México.

Las selvas bajas caducifolias como esta en Chamela, Jalisco, tienen una temporada de secas muy marcada. Durante el día, aparenta estar quieta, inerte, pero al caer la noche, muchos individuos rondan en busca de alimento. Algunos, a pesar de su minúsculo tamaño, tienen ciertas estructuras que los hacen expertos cazadores: los alacranes.

Su aguijón inyecta veneno, una mezcla de sustancias químicas que atacan el sistema nervioso de sus presas. Su metabolismo es tan eficiente que les permite obtener agua de sus víctimas, sobre todo en esta temporada de sequía. Y cuando la lluvia aparece, es hora de buscar pareja, después del cortejo, el apareamiento y la gestación. Las crías son protegidas por su madre, hasta que puedan valerse por sí mismas.

México posee la mayor diversidad de alacranes en el mundo, con 311 especies registradas, de las cuales 24 tienen venenos que pueden poner en riesgo la vida humana.

La mayoría de ellos cuentan con una cutícula que florece al ser expuesta a la luz ultravioleta. Gracias a la presencia de ciertas sustancias químicas, como las carbolinas y cumarinas, que reflejan este tipo de luz. Aún se desconoce si esta capacidad representa algún beneficio para los alacranes, pero los científicos plantean que podría ser un mecanismo de protección contra la radiación solar, o bien, que les ayude a comunicarse y reconocerse entre ellos. Como sea, esta característica facilita la detección de estos organismos para quienes los estudian.

El doctor Edmundo González Santillán de la Colección Nacional de Arácnidos del Instituto de Biología de la UNAM investiga junto a sus estudiantes la diversidad de los alacranes, sus relaciones, su ambiente, así como su evolución. También colabora en proyectos acerca de sus venenos para el desarrollo de antivenenos y otros medicamentos.

Conocer, estudiar y proteger a estos fascinantes organismos es crucial a la hora de salvar vidas, así como para tener un mejor entendimiento de la naturaleza y nuestro lugar en ella.

 

Por: DGDC.