Madrid.-

En 2016, el descubrimiento de Próxima b, un planeta similar a la Tierra que orbita a la estrella más cercana al Sol ocupaba la portada de la revista Nature. Dos años después, Nature informa de un nuevo hallazgo: una supertierra de al menos 3,2 veces el tamaño de la Tierra y que orbita a la estrella Barnard.

El hallazgo ha sido posible gracias a una de las mayores campañas internacionales de observación de la historia, en la que telescopios de todo el mundo han tomado cerca de 800 medidas, «una cantidad de información ingente recabada durante más de 20 años», explicó Ignasi Ribas, del Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña (IEECCSIC), y que ha liderado una colaboración internacional.

«Todos estos datos nos han permitido caracterizar el sistema planetario que orbita a Barnard», el segundo sistema más cercano a nosotros y en el que, además, «no descartamos que pueda haber más planetas», sostiene el investigador.

Pero, ¿cómo es este sistema? El planeta recién descubierto depende de la estrella Barnard, una enana roja de entre 7.000 y 10.000 millones de años, «casi el doble de vieja que el Sol», relativamente inactiva y la más rápida del cielo nocturno.

Barnard b, bautizado así en honor a su anfitriona, tarda unos 233 días en orbitar a su estrella y, aunque está relativamente cerca de ella (a un 40% de distancia de lo que está la Tierra del Sol), es un mundo frío y oscuro que podría estar a unos -170 grados centígrados.

«Es un mundo helado porque recibe muy poca energía de su estrella: solo un 2% de lo que la Tierra obtiene del Sol», y se encuentra cerca de la llamada ‘línea de hielo’, una zona orbital alrededor de una estrella en la que compuestos volátiles como el agua pueden condensarse en hielo sólido.

Por eso, es «muy improbable» que Barnard b tenga agua líquida en la superficie, pero no se puede descartar que la tenga en el subsuelo, explica Ribas.

Además, comparada con Próxima b, que se considera el planeta con más posibilidades de albergar vida fuera del Sistema Solar, parece poco probable que esta supertierra pueda contener alguna forma de vida, pero «la vida, a veces, encuentra formas hábiles de sobrevivir», advierte el físico español.

El hallazgo ha sido posible gracias a la técnica Doppler, uno de los muchos métodos diseñados por los astrónomos para descubrir planetas imposibles de observar de manera directa.

La técnica busca planetas a partir de los efectos que provoca en su estrella porque, cuando un planeta orbita a una estrella, la atracción gravitatoria hace que la estrella se mueva también.

«Y según la física, cuando una fuente de luz se acerca al observador, su espectro se desplaza ligeramente hacia el azul y su longitud de onda es más corta y, cuando se aleja, se desplaza al rojo, hacia longitudes de onda más largas. Por lo tanto, cuando vemos una estrella que se bambolea (se acerca y se aleja), se puede deducir que hay un planeta en órbita», puntualiza Ribas.

El hallazgo del exoplaneta, que forma parte de los proyectos Red Dots y CARMENES dedicados a buscar planetas cercanos al Sistema Solar, ha sido posible gracias a las mediciones de alta precisión de telescopios de todo el mundo.

Entre ellos, el famoso cazador de planeta HARPS y el espectrógrafo UVES, ambos del Observatorio Europeo Austral (ESO).

Y es que, HARPS, que mide cambios en la velocidad de una estrella causados por un exoplaneta que la orbita, es capaz de detectar variaciones de velocidad de incluso 3,5 km/h (un ritmo parecido al que utilizamos al caminar).

«El descubrimiento supone un avance significativo en la búsqueda de exoplanetas alrededor de nuestros vecinos estelares, con la esperanza de, finalmente, encontrar uno que tenga las condiciones adecuadas para albergar vida», concluye la investigadora del Instituto de Astrofísica de Andalucía y coautora del trabajo, Cristina Rodríguez López.

En el trabajo han colaborado en el estudio científicos de España, Chile, China, Francia, Alemania, Israel, Polonia, Suiza, Estados Unidos y Reino Unido.

Por:EFE