Madrid.
Según un estudio, los efectos, tanto buenos como malos, con relación al tiempo que pasan los niños y adolescentes con las pantallas son pocos y su influencia varia en función del dispositivo, contenido y contexto.
La exposición a las pantallas y sus efectos es un tema lleno de matices y el investigador en Ciencias de la Salud de la Universidad de Cádiz (sur de España) Borja del Pozo, uno de los firmantes del artículo, indica a EFE que, en el actual momento de conocimiento, la actual alarma “no se justifica del todo”.
Un equipo internacional encabezado por científicos australianos realizó un estudio sobre los resultados de 102 metaanálisis previos (método para sintetizar resultados de diferentes estudios) que incluían a casi dos millones de participantes y que publica Nature Human Behaviour.
No puede darse “una respuesta tajante” sobre los beneficios y riesgos de la exposición a las pantallas (desde la televisión a los móviles o los videojuegos) porque -dice- es un tema “complejo” que dependen de muchos factores, como el contenido o, en el caso de los más pequeños, si los padres o cuidadores están presentes e interactúan con ellos.
Esta dualidad se ve en los videojuegos. Cuando son educativos se relacionan con una mejora del aprendizaje, pero a la vez tienen un efecto negativo, “aunque mínimo”, en la salud corporal por el mayor sedentarismo.
De manera similar, el aprendizaje “se reduce ligeramente en los niños con un mayor uso de televisión, pero aumenta ligeramente cuando el niño mira la televisión junto a sus padres”, señala el estudio.
En todo caso, los efectos identificados en el estudio, tanto buenos como malos, son pequeños o moderados, indica Del Pozo.
Efectos negativos
El investigador español destaca entre los negativos el uso de pantallas vinculadas a las redes sociales, que se relacionan con mayor riesgo de depresión o de problemas de salud mental, sin indicios de posibles beneficios.
“Existe una evidencia moderada para esa combinación de contenido y tiempo de exposición al mismo”, comenta Del Pozo, quien agrega que no pudieron establecer un tiempo de uso para esos efectos, debido a los datos disponibles, pero cuanto más uso, mayor es el riesgo.
Otra relación negativa es la exposición a anuncios de comida basura, pues han podido comprobar que “tiene una asociación directa” con una peor salud física, mental y hábitos de vida poco saludables.
Efectos positivos.
En el otro extremo, una categoría de exposición que “pareció asociarse sistemáticamente con beneficios” eran las intervenciones basadas en pantallas diseñadas para promover conductas de aprendizaje o de salud, escriben los investigadores.
El debate sobre la necesidad o no de limitar la exposición a pantallas, en especial el uso de móviles entre niños y adolescentes, está presente en la sociedad, pero el investigador no está de acuerdo con la “demonización”, y considera que “primero hay que entenderlas y luego hacer un buen uso de ellas”.
La clave, para Del Pozo, está en “lo que se ve, con quién se ve y en el uso racional y educado” de las mismas y “balanceando riesgos y beneficios”.
Restringirlas a, por ejemplo, dos horas al días “es un poco difuso y genérico”, pues dependerá de qué se ve y con quién. En todo caso, aún no hay datos para conocer la “dosis óptima de pantallas, aunque fueran exclusivamente de contenido educativo”.
La investigación está hecha con una nueva interpretación de datos ya contenidos en otros análisis y el autor muestra algunas limitaciones, como que no se puede establecer una relación causa efecto concreta o que datos como el tiempo de exposición o contenidos eran facilitados por los participantes.
El equipo está ahora embarcado en un proyecto propio, con el uso de cámaras que llevan los niños y la ayuda de inteligencia artificial, que permitirá una recogida de datos más precisa y objetiva a lo largo del tiempo.
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