Panamá.
En el pequeño pueblo de Guararé, conocido por su riqueza cultural y folclórica, la música es un lenguaje que conecta generaciones. Simón Saavedra, oriundo del pueblo, ha dedicado su vida a preservar este legado, enseñando a niños y jóvenes a interpretar el violín y la mejorana, dos instrumentos que, aunque distantes en su origen, convergen en la identidad musical panameña.
“Me siento orgulloso de ser guarareño y, a la vez, de ser instructor de estos discípulos que ejecutan el violín como profesionales”, comenta Simón con emoción.
Su labor no solo se enfoca en la técnica, sino en transmitir el amor por la música y el respeto por las tradiciones que han marcado su vida. Los estudiantes de la academia abarcan desde principiantes hasta niveles avanzados, creando un espacio donde cada uno encuentra su ritmo y su voz. Entre ellos destaca Yeneli María Domínguez, de 12 años, quien lleva un año aprendiendo violín bajo la guía de Simón.
“Siempre me interesó el violín porque mi familia toca mejorana, décima y violín. Desde pequeña, quise tocarlo”, relata.
Su conexión con el instrumento no solo es musical, sino también emocional, reforzada por el entorno cultural en el que ha crecido. Otro estudiante, Jesús Emigre Sánchez Durán, compartió su experiencia de dos años en la academia: “Descubrí que el violín es hermoso y suena muy bonito. Me atrajeron las piezas clásicas de Beethoven y Mozart, y quiero aprenderlas algún día”.
Para Jesús, el violín no solo representa un desafío técnico, sino una puerta hacia mundos musicales que desea explorar.
Simón, además de ser un maestro dedicado, se preocupa por enseñar el trasfondo histórico de los instrumentos. Explica a sus alumnos cómo el violín, nacido en Italia, llegó a Panamá en su forma primitiva, conocido como rabel, y cómo evolucionó hasta el instrumento de cuatro cuerdas que conocemos hoy. También destaca la importancia del afinamiento tradicional: mi, la, re, sol, y los componentes esenciales del violín, como el clavijero, el puente y la caja de resonancia. Pero la pasión de Simón no se limita al violín.
Como instructor de mejorana durante cinco años, ha trabajado incansablemente para mantener viva esta tradición. “Es un placer ver cómo los niños tienen la emoción de aprender las costumbres de su pueblo y que no se pierdan”, señala.
Su compromiso con la cultura local se refleja en cada clase, donde fomenta no solo el aprendizaje musical, sino también el amor por la identidad guarareña.
La academia es un espacio vibrante, lleno de vida y sonidos que resuenan con historia y futuro. Simón se enorgullece de sus estudiantes: “Son una belleza para mí, los quiero con el alma”.
Su legado no solo se mide en notas y melodías, sino en el impacto que tiene en cada niño que pasa por sus manos, inspirándolos a abrazar sus raíces y a encontrar su voz en la música.
La enseñanza de Simón Saavedra es más que formación técnica; es un acto de amor por Guararé, por su gente y por el patrimonio cultural que define a este rincón de Panamá.
Gracias a su dedicación, la música seguirá siendo un puente entre generaciones, llevando consigo el eco de las tradiciones y el espíritu de un pueblo que vive a través de sus melodías.
Por: SERTV.