Nuevos estudios sobre la luz artificial nocturna muestran que los efectos de la contaminación lumínica tienen mayor alcance de lo que se pensaba, informaron el lunes el Centro Alemán para la Investigación Integrativa de la Biodiversidad Halle-Jena-Leipzig (iDiv) y la Universidad de Jena. Incluso pequeñas cantidades de luz artificial podrían alterar la estabilidad de especies y ecosistemas.
Según los científicos, la iluminación artificial aumenta en todo el mundo hasta un diez por ciento cada año, y está interrumpiendo los ciclos naturales de luz que han sido en gran medida constantes a lo largo de la historia de la Tierra. Estos ciclos son vitales para los organismos que dependen de la luz como fuente de energía e información.
La luz afecta no solo a humanos
Hasta ahora, los estudios sobre la contaminación lumínica se han centrado principalmente en la salud humana y en especies individuales, subrayan los científicos. Sin embargo, normalmente se ha dejado de lado el estudio de ecosistemas completos.
«Las especies no existen aisladas, sino que interactúan de muchas maneras», explicó Myriam Hirt la Universidad de Jena, quien, junto con Remo Ryser, editó una edición científica especial sobre este tema. «Nuestro objetivo era comprender mejor cómo el brillo del cielo nocturno afecta a ecosistemas enteros y a los servicios ecosistémicos asociados». Para ello se recrearon diferentes ecosistemas en el laboratorio.
Luz que llega hasta el subsuelo
En varios estudios, los biólogos han demostrado, por ejemplo, que los efectos de la luz artificial también llegan a las comunidades del suelo subterráneo e influyen en la respiración del suelo y en la eficacia del uso del carbono. La luz artificial también influye en la actividad de los insectos, lo que, entre otras cosas, conduce a un mayor comportamiento cazador. Además reduce la biomasa vegetal y su diversidad y provoca cambios en las características de las plantas, como la vellosidad de las hojas.
Según los hallazgos de los investigadores, la luz artificial también puede cambiar los períodos en los que las especies están activas. Esto podría influir en la existencia continua de especies. «Por ejemplo, trasladar la actividad de las especies diurnas y crepusculares a la nocturna cambia los riesgos de extinción en toda la comunidad», dice Ryser.
Otros estudios también muestran que la luz artificial puede tener efectos dominó que también afectan a los humanos. Por ejemplo, la luz artificial nocturna puede influir en la frecuencia y el comportamiento de los mosquitos, como la búsqueda de huéspedes, el apareamiento y la actividad de vuelo. Esto podría tener consecuencias de gran alcance para la transmisión de enfermedades como la malaria al ser humano.
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