Platy, Grecia.
El agricultor Sotiris Mournos, con los ojos pegados a su teléfono móvil, lee detenidamente los últimos datos de microclima y humedad de sus campos en las llanuras de Emacia en el norte de Grecia.
Las técnicas de alta tecnología agrícola que utiliza progresan lentamente en este sector de tradiciones arraigadas. Sin embargo, campesinos como él las ven cruciales para superar las dificultades actuales.
Mournos, de 25 años, utiliza una aplicación griega de cultivos inteligentes para impulsar la producción de los campos de algodón y árboles frutales de su familia.
Usando datos en tiempo real recogidos por una estación meteorológica, puede analizar el impacto de las condiciones del tiempo en su plantación de algodón de 10 hectáreas.
«Hemos conseguido reducir el uso de fertilizante y riego» y así «incrementar el retorno financiero» de la granja, explica Mournos. El cual abandonó sus estudios de computación en la universidad para dedicarse a la parcela familiar en la localidad de Platy.
Medir la humedad o el nivel de nitrógeno en el suelo ayuda a limitar el uso excesivo de fertilizantes y ahorra agua, ilustra.
Como en otros países del sur de Europa, el sector agrícola griego carece crónicamente de agua y la agricultura inteligente puede mitigar este problema.
Incrementar la productividad
El sector también perdió gran parte de su mano de obra en décadas recientes, cuando muchos jóvenes renunciaron a los trabajos en el campo por empleos mejor pagados en servicios como el turismo.
La agricultura representa ahora un 5% del PIB de Grecia, la mitad que hace 20 años.
El gobierno presupuestó 230 millones de euros (similar en dólares) en los próximos tres años para revitalizar esta industria.
La mayoría procede de los fondos de innovación de la Política Agrícola Común (PAC) de la Unión Europea.
«La mayoría de jóvenes en mi pueblo prefieren otros empleos y han dejado de trabajar en los campos», dice Mournos.
Pero él se gana la vida con la meta de trabajar más eficientemente gracias a esta aplicación que lleva usando varios años.
Ahora usa un 40% menos de fertilizante en sus campos de algodón y evita usar dos espráis pesticidas, lo que le supone un ahorro de unos 9.000 euros (similar en dólares) y no repercute en su producción.
Los analistas dicen que la aplicación no se utiliza de forma amplia en Grecia, aunque el interés crece.
Pero convencer a agricultores menos hábiles con las tecnologías que el joven Mournos es un desafío.
Un obstáculo es el pequeño tamaño de las granjas griegas (menos de 10 hectáreas de media) y el terreno principalmente montañoso del país.
Además, suelen ser negocios familiares o implican el alquiler de campos, lo que hace menos interesante invertir en herramientas y técnicas nuevas.
Seducir al granjero
Además, una «endémica» falta de cooperación entre agricultores les impide compartir costes, dice Aikaterini Kasimati, ingeniero agrícola de la Universidad de Agronomía de Atenas.
El resultado es que Grecia está a la zaga de otros países europeos en el uso de agricultura inteligente, dice Vassilis Protonotarios, director de marketing de Neuropublic, una compañía especializada en este sector.
Según él, los campesinos podrían beneficiarse de la nueva tecnología sin tener que invertir en equipamiento costoso ni tener «habilidades digitales especializadas».
Pero hay que convencer a los agricultores de probar algo nuevo.
El campesino orgánico Thodoris Arvanitis dice que sus colegas no están interesados en nuevas tecnologías porque no saben suficiente de ellas y prefieren los antiguos métodos convencionales.
«Los granjeros no irán a buscar tecnología cuando no tienen dinero suficiente para el combustible«, añade Arvanitis desde su granja en el pueblo de Kiourka, unos 30 kilómetros al norte de Atenas.
Esta actitud puede cambiar con el tiempo a medida que el cambio climático añade presión a los costes de los cultivos, dice Machi Symeonidou, agronomista y creador de la empresa de informática agrícola Agroapps.
La guerra en Ucrania y su impacto en el suministro global de alimentos también muestran la creciente necesidad de producir comida a nivel local, dice Kasimati.
«Vemos una degradación constante de los campos y una caída del rendimiento», además de un encarecimiento del agua, dijo.
«Pero a medida que la tecnología se simplifique y abarate, estas herramientas se utilizarán más«, añadió.
Por: Vassilis Kyriakouli.
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