Montevideo, Uruguay.

Ancestral y constante, la búsqueda del brillo en los complejos textiles de los pueblos andinos es la premisa bajo la cual la artista boliviana Sandra De Berduccy invita en Uruguay a «dejar que los ojos se acostumbren a la oscuridad» al recorrer la inmersiva «Illariykuna».

Ni «demogorgons» de la serie Stranger Things, ni inspiradas en los universos ficticios creados por autores como H.P. Lovecraft, aunque a algún despistado pueda parecerle, las creaciones de De Berduccy, de nombre artístico Aruma, generan una atracción magnética.

Ancestral pero viva

Es que la tentación de adentrarse en un enorme tejido lumínico de fibra óptica o acariciar la serpiente de fibras en la cual, como la deidad andina Illapa, toma cuerpo «la fuerza eléctrica del trueno, el relámpago y la lluvia» supera la de observar desde atrás de una cinta una obra de arte tradicional.

Así lo reconoce desde el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) de Uruguay, la curadora chilena Valentina Montero, quien detalla que la exposición que desde el viernes se puede visitar allí surge de un intercambio entre el museo uruguayo y el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) de Chile.

Con más de 40 piezas, una muestra de Aruma visitada en el MNBA por «más de 100.000 personas» en 2022 llamó la atención del MAPI, que puso a disposición textiles prehispánicos de su colección hacia una muestra que, acota Montero, al aprovechar el «diálogo» con ese rico acervo es distinta a la de Santiago.

«El diálogo es una continuidad», dice al respecto la artista, quien destaca que ante la pregunta de cuánto tiempo tardó en hacer las piezas respondió que «miles de años».

«Estamos hablando de las mismas técnicas y solamente unas experimentaciones de materiales, entonces hay conocimiento de miles de años en cuanto a tecnología y a observación del universo», añade quien investigó los textiles por ocho años en un bosque nativo de su país, donde estas prácticas ancestrales están «totalmente vigentes».

Illariykuna, resplandecemos

Tejedora desde niña, cuando su abuela le dio «los primeros pasos» para hacerlo, Aruma dice que en Bolivia los textiles abundan tanto que a veces ni se los ve, pero su trascendencia es clave.

«Cuando una madre quechua le dice a su hija ‘debes aprender a tejer’ le está dando los elementos para en el futuro resolver problemas (…), en ese conocimiento también se está enseñando un orden del mundo», explica quien resalta que, al igual que por un circuito, por los tejidos fluye energía.

Esto, dice, se conecta con la observación que inspira la muestra del MAPI, pues, señala que «los tejidos antiguos tienen una búsqueda del brillo con diferentes técnicas como juegos de urdimbre, mezclas de materiales, contraste (…), para que cuando las fibras están en movimiento se pueda ver estas luces y sombras intensificadas».

«Una recomendación que doy a los que visiten esta muestra es dejar que sus ojos se acostumbren a la oscuridad, porque es una experiencia en que se necesita cierta calma y también acostumbrar los ojos a detectar los colores que aparecen», expresa en esa línea.

Por otro lado, la curadora destaca que en «Illariykuna» -traducido del quechua como «Resplandecemos»- se repite una colaboración que ya se dio en Chile con el artista sonoro uruguayo Brian Mackern, quien aportó nuevamente su «sonificación» para la obra «Crux» y creó otra pieza basada en datos de la masa del sol.

Tecnologías de ayer y hoy

Según Montero, que lleva 15 años especializándose en artes mediales o «de los nuevos medios», el trabajo de Aruma abre la puerta a entender que la «tecnología blanda» que supone el textil es «muy antigua» y a la vez «tan compleja» como las actuales tecnologías informáticas.

La curadora asegura que esto se ve en la muestra, donde la artista evidencia similitudes entre los códigos QR usados a diario hoy y los textiles «tocapus» de los pueblos originarios andinos Huari y Tihuanaco, que tenían forma cuadrada y también transmitían información.

A lo que para Aruma tejer con fibra óptica, un material que «definitivamente no es tan maleable» como los hilos de lana de oveja o alpaca de los textiles andinos, requiere «acostumbrarse desde cero», para Montero montar este tipo de obras es desafiante.

«No es lo mismo que colgar un cuadro, que también tiene sus requerimientos de iluminación, de temperatura, pero esto se complejiza un poco más porque está trabajando con fibra óptica, con sensores, que son igual frágiles si se manipulan mal», apunta.

La boliviana, en tanto, remarca que el textil «se va reinventando» e «igual que la tecnología se va complejizando».

«También está este momento de experimentar y a las tejedoras nos gusta experimentar», redondea.