Ecuador.
Todo el mundo miente o ha mentido alguna vez en su vida. Estudios señalan que las personas dicen una o dos mentiras al día. En un mundo con 8 billones de personas, eso serían al menos 16 billones de mentiras diarias.
“El tema de la mentira, pensaría que es algo que está presente tanto en la historia como también en la literatura y en muchas acciones de actividades que tienen que ver con la cultura humana. Para nuestra cultura, la mentira más bien tiene una carga en un sentido ético-moral que cualquier otra cosa”, destacó el sociólogo Jorge Torres.
Si mentir es penado por la sociedad, ¿por qué lo hacemos tan a menudo? Estudios de la Asociación Americana de Psicología señalan que los humanos empezamos a mentir incluso antes de empezar a hablar. Un ejemplo de ello es el llanto falso que los bebés utilizan para llamar la atención de sus padres.
Mientras crecemos, las motivaciones para mentir cambian. Por ejemplo, los hombres tienen tendencia a mentir para impresionar o por subir en una escala social y las mujeres lo hacen para hacer sentir bien a otros.
A nivel cerebral, la mentira también hace de las suyas. Un estudio publicado por la revista británica de psiquiatría encontró que mentir puede afectar la actividad de la amígdala cerebral, una pequeña estructura relacionada con las emociones.
“La que se encarga de todos los sentimientos de emociones es nuestra amígdala. Obviamente cuando yo miento y es una mentira un poquito grave, un poquito ya fuerte, me siento mal, siento remordimiento. Al nosotros mentir muy frecuentemente, esto que ya se vuelve un hábito, esa función de la amígdala a nivel emocional ya va disminuyendo hasta que desaparece y empiezo a hacer mentiras más elaboradas”, explicó la psicóloga, Alejandra Espín.
En otras palabras, nuestro cerebro puede adaptarse con facilidad a la mentira. En el caso de los mentirosos patológicos, la ciencia ha descubierto que sus cerebros contienen niveles elevados de materia blanca y una disminución de materia gris.
“La sustancia blanca es la encargada de la plasticidad neuronal, la que nos ayuda con la memoria, la concentración, con todas estas funciones cerebrales que se consideran básicas hasta cierto punto. La sustancia gris es la que está más relacionada a nivel emocional, que es la que ayuda a la función de la amígdala. Por eso se reduce la culpa, la vergüenza y empiezan a activarse otras funciones que es la de la creatividad. ¿Por qué? Porque tengo que tener creatividad para saber qué voy a mentir”, relató Espín.
Y aunque mentir nos hace más creativos o ingeniosos, la virtud de hablar con la verdad es importante pues ayuda a mantener el equilibrio y la convivencia armónica. Pues una sociedad donde la mentira es común puede sufrir de desorden y desconfianza generalizada.
Por: UTN.
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