Italia.
Hay humanidad que deja sus huellas en la materia, una historia infinita de cuerpos y rostros, en las obras del artista mexicano Javier Marín, expuestas en Roma, hasta el 6 de octubre, en el Museo Nacional Romano y en el Palazzo delle Esposizioni. Lo antiguo y lo moderno al mismo tiempo.
En las Termas de Diocleciano, una columna monumental hecha de fragmentos y heridas, abarrotada como los altares de las grandes catedrales barrocas de la América colonial, destaca entre las orgullosas estatuas romanas. Es un diálogo entre mundos menos distantes de lo que uno podría pensar.
“Todo mi trabajo gira en torno al ser humano, en todas sus dimensiones posibles”, dijo Marín.
Toda la humanidad está hecha de diferencias y transformaciones. Marín los explora a través de la historia de la cultura y el arte. Sus tapices están elaborados con tejidos procedentes de la Península de Yucatán. Telas, gráfica, pintura, dibujo digital, escultura. Las técnicas y los materiales cambian, en una continua metamorfosis del ser humano en el tiempo.
Marín también dibuja con el apoyo de inteligencia artificial cuerpos que giran en el espacio y se elevan entre sí, con un lenguaje manierista y anticlasicista, pero también se vislumbra al ser humano en transformación.
Medusa, la única gorgona no inmortal que aún puede petrificarse con su mirada: pero su cabeza suspendida, de rasgos indios, boca olmeca y nariz maya, nos lleva más allá de la inmovilidad, nos impresiona y nos involucra como lo hacía el arte barroco.
“Dijeron muchas cosas sobre mi trabajo, citando muchas influencias. Hablaron de clásico, neoclásico, barroco, manierismo, expresionismo. Me asociaron con la estética prehispánica, etcétera. Pero todo esto no es premeditado. Es algo que viene por sí solo”, relató Marín.
En este diálogo entre las dos orillas del Atlántico, que es un viaje por el tiempo de las imágenes, vamos más allá de la representación. Javier Marín tiene la capacidad de llenar de emoción los objetos que crea. Material que habla, que conserva huellas de su elaboración y que cada uno está llamado a interpretar libremente.
“Cada día el mundo se hace más pequeño, las culturas se mezclan. Casi parece la utopía de una cultura universal”, concluyó Marín.
Por: RAI.
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