Las cotorras y los loros son conversadores excepcionales. Pueden aprender un repertorio casi ilimitado a lo largo de toda su vida, al mismo tiempo poseen una huella vocal y emiten llamadas para que los miembros de su bandada los reconozcan individualmente. Este hecho plantea la cuestión de cómo es posible que sus llamadas puedan ser tan variables (cambio de tono, timbre o volumen) y al mismo tiempo identificables de forma única.
Un estudio sobre cotorras realizado por el Instituto Max Planck de Comportamiento Animal (MPI-AB) y el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona podría tener la respuesta: los individuos tienen un tono de voz único, conocido como huella vocal, similar al de los humanos.
Este hallazgo en una cotorra en libertad plantea la posibilidad de que una huella de voz también pueda estar presente en otras especies vocalmente flexibles, como los delfines y los murciélagos.
«Tiene sentido que las cotorras tengan una huella de voz subyacente», dice Simeon Smeele, primer autor del artículo, del Max Planck. «Es una solución elegante para un ave que cambia dinámicamente sus llamadas pero aún necesita ser reconocida individualmente en una bandada muy ruidosa«.
Los humanos tenemos repertorios vocales complejos y flexibles, pero aún podemos reconocernos solo con la voz. Esto se debe a que los humanos tenemos una huella de voz: nuestro tracto vocal deja una firma única en el tono de nuestra voz en todo lo que emitimos.
Otros animales sociales también utilizan señales vocales para ser reconocidos. Algunas aves, los murciélagos y los delfines, por ejemplo, emiten una “llamada de contacto” que permite reconocer a los distintos individuos aunque esto solo ocurre en en este tipo de llamada, no en todo su repertorio vocal.
Hasta la fecha, por tanto, no existe evidencia de que los animales tengan firmas únicas que marquen todas las llamadas realizadas por un individuo. En otras palabras, casi ningún animal tiene una huella de voz.
Esto sorprendió a Smeele, investigador doctoral del MPI-AB que estudia cómo los loros utilizan sus excepcionales habilidades vocales para socializar en grupos grandes. Al igual que los humanos, los loros y cotorras usan su lengua y boca para modular las llamadas, lo que significa que «sus gruñidos y chillidos suenan mucho más humanos que el silbido limpio de un pájaro cantor», dice.
Además, al igual que los humanos, los loros viven en grandes grupos dinámicos donde «podría haber decenas de pájaros vocalizando al mismo tiempo», sigue Smeele. «Necesitan una forma de realizar un seguimiento de qué individuo emite qué sonido».
Smeele se preguntó si las cotorras, al poseer la anatomía adecuada y la necesidad de una vida social compleja, podrían haber desarrollado también huellas de voz. Para averiguarlo, viajó a Barcelona, donde existe la mayor población de cotorras marcadas individualmente en libertad.
Seguimiento en Barcelona
Las cotorras son una especie invasora que pulula por los parques de la ciudad en bandadas de cientos de aves. Un programa de seguimiento dirigido por el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona ha estado marcando a las cotorras durante 20 años, y hasta ahora se han identificado 3.000 individuos, una gran ayuda para Smeele y su estudio sobre el reconocimiento de la huella de voz.
Armados con micrófonos de cañón, Smeele y sus colegas grabaron las llamadas de cientos de individuos, recopilando más de 5.000 vocalizaciones en total, lo que lo convierte, hasta la fecha, en el estudio vocal de más envergadura de cotorras en libertad marcadas individualmente. Es importante destacar que Smeele volvió a grabar a los mismos individuos durante dos años, lo que reveló cuán estables eran las llamadas a lo largo del tiempo.
Los investigadores utilizaron un conjunto de modelos para detectar qué tan reconocibles eran los individuos dentro de cada uno de los cinco tipos principales de llamadas características de esta especie.
Sorprendentemente, encontraron una alta variabilidad en la que se conoce como “llamada de contacto” que utilizan las aves para transmitir su identidad. Esto anuló una suposición asumida desde hace tiempo de que las “llamadas de contacto” contienen una señal individual estable y sugirió que las cotorras están usando algo más para su reconocimiento individual.
Una vez que se entrenó al modelo con un individuo, probaron para ver si el modelo podía detectar al mismo individuo a partir de un conjunto diferente de llamadas que se clasificaron como «gruñidos». El modelo proporcionó evidencia de que las cotorras tienen una huella de voz, que según Smeele «podría permitir que los individuos se reconozcan entre sí gracias a su huella vocal».
Confirman el modelo
Los autores advierten que la evidencia está en fase preliminar: «Antes de que podamos hablar de una verdadera huella de voz, debemos confirmar que el modelo puede repetir este resultado cuando se entrena con más datos de más individuos, y que las aves también puedan reconocer este timbre en las vocalizaciones», dice Smeele.
El equipo de Barcelona complementará los experimentos y análisis futuros con un estudio ecológico, marcando a las cotorras con dispositivos GPS para determinar cuántos individuos se superponen en sus áreas de deambulación.
«Esto puede proporcionar información sobre la notable capacidad de la especie para discriminar entre llamadas de diferentes individuos», dice Juan Carlos Senar del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona.
Y si resulta que las cotorras tienen una huella de voz, Smeele dice que esto daría una respuesta a la pregunta de cómo las cotorras y los loros pueden ser tan flexibles vocalmente y sociables al mismo tiempo.
Las implicaciones también irían más allá de los loros y cotorras: «Espero que este hallazgo impulse más trabajos para descubrir huellas de voz en otros animales sociales que pueden modificar de manera flexible su vocalización, como los delfines y los murciélagos», concluye.
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