México.
En 1779, Guadalajara era una ciudad pequeña que había crecido en una sola dirección. Nadie se había encargado de construir viviendas para los más pobres. Esta era una necesidad imperiosa que Fray Antonio decidió resolver, pero él sabía que las viviendas solas no eran toda la solución.
Era necesario fundar un barrio con su parroquia, su jardín, su camposanto, sus escuelas. Así nació el proyecto que se conoció como Las cuadritas. Un alojamiento para 158 familias necesitadas que planteaba una visión nunca vista en la nueva España.
El barrio tenía también un gran templo, el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, que daría nombre a todo el barrio. En el corazón del barrio estaba también el Hospital de San Miguel de Belén con su camposanto.
Estaba la raíz de lo que hoy es uno de los barrios más tradicionales de Guadalajara. Las cuadritas fueron también una estrategia para el futuro. Con sus rentas se mantuvo el Hospital de San Miguel de Belén.
Fray Antonio había dejado los recursos financieros, un jardín botánico para plantas medicinales y las escuelas.
Dejó un legado que sigue vivo más de dos siglos después de su muerte y dejó a una ciudad transformada que logró convertirse en la segunda más importante de México. Hoy solo queda agradecer, más que la inmensa obra material, el amor inagotable que Fray Antonio Alcalde mostró a esta ciudad.
En 1792 murió en Guadalajara Fray Antonio Alcalde, el Fraile de la Calavera. La ciudad a la que había dedicado 20 años de su vida había quedado transformada para siempre.
Guadalajara, la ciudad que no podía atender a sus enfermos, ahora tenía el hospital más grande de América, un hospital preparado para el futuro. La ciudad donde los pobres tenían que dormir en las calles, ahora tenía un proyecto visionario de vivienda popular como nadie lo había imaginado.
La ciudad pequeña, sin espacio para crecer, ahora tenía vida, trabajo y convivencia en zonas que habían estado deshabitadas. La ciudad donde la educación les estaba negada a los más pobres, ahora tenía escuelas para niñas y niños. La ciudad donde los jóvenes se sentían sin camino, ahora tenía una universidad.
Pero además de esta obra inmensa, visionaria, la vida, el trabajo y el pensamiento de Fray Antonio Alcalde habían dejado una herencia que se quedará en el alma misma de la ciudad, el amor, el trabajo, la compasión y la generosidad.
La humanidad doliente tiene, desde entonces y hasta este día, las puertas abiertas en el corazón de Guadalajara.
Por: Hospital Civil de Guadalajara (HCG).
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