España
Entre las diferentes propuestas que existen para colonizar Marte hay una que ha inspirado a unos científicos españoles para salvar a la Tierra de las amenazas del cambio climático. Es el proyecto denominado terraformación, planteado por la División de Ciencia Planetaria de la NASA, y que integra múltiples estrategias para trastocar el clima del planeta rojo y hacerlo habitable.
El Laboratorio de Sistemas Complejos de la Empresa Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) se ha fijado en una de estas ideas para aplicarla a la Tierra: la transformación del suelo a través de bacterias cambiadas genéticamente.
Estos organismos sintéticos pueden ser capaces de salvar la biosfera al modificar la temperatura del planeta.
Ricard Solé, profesor en la Universidad Pompeu Fabra y miembro del Instituto Santa Fe (Nuevo México), es uno de los que está a la cabeza de esta investigación y lanza esta pregunta: “¿Hasta qué punto el humano puede reinventar el ecosistema para asegurar el futuro de las generaciones más jóvenes?” Estos organismos sintéticos pueden ser capaces de salvar la biosfera al modificar la temperatura del planeta y evitar que se siga degradando el suelo.
Para Solé, “hacer frente al cambio climático es un reto muy importante y pese a los pactos internacionales, como el Acuerdo de París, y otras acciones científicas, como la geoingeniería, que trabajan en ello, no son suficientes”. El investigador defiende que hay que buscar más opciones: “Nosotros somos los primeros en plantear la idea de la terraformación para evitar que la temperatura continúe subiendo”.
Lo cierto es que, aunque el calentamiento global ha aumentado en los últimos tiempos, aún hay tiempo para poner medidas. Es esencial actuar antes que se alcance un punto de no retorno.
Frente al estado actual del cambio climático, ¿de qué forma actúa vuestra propuesta de la bioingeniería del planeta?
La raíz de todos los problemas es que inyectamos dióxido de carbono en la atmósfera. Esto causa que la temperatura de la Tierra aumente. El límite se ha establecido en dos grados y ahora estamos cerca del grado y medio.
Nosotros diseñamos bacterias cambiadas genéticamente con el fin de introducirlas más adelante en ecosistemas degradados para evitar que colapsen, mitigar los gases del efecto invernadero y eliminar substancias contaminantes de diferentes hábitats. Se podrían implantar a escala nacional o regional. Particularmente, podríamos mejorar el cambio hacia un sistema semidesértico.
¿Qué proponéis para mejorar estos ambientes?
Uno de los principales inconvenientes de estos ambientes es que apenas retienen agua en el suelo. Para ponerle remedio, diseñamos bacterias modificadas genéticamente que se instalarían en el suelo y crearían una molécula capaz de conservar más humedad.
Además, se podrían modificar especies ya presentes para que mejoren la calidad del suelo. Se establecería una suerte de cooperación entre bacterias y plantas. Un cambio así bastaría para favorecer que las plantas tuvieran más resistencia y contribuyeran a que el suelo fuera más rico y diverso. Esto sería suficiente, cuando menos, para separarnos del punto de colapso.
¿Se podría recuperar un ecosistema que está completamente degradado?
Sería verdaderamente difícil. Es muy complicado entrar en un estado de este modo y devolverlo a su situación precedente. Es como si afirmaras que has destruido una casa y que la vas a edificar con las ruinas. Nos sirve de ejemplo el hecho de que hace 5.500 años el Sáhara era verde. En menos de un siglo se estropeó y ahora no puede volver a su estado inicial.
Con los sistemas semidesérticos aún estamos a tiempo de que regresen a un punto de equilibrio. Es esencial actuar sobre estos lugares, en la medida en que suponen prácticamente el 40% de la superficie del planeta y en ellos vive un porcentaje similar de la población mundial.
Estas bacterias podrían hacer pequeños cambios en el ecosistema para que este mejore, ¿serían capaces además de trastocar un entorno por completo?
En un principio, los cambios no tienen por qué ser radicales. Los microorganismos podrían dar lugar a un ecosistema prácticamente igual, con algo más de vegetación. Eso no quita que no se pueda dar vuelta a un ecosistema y, por ejemplo, pasar de una comunidad seca a otra con mucha vegetación.
No sabemos hasta qué punto se podría realizar una transformación de este modo. Lo que está claro es que, si queremos proseguir aquí, debemos modificar en mayor o menor medida los ecosistemas. Esto puede implicar que haya especies que desaparezcan, por lo que hay que poner en la balanza qué queremos.
¿Sería ético que el humano manipulara de esa forma un ecosistema?
La mutación genética manipulada por el hombre siempre ha despertado mucha discusión. Hoy se emplea solo en la agricultura intensiva. Personalmente, considero que se podría trastocar el tiempo a gran escala, siempre que se mantenga en unos límites.
Por ejemplo, incluimos unas barreras genéticas y ecológicas para estabilizar e inspeccionar la actuación de los microorganismos. La idea es combinar y proteger los hábitats que se han conservado con los que se han creado sintéticamente para mantener la biodiversidad.
Además de reivindicar que se puedan editar genéticamente los ecosistemas, también matizáis que esto no es solo cosa de científicos y que se debe implicar toda la sociedad. ¿Qué responsabilidad tenemos cada uno de nosotros para frenar el cambio climático?
Si todos colaboramos, podemos cambiar las cosas. Me preocupa pensar que mis hijos no tendrán futuro porque hayamos arruinado el clima. Estoy convencido de que estamos a tiempo y que podemos crear una sociedad en la que podamos vivir bien. Para ello, quizá debamos replantear la forma de consumir: emplear menos plásticos, hacer un empleo eficiente de la energía, utilizar menos el coche…
El comportamiento humano, en consecuencia, resulta esencial para que esta clase de ideas triunfe.
Por supuesto. La mayoría de la gente no es consciente de que una pequeña mala acción puede tener un enorme efecto sobre el tiempo. Nosotros proponemos una solución tecnológica, pero la tecnología por sí sola no nos va a salvar. Precisamos ambas cosas: la innovación y el compromiso de la sociedad.
Opino, editora de MIT Technology Review en español.
por: Alba Casilda/ La Vanguardia
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