Argentina.

Este filete no es igual a los demás, es carne argentina, pero de vacas alimentadas en pastizales naturales, no en corrales donde se los engorda con soja y maíz. En lugar de agravar la crisis climática, esta forma de producción de carne vacuna puede contribuir a aliviarla. Se puede degustar en Buenos Aires, en el restaurante Esquina, el dueño, Rodrigo Sieiro, adquiere el producto directamente del ganadero.

“El precio es mucho más caro, hay carne mucho más barata, pero nada, creemos en la calidad de eso y en la individualidad de los productores. Tiene menos masa intramuscular, tiene un sabor un poquito más fuerte, rico”, explicó Sieiro.

Esa carne viene de generar las eras, a 116 kilómetros de Buenos Aires. Aquí, Fernando Bianchi recupera el pastizal degradado para alimentar a sus vacas. Como él, otros 125 ganaderos argentinos se integraron en la alianza del pastizal que coordina Federico Schafer. Algunos empezaron hace 26 años, cuando en Argentina avanzaba sin freno el engorde a corral o feedlot. El modelo de pastizal busca armonizar la producción y la conservación. Y ha dado buenos resultados, dicen.

“Nos permitió abaratar los costos. Entonces, lo que vimos mirando el todo, que a lo largo de los años pudimos producir más pasto, pudimos producir más carne, aumentando la biodiversidad, aumentando la vida silvestre, aumentando la retención de agua en el suelo”, comentó Bianchi.

Bianchi ha recuperado el pastizal rotando a los animales por sectores de su finca hasta dos veces por día. En los campos agrícolas, planta gramíneas y leguminosas para que brote el pasto. La alianza del pastizal, que es un proyecto de Birdlife, aves argentinas y otras ONGs, promueve este sistema en seis países sudamericanos.

“Una vaca que, por ejemplo, fue alimentada con granos, que viene con una huella de carbono muy grande por todo lo que es la agricultura. Tiene muchos insumos encima. Eso tiene una huella muy grande de carbono detrás de la vaca y además la vaca emite”, relató Schafer.

Pero la ganadería vacuna puede revertir su impacto. “Si la vaca está en un sistema donde se están midiendo esas variables y no dependiendo de insumos externos, sobre todo, que son las grandes huellas del carbono, esa vaca en su ciclo natural está capturando carbono. De hecho, las grandes praderas se hicieron con herbívoros y se capturó carbono naturalmente”, destacó Schafer.

Por el impacto del movimiento de las vacas en su musculación, Bianchi sostiene que se consigue una carne de mejor calidad nutricional en términos de grasas y vitaminas, de mejor sabor y de mejor precio. “Replicando el modelo productivista de feedlot, perdimos esa cualidad que tenía la Argentina, esa marca país de una carne hecha a pasto, es espectacular”, acentuó Bianchi.

Poco a poco, los clientes de Argentina y del resto del mundo vuelven a buscar esa carne de pastizales, por sus cualidades, pero también por su bajo impacto ambiental.