Quito, Ecuador.

Las primeras lluvias de invierno sobre un bosque seco en el cantón Zapotillo, en el sur de Ecuador, alientan el surgimiento de las flores amarillas de cientos de guayacanes, convirtiendo a 40.000 hectáreas en un manto color oro que cautiva a miles de turistas e inspira a artistas.

Esa explosión de vida y color ocurre normalmente una vez al año y dura máximo ocho días, por lo que las autoridades de Zapotillo han preparado rutas para los turistas, ferias culturales y aprovechan la ocasión para promocionar emprendimientos.

Tras el florecimiento a finales o inicio de año, dependiendo de la fecha de la caída de las primeras lluvias, el manto color oro que cubre los árboles se transforma en un alfombra amarilla con la caída de las acampanadas flores, otro espectáculo que enamora a los visitantes.

.Y que alimenta, pues tras el implacable verano, la flor en el piso es lo primero que comen los chivos y vacas, entre otros animales del sector.
Según el Ayuntamiento de Zapotillo, gracias a las lluvias, ahora el florecimiento de los guayacanes «será como regalo de fin de año».

«Al inicio del año ya se dio el florecimiento de guayacanes y este 2018 se cierra con otro espectáculo similar. Son pocas veces donde hay dos florecimientos en el año», indicó.

Científicamente conocido como Handroanthus Chrysanthus, el guayacán es un árbol originario de la zona intertropical de América y común en toda la geografía ecuatoriana en el rango de 200 a 1.200 metros sobre el nivel del mar, por lo que es hijo de regiones cálidas.

Y aunque hay guayacanes en las provincias ecuatorianas de Esmeraldas, Manabí, Guayas, Los Ríos y El Oro, Ana María Chalán, técnica de la Unidad de Turismo del Municipio de Zapotillo, en la provincia de Loja, explica a Efe que el florecimiento más llamativo se da en las parroquias Bolaspamba, Mangahurco y Cazadero.

De dos clases (el común y el oreja de león, que difieren en el fuste y en la intensidad del color de la flor), los guayacanes desnudan sus hojas para requerir mínimas cantidades de agua como mecanismo de supervivencia ante la temporada seca, que dura unos nueve meses, por lo que el bosque ofrece una apariencia lúgubre la mayor parte del año.

De tronco fuerte, compacto, cilíndrico, de aproximadamente 60 centímetros de diámetro en promedio, el guayacán es una especie de lento crecimiento, y para que un árbol alcance los 15 metros, requiere hasta 200 años, según el Ministerio de Ambiente.

Con una corteza color marrón, negruzca y escamosa y un sistema radicular grande y profundo, el guayacán es el centro de atención por estos días en Zapotillo, cerca a la frontera con Perú y a unos 320 kilómetros de la ciudad de Loja.

Zapotillo es uno de los cantones del sur de Ecuador que forman parte de la reserva de la biósfera declarada por a Unesco en 2015 y aunque los guayacanes están allí desde hace muchos años, fue desde 2012 que se comenzó a potenciar al turismo el espectacular florecimiento masivo de la milenaria especie.

Ahora, los visitantes pueden incluso acampar en la zona donde hay baños y duchas, dar paseos en bicicleta, a caballo y también «apadrinar» un guayacán en Zapotillo, donde, además, se conquista la retina del visitante con sus coloridas artesanías, y su paladar con platos típicos, como el chivo al hueco, nombre que hereda de su forma de preparación.

Entre otras actividades en la zona, los turistas pueden visitar la feria de emprendimientos donde se expone y venden productos del bosque seco, como la miel, artesanías personalizadas y la cerveza artesanal, de acuerdo a Chalán.

Según ella, el año pasado visitaron la zona unas 10.000 personas para admirar el florecimiento del guayacán, árbol que por su singular belleza se utiliza como ornamento en parques y jardines.

Aunque ahora es más protegido, su recia madera es apreciada para trabajos de carpintería, decoraciones interiores y construcción en general, «pero esta especie es más valorada si no se tala, para que sea disfrutada por varias generaciones», sostiene el Ministerio de Turismo.

Susana Madera

Por: EFE