Guadalajara, Jalisco.

Imagina que retrocedes en el tiempo y te encuentras cara a cara con un neandertal. ¿Qué pensarías al observarlo? ¿Lo verías como un reflejo primitivo de nuestra humanidad o como un ser completamente diferente? En la conferencia «Si yo fuera un neandertal», el reconocido paleontólogo español Juan Luis Arsuaga invitó al público de la FIL Guadalajara a explorar esta pregunta y a reflexionar sobre nuestras raíces como especie.

Arsuaga, codirector de los yacimientos de la sierra de Atapuerca y director científico del Museo de la Evolución Humana de Burgos, ha dedicado su vida a desentrañar los secretos de nuestros antecesores.

Junto al novelista Juan José Millás, ha coescrito una trilogía —La vida contada por un sapiens a un neandertal, La muerte contada por un sapiens a un neandertal y La conciencia contada por un sapiens a un neandertal— que combina ciencia y narrativa para explorar la naturaleza humana.
Ahora, llega a Guadalajara como parte del contingente español, país invitado de honor de la FIL 2024.

Evolución y la naturaleza humana

Según Arsuaga, «si el ser humano es la pregunta, la evolución humana es la respuesta». Sin embargo, esa respuesta no siempre es sencilla. Desde la perspectiva filosófica, la naturaleza humana ha sido interpretada a través de dos lentes opuestos: el pesimismo de Thomas Hobbes, quien argumenta que somos agresivos y egoístas por naturaleza, y el optimismo de Jean-Jacques Rousseau, que propone que nacemos buenos, pero es la sociedad la que nos corrompe.

Estos conceptos no solo abren un debate sobre la humanidad moderna, sino que también plantean interrogantes sobre nuestros ancestros: ¿eran los neandertales buenos salvajes o representaban la competencia feroz que Hobbes describe?

Evidencias desde la prehistoria: Homo antecessor y neandertales

El registro fósil ofrece pistas. Por ejemplo, los restos de Homo antecessor hallados en Atapuerca, que datan de hace 400,000 años, muestran signos de canibalismo. Huesos desmembrados, rotos y tratados de manera similar a los restos de animales consumidos por homínidos, sugieren comportamientos que desafían la visión idealizada de un pasado inocente. Estos actos, aunque brutales desde nuestra perspectiva, también revelan un complejo entramado de supervivencia y adaptación.

Por otro lado, también hay indicios de que los neandertales practicaban rituales relacionados con la muerte, un comportamiento que apunta hacia la conciencia y la empatía. Estos contrastes evidencian una dualidad: en ellos, al igual que en nosotros, coexistían el altruismo y la agresión.

El aprendizaje del odio y el amor

La reflexión de Nelson Mandela: «nadie nace odiando, a odiar se aprende», resuena en este contexto. Si el odio es aprendido, ¿qué nos dice eso de las conductas de nuestros ancestros? Aunque es fácil señalar actos de violencia en el registro fósil, también debemos considerar los vínculos sociales y la cooperación que permitieron a estas especies prosperar. Después de todo, si no hubieran sido capaces de colaborar, probablemente no estaríamos aquí.

Más allá del neandertal: preguntas para el presente

En su conferencia, Arsuaga no solo examinó a los neandertales, sino también a nosotros mismos. Al analizar las similitudes y diferencias entre ellos y nosotros, cuestiona si los avances que hemos logrado como especie han sido suficientes para superar nuestras contradicciones internas.

«Si lo que hacemos aquí no está conectado con lo que ocurre afuera, estamos perdiendo el tiempo», afirma Arsuaga, subrayando la importancia de vincular el pasado con el presente para entender nuestro lugar en el mundo.

¿Qué tan diferentes somos realmente de los neandertales? ¿Estamos condenados por un egoísmo innato, o hay esperanza en nuestra capacidad de aprender y colaborar?

Por: Leslie Almanza / NCC Iberoamérica.