Nairobi, Kenia

 

 

El Banco Nacional de Genes de Cultivos de Kenia, que almacena más de 50.000 especies, no sólo se ha convertido en una solución para la creciente pérdida de diversidad de cultivos, sino que preserva la rica herencia agrícola del país y aporta recursos para investigar e innovar en la agricultura.

«Queremos aumentar la diversidad de cultivos y la diversidad genética en los cultivos de los agricultores”, asevera a EFE el director del Instituto de Investigación para la Agricultura y la Ganadería de Kenia, Desterio Nyamongo.

La diversidad de cultivos es uno de los factores que contribuyen a la seguridad alimentaria en países de todo el mundo, según el Instituto Internacional de Investigación de Cultivos para las Zonas Tropicales Semiáridas (ICRISAT, por sus siglas inglesas).

Su pérdida se debe a factores como el crecimiento demográfico, las consecuencias del cambio climático o la pérdida de biodiversidad.

Además, permite a los pequeños agricultores, que en África producen el 35% de los alimentos que consume el continente, adaptarse mejor a las condiciones cambiantes del clima o la aparición de plagas.

Un ejemplo de esa diversidad es la combinación de cultivos de especies con diferentes ritmos de crecimiento.

“Si el agricultor tiene ambas variedades, de maduración corta y de maduración tardía, y la temporada es buena, el agricultor obtendrá un gran beneficio. Si la temporada es mala, al menos no tendrá una pérdida total de la cosecha”, recalca el director.

 

Bóveda Global de Semillas

 

El Banco Nacional de Genes de Cultivos de Kenia en Nairobi – apoyado por el Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos (Crop Trust), una ONG con sede en Bonn (Alemania)- contribuye al almacenamiento, la investigación y la distribución de semillas a los agricultores, bajo la gestión del instituto dirigido por Nyamongo.

El proceso que se aplica a estas semillas del banco, que en 2021 envió especies a la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, un depósito de Noruega con 1,3 millones de semillas de todo el mundo, incluye un período de cuarentena que varía entre dos y siete años.

Después son sometidas a diferentes cambios de temperatura y exposición al sol, en función de la característica de la semilla, para hacerla germinar.

Cuando aparecen los tallos, se clasifican en pequeñas cajas de plástico identificadas con diferentes códigos para conservarlas en una sala a unos -18ºC, o en otra a unos 5ºC, dependiendo del tiempo que deban permanecer almacenadas.

Una vez acaba este proceso, pueden distribuirse o duplicarse para enviarlas a otros bancos de semillas.

 

Beneficios del estudio

 

Los conocimientos que el instituto obtiene del estudio de estas especies también beneficia a los pequeños agricultores en Kenia.

“Hemos colaborado en la creación de bancos de semillas comunitarios que promueven el acceso a semillas de calidad y garantizan el acceso a diversos recursos genéticos. Con el cambio climático, el principal reto es el clima errático”, afirma Nyamongo.

Este tipo de clima efectos climáticos extremos repercute en suelos de cultivo como los del oeste de Kenia, que soportan sequías prolongadas o lluvias muy fuertes, explica a EFE Maximilla Onyura, agricultora del condado occidental de Busia que cultiva productos como el maíz o el sorgo y colabora con el banco genético.

“Las semillas que obtenemos del banco son semillas locales que han estado agotadas durante algún tiempo”, cuenta Onyura, de 38 años.

 

El precio, obstáculo para los agricultores

 

Los pequeños productores también afrontan los obstáculos del mercado, como el elevado precio de las semillas híbridas, obtenidas a través de la polinización cruzada de dos variedades de plantas que se puede dar de manera natural o artificial.

“Muchos de los agricultores que viven en las zonas rurales, ni siquiera pueden permitirse el lujo de comprarlas cada dos temporadas”, apunta a EFE Wambui Wakahiu, la responsable de programas de Seed Savers, una organización que facilita el acceso de los agricultores a las semillas y su intercambio.

Las semillas híbridas cuenta con características genéticas mejoradas que permiten mayor uniformidad en el crecimiento del cultivo o mayor resistencia a enfermedades, lo que incrementa la productividad.

Las distancias que estos agricultores tienen que recorrer para comprarla a las distribuidoras son otro reto, ya que muchas de estas agrotiendas se encuentran alejadas de los campos de cultivo.

“Si los agricultores saben cómo guardar sus propias semillas, dejarán de depender totalmente de las agrotiendas. Podrán guardarlas e intercambiarlas con sus vecinos y continuarán produciendo, sin importar el dinero o la distancia”, explica Wakahiu.

Con el impulso de cultivos resistentes y actividades de innovación beneficiosas para los agricultores, concluye Onyura, Kenia conseguirá una mejor seguridad alimentaria y una producción más sostenible.