seleccionadas fue posible hacer cálculos y saber, de manera lineal, cuánto sedimento se perdió en cada corte que hicimos”, puntualiza el científico. La tasa de erosión se obtuvo a partir del espesor del suelo desgastado y el tiempo, derivado del análisis de las raíces que se exhibieron.

Las muestras recolectadas pasaron por dos tipos de análisis. El primero consistía en cortes histológicos entintados para resaltar las células y medirlas a partir de las fotografías obtenidas por el microscopio. Si se detectaban paredes más anchas y un área de lumen más reducida, se sugería un momento de erosión y de exposición de la raíz, debido a que ésta se modifica ante los cambios súbitos ambientales.

El segundo estudio, a nivel macroscópico, consistía en cortes de 3 centímetros. “Detectamos que en algún momento la raíz empezaba a tener anillos excéntricos, es decir, más alargados hacia un lado que al otro lado”.

Usualmente los anillos crecen de forma concéntrica a menos de que se encuentren en condiciones de estrés de temperatura y estrés hídrico. Al fechar las anomalías, es posible saber en qué año se expuso la raíz.

Proteger los orígenes

“La dendrogeomorfología permite reconstruir, de manera temporal y espacial, cómo se comporta un fenómeno geomorfológico que puede ser peligroso para alguna población en un lugar”, concluye Franco, adscrito al Departamento de Geografía Física.

En principio, un análisis de este estilo es muy útil para los planes de ordenamiento y planeación territorial. Estos estudios se pueden hacer a una escala mayor para determinar qué tan intenso y rápido es el agotamiento; e identificar regiones con mayor y menor erosión.

Pueden servir para incentivar prácticas de reforestación en las zonas de mayor degradación y de protección en las áreas más conservadas. Uno de los retos que enfrenta este estudio pionero en su tipo, de acuerdo con el geógrafo, es la difusión a las autoridades y comunidades.

En el caso del Paricutín, por ahora, no hay planes de extender la investigación porque no hay una problemática muy importante de erosión.

Pero en el caso de Huasca, sí existe una situación de mayor erosión con un sistema de cárcavas más desarrollado, que ha llevado a la extensión de las badlands, tierras desprovistas de nutrientes.

La deforestación no sólo se traduce en la pérdida de servicios ecosistémicos, sino también de archivos longevos.

Consulta la nota original: https://ciencia.unam.mx/leer/1395/las-raices-registros-de-la-erosion