México.

Un lejano lugar de enigmática belleza, único y rico en biodiversidad. Complejo, rodeado de mar, con imponentes acantilados, una fortaleza casi inaccesible. Donde un volcán se levantó desde el fondo del océano hace casi 10 millones de años, hoy se encuentra la

Un lejano lugar de enigmática belleza, único y rico en biodiversidad. Complejo, rodeado de mar, con imponentes acantilados, una fortaleza casi inaccesible. Donde un volcán se levantó desde el fondo del océano hace casi 10 millones de años, hoy se encuentra la Reserva de la Biósfera Isla Guadalupe, a casi 300 kilómetros de la costa oeste de Baja California.

A primera vista, parece un sitio inhóspito, pero ha sido semillero y refugio para la vida, albergando especies que solo existen aquí. Las aguas a su alrededor, ricas en peces e invertebrados marinos, atraen a cerca de 130 variedades de aves, que aquí descansan y generan nueva vida.

Sus costas son sitios de reproducción y crianza de importantes colonias de pinípedos, algunos que incluso estaban al borde de la extinción, como el enigmático lobo fino de Guadalupe.

Sus marcadas altitudes favorecen la existencia de una amplia variedad de microclimas, poco más de 200 especies de árboles y plantas, conforman un mosaico poco visto de paisajes. La neblina, una de las principales fuentes de agua dulce, trae la humedad que baña a los bosques de cipreses y pinos.

Hogar del Junco y Pinzón de Guadalupe, aves que no existen en otro lugar del mundo. La Isla Guadalupe permaneció intacta desde el siglo XIX, cuando cazadores llegaron en busca de pinípedos, de los que obtenían pieles y combustible.

Por sus frecuentes visitas, decidieron introducir especies para alimentarse, como las cabras, y trajeron consigo otras como gatos y ratones que rápidamente dañaron el equilibrio de la vida en la isla.

El sobrepastoreo de las cabras provocó la pérdida de muchas plantas, al menos 26 especies se extinguieron, mientras que otras introducidas de origen europeo proliferaron.

Para frenar estos daños y proteger su biodiversidad nativa, en 2003 se realizaron las primeras acciones de conservación por parte de la Asociación Civil, Grupo de Ecología y Conservación de Islas GECI y la Comunidad Local, dedicada a la Pesca de Abulón y Langosta, contando con el apoyo de instituciones gubernamentales, académicas y fundaciones nacionales e internacionales.

De esta manera diseñaron un programa de erradicación de cabras que finalizó en 2007, acompañado de un programa para evitar la introducción de especies animales y vegetales no nativas. Gracias a esto, las plantas de Pino, Encinos y Palma de Guadalupe reaparecieron después de mucho tiempo y aumentaron su número rápidamente.

Con el fin de avanzar en su restauración, GECI, junto a instancias gubernamentales, se ha dado la tarea de reforestar con más de cien mil plantas nativas.

Por su naturaleza, las islas son sitios donde la evolución ha producido formas de vida excepcionales. Por eso, su conservación es primordial. Isla Guadalupe, la Lupita, como es conocida, un tesoro de nuestro país.

Por: DGDC.