Amanda Sierra e Isabel Fabregat.

 

 

El animal de investigación nos permite conocer cuáles son las causas de enfermedades, primer paso imprescindible para desarrollar nuevas terapias.

Tenemos un reciente ejemplo de la necesidad de experimentación animal en el lecanemab (comercializado como Leqembi), un fármaco aprobado el pasado mes de noviembre por la Agencia Europea del Medicamento para frenar la progresión del alzhéimer. Este medicamento reduce la formación de las placas de proteína beta amiloide, características de la enfermedad, lo que posibilita que el sistema inmune las ataque y destruya.

Para el desarrollo del Leqembi, han sido necesarias varias décadas de investigación animal, que han determinado que las placas de beta amiloide son causantes de la enfermedad y han permitido diseñar terapias que las eliminen.

Aunque este fármaco tiene un gran potencial, hay algunos pacientes que desarrollan efectos secundarios, por lo que sigue siendo necesaria la investigación animal para refinar este fármaco y ofrecer terapias seguras a todos los pacientes de alzhéimer.

Cáncer y enfermedades raras

 

Hay muchos más ejemplos como este que justifican por qué sigue siendo necesaria la experimentación animal no solo en enfermedades del sistema nervioso, si no en cáncer, enfermedades infecciosas o enfermedades raras, como explica EARA, la asociación europea de animales de investigación.

La experimentación en seres humanos está altamente regulada, por evidentes motivos éticos, y solo se autorizan ensayos clínicos para testar nuevos fármacos en pacientes cuando se han obtenido suficientes evidencias en animales de experimentación de que el medicamento es eficaz contra la enfermedad y sin graves efectos secundarios.

La experimentación animal también es necesaria en veterinaria, para avanzar en el conocimiento de las enfermedades y diseñar nuevos tratamientos en animales.

Métodos alternativos

 

Estos modelos alternativos se basan en herramientas de bioinformática y cultivos celulares. Por ejemplo, el reciente desarrollo de organoides, formados por células humanas que se hacen crecer de manera tridimensional imitando la estructura y función de órganos como el hígado o el intestino, se han generado utilizando el conocimiento obtenido de animales de experimentación en las últimas décadas. Estos organoides pueden generarse a partir de células de la piel obtenidas de una simple biopsia de cada paciente, lo que en el futuro permitirá una medicina más personalizada.

A pesar de su gran potencial, estos modelos aún no son suficientemente sofisticados para reemplazar la investigación animal. Un ejemplo claro son los organoides cerebrales, que aunque ya están siendo utilizados, están muy lejos de tener la complejidad de un cerebro.

Los organoides cerebrales actuales contienen neuronas, pero su conectividad es muy reducida. Además, por ejemplo, carecen de vasos sanguíneos y barrera hematoencefálica, determinantes para estudiar si los fármacos son capaces de llegar desde la sangre a las neuronas. Y tampoco contienen los macrófagos cerebrales que forman el sistema de autodefensa del cerebro y juegan un papel crítico en todas las enfermedades cerebrales.

Complicaciones

 

Aún más complicado será conseguir que estos organoides imiten la conexión que tiene el cerebro con otros órganos, como el hígado, que elimina compuestos tóxicos; o el intestino y su microbiota, que produce compuestos neuroactivos, por poner otros ejemplos. Para alcanzar este objetivo, serán necesarios nuevos materiales y métodos de cultivo, pero también muchos años de investigación en animales que nos ayuden a entender cómo se comunica el cerebro con el resto del cuerpo.

Por último, es difícil imaginar cómo los cultivos de organoides cerebrales pueden servir para estudiar el comportamiento. Sin esto, será muy complicado que nos puedan servir para encontrar tratamientos más eficaces para la depresión o la ansiedad, o fármacos para potenciar nuestra capacidad de aprendizaje. Es posible que la investigación animal nunca pueda ser reemplazada del todo.

Moscas, peces, y ratones

 

La mayor parte de la investigación biomédica se hace con moscas, peces cebra y ratones, tanto por motivos éticos como por razones meramente prácticas. Aunque su complejidad no es la de un ser humano, estos animales recapitulan en gran medida todos los tipos de células de una persona, con las ventajas añadidas de su pequeño tamaño y su corto ciclo de vida. Esto hace que su mantenimiento sea barato y que puedan hacerse experimentos con más rapidez.

La investigación en mamíferos de mayor tamaño, como perros, cerdos o monos, es, afortunadamente, muy escasa además de muy cara, y solo se realiza cuando se considera un paso previo imprescindible antes de pasar a seres humanos, en los llamados ensayos preclínicos.

En España, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación publica anualmente un Informe sobre usos de animales en experimentación y otros fines científicos. En el último informe, correspondiente a 2023, se detalla que un 89 % de las especies utilizadas (excluyendo los peces, que se usan en piscifactorías) son ratones de laboratorio. A excepción de los peces, el número total de animales utilizados se ha ido reduciendo en los últimos años.

Una experimentación altamente regulada

 

La experimentación animal se rige por el principio de las 3R: remplazar, reducir y refinar. Es decir, utilizar modelos alternativos cuando sea posible, el mínimo número de animales, y con procedimientos que impliquen el menor grado de sufrimiento.

Para ello, en España existe una legislación específica que regula la actividad de los investigadores, así como de los animalarios y otros centros donde se alojan los animales.

Por un lado, los investigadores necesitan un permiso especial que requiere certificar una formación continuada en las técnicas más avanzadas. Por otro lado, los animalarios también tienen que tener una certificación para realizar su actividad, y son sometidos a inspecciones periódicas. Ambas certificaciones dependen de las comunidades autónomas en las que se realice la actividad. Por último, todos los procedimientos con animales requieren la aprobación previa de un comité de ética especializado. Además, el estado de salud de los animales es monitorizado tanto por los investigadores como por el personal técnico de los animalarios.

Acuerdo de transparencia

 

Debido al interés que tanto las sociedades científicas como los investigadores e investigadoras españoles tienen en que toda esta normativa se cumpla escrupulosamente, la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE), que agrupa 89 sociedades científicas, coordina y lidera el Acuerdo de transparencia sobre el uso de animales en experimentación científica en España.

Este acuerdo, el mayor en Europa, incluye a 168 centros de investigación, sociedades científicas, universidades y asociaciones de pacientes que se comprometen a divulgar con transparencia sus actividades en investigación animal. Porque los animales de investigación salvan vidas, humanas y animales, nos corresponde a los científicos, veterinarios y autoridades competentes velar por su bienestar.