Tales conclusiones surgen de una investigación publicada en el Bulletin of the Seismological Society of America que analiza, mediante el desarrollo de modelos, el sismo ocurrido en el extremo sureste de la brecha sísmica de Guerrero, en América del Norte, y la propagación del tsunami en la bahía de Acapulco, México, en septiembre de 2021.
“Nos dimos cuenta de que, al menos en México, hay sismos grandes –causantes de numerosas pérdidas humanas y cuantiosos daños materiales– que parecen repetirse, de forma más o menos regular, cada 50-60 años, en los mismos lugares, con signos y características similares”, dice a SciDev.Net Diego Melgar, autor principal de la investigación.
Él y sus colegas encontraron que el terremoto de 2021 resultó sorprendentemente similar a otro de magnitud 7 que azotó la bahía en 1962. Y el pasado 19 de septiembre se registró un sismo de magnitud 7,7 en el estado de Michoacán, en la costa del Pacífico, con características similares al ocurrido hace 49 años, en 1973.
“Tenemos razones para pensar que deberíamos mirar la zona de subducción mexicana y prevenir a la población y puertos de zonas aledañas en sitios en los que se produjo un sismo hace 45-50 años”, afirma Melgar, que integra el Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Oregón, en Estados Unidos.
Según la teoría tectónica de placas, la subducción es el proceso de hundimiento de una placa bajo la otra. La placa subducida, la que se hunde, suele estar formada por corteza oceánica, más delgada y densa que la continental.
“Todos los sismólogos deseamos predecir sismos porque queremos que nuestra sociedad esté preparada para enfrentarlos. Si bien estamos muy lejos de poder hacerlo, tenemos que investigar la posibilidad de generalizar este tipo de comportamientos”, agrega Melgar.
Andrés Folguera, geólogo del Instituto de Estudios Andinos “Don Pablo Groeber” de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, que no participó en la investigación, resalta su importancia.
“Este trabajo reproduce, a través de un modelo numérico, hecho con un programa, cómo sería un tsunami que se produciría a partir de una potencial ruptura y lo compara con tsunamis antiguos producidos en la zona. El modelo es exitoso, ajusta muy bien la forma en que podría producirse un tsunami en la zona de Guerrero”, comenta a SciDev.Net.
Y Sebastián Riquelme, investigador del Programa de Riesgo Sísmico y jefe de Operaciones del Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile, pone de relieve el hecho de que sus autores hayan modelado la fuente sísmica y el tsunami con diferentes tipos de datos (desplazamiento, aceleración, datos de marea y de satélite).
Riquelme, que tampoco fue parte del estudio, también considera valioso que éste resaltara “la peligrosidad que aún existe en Guerrero, donde a pesar de haberse generado un terremoto de magnitud 7, aún queda energía para generar un terremoto mayor (o igual) a 8”.
Asimismo, resalta como aporte de valor el descubrimiento de que un terremoto, a pesar de no ser de gran magnitud, puede generar un tsunami. “La peligrosidad de ese tsunami para la gente no está en su tamaño sino en la interacción y amplificación de las ondas que se generan con las bahías y puertos”, precisa.
Para avanzar más rápidamente en el desarrollo de conocimientos, “los sismólogos de diferentes centros deben compartir todos sus datos en tiempo real” porque “los terremotos y los tsunamis no respetan fronteras entre países”, propone.
Folguera comenta que Argentina carece de modelos predictivos de tsunamis en lugares como Tierra del Fuego y la Patagonia Sur, zonas de riesgo directo, porque el país no tiene un fondo marino hundiéndose por debajo del continente, como ocurre en el lado del Pacífico.
“Lo que tiene son riesgos asociados a zonas de subducción relativamente lejanas, en la península Antártica y bajo las Islas Sandwich del Sur”, explica.
Por esa causa, en el margen Atlántico, donde se localizan las poblaciones económicamente más importantes del país, el riesgo de producción de tsunami es menor. “Si existiera un tsunami en Mar del Plata, como hubo en la década del 50, o en Buenos Aires, como sucedió a finales del siglo XIX, el riesgo podría ser muy grande”, advierte Folguera.
En el caso de los lagos y de la costa atlántica el riesgo se asocia a grandes deslizamientos que caen en un lago o que se producen en el talud atlántico submarino.
A pesar de ello, tampoco hay modelos para la zona de los lagos del sur argentino, donde los riesgos de tsunamis son por deslizamientos. Folguera afirma que, debido a su profundidad, los tsunamis de los lagos son los más grandes de la tierra, con decenas a centenas de metros de altura.
Diego Melgar sostiene que “América Latina es tierra de temblores y tenemos que vivir con ellos”.
“No hay manera de pararlos, pero sí podemos entenderlos y prepararnos para enfrentarlos. En esos 50 años que aproximadamente transcurren entre sismos, deberíamos trabajar en la prevención, en códigos de construcción, planes de ingeniería y de respuesta social, para que cuando tiemble la tierra, lo que nos sorprenda sea la ausencia de daños y muertes”, enfatiza.
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