Líbano.

Samira tiene 9 años, está luchando contra el cáncer como los demás niños aquí. “Me gustan las actividades. Dibujo y pinto. Me encanta venir aquí, me gusta aquí más que en casa”, dijo.

Cuando tenía cuatro años le diagnosticaron cáncer en los huesos y en la sangre y vino aquí para recibir tratamiento. Tras recaer el año pasado, su madre la trajo de vuelta. “El centro nos acogió una vez más y cubrió todos los gastos del tratamiento. Gracias a Dios hemos podido superarlo de nuevo. Si no hubiera sido por el apoyo económico y moral del centro, no hubiéramos logrado superar esta crisis”, dijo su mamá.

El gobierno no proporciona fondos para estos niños. Su tratamiento es completamente financiado por donaciones. “Este es el muro de las manos de la esperanza, cubierto con los nombres de aquellos que han donado dinero para que este centro funcione, pero el problema es que el Líbano está al borde del colapso económico y ciertamente en guerra. Menos personas están contribuyendo, lo que pone este centro en riesgo”, dijo un colaborador.

Las donaciones son expuestas en las paredes de todo el centro, pero muchos aportes fueron hechos en la moneda local y han perdido el 90% de su valor. “Durante los últimos años hemos tenido que enfrentar muchos obstáculos, desde la devaluación de la moneda, la crisis económica, hasta la guerra. Todo ello nos ha obligado a cancelar algunos de nuestros eventos, lo que ha afectado el presupuesto anual que tenemos que recaudar. Por ejemplo, este año tenemos un déficit del 50% y corremos el riesgo de no poder acomodar a todos los pacientes o inscribir a nuevos niños diagnosticados con cáncer”, dijo una doctora.

Aunque el centro tenga dificultades, su trabajo continúa siendo muy importante, ya que atiende a casi la mitad de los niños que padecen cáncer en el Líbano. Ahmad también estuvo ingresado aquí. Hace más de una década que venció el cáncer. Ha vuelto no por su salud, sino para apoyar a otros pacientes y a sus padres.

“Es mi refugio seguro. Cuando me siento estresado, visito este lugar donde crecí. Entonces me doy cuenta de que todo es una tontería comparado con lo que pasé. Fue una experiencia dura, pero hermosa. Aún hoy, no puedo olvidar este lugar que me hace sentir seguro”, dijo Ahmad.

Esta es la campana que tocan los niños cuando abandonan el centro libres de cáncer es el último tratamiento de quimioterapia de Ali ha vencido la enfermedad. La familia de Ali se lo lleva a empezar un nuevo capítulo. Si el centro sigue funcionando, cuando sea mayor, quizá vuelva para ayudar a otros.