Olivia y sus hijas son habitantes de la colonia La Libertad, en el municipio de Acapulco, Guerrero. Esta colonia se encuentra asentada desde las faldas hasta la punta de un cerro, y si se cruza, se llega a la playa. Antes de Otis era un lugar con mucha vegetación, con árboles frondosos, muchos de ellos frutales.
Han vivido ahí toda su vida, por lo que Otis no fue su primer huracán. Recuerdan que cuando pasó Paulina en 1997, su casa estaba hecha de barro y piedra, y como después de cada huracán, tuvieron que hacer reparaciones para aguantar el próximo temporal. Pero Otis, dicen, se sintió más fuerte, nunca había pasado algo así.
Más de medio año después, las pérdidas y daños que dejó Otis siguen presentes. “Cuando desperté, pensé que era un sueño, me asomé al patio, vi los árboles y lloré. Sentí que me había perdido en un lugar que no conocía, me dio mucha tristeza y miedo”, cuenta María de Jesús al ver sus árboles de mangos quebrados. “En estos tiempos había mucho mango y sí, siente uno feo, porque son árboles de mucho tiempo, yo cuando llegué ahí ya estaban los árboles grandes y ya tenían muchos años y ahora, ya no hay mangos”.
Uno de los árboles de mango de María de Jesús quebrado a la mañana después de Otis / María de Jesús Javier. Vía Climate Tracker.
Pérdidas y daños es un concepto creado en el contexto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y aunque aún está en construcción y no tiene una única definición clara, tiene características que permiten identificarlo.
Los daños son aquellos impactos que pueden ser revertidos, reparados o restaurados; mientras que las pérdidas se consideran irreversibles ya que no pueden ser recuperadas ni reparadas. Las pérdidas y daños pueden ser tanto económicos como no económicos.
La parte económica se identifica a partir de activos, es decir, recursos capaces de generar ingresos como el suelo, herramientas, vehículos o árboles frutales, cuando estos activos se dañan o pierden, se les puede asociar un costo monetario de pérdida o de recuperación.
En cuanto a la parte no económica, es un poco más compleja, porque engloba aspectos que no se pueden cuantificar y que muchas veces son intangibles como la vida, la salud, el bienestar, así como aspectos con valor emocional, espiritual e histórico.
De esta manera, las pérdidas y daños económicos y no económicos no se excluyen entre sí, de hecho, pueden experimentarse al mismo tiempo. Esto le ocurrió a Marlene, la hija del medio de Olivia, quien era la única con árbol de guaya en la zona y cada temporada vendía la fruta en bolsas a 10 pesos. “Aunque sí resiento no venderla, resiento más no tenerla para comer”, relata.
Patio de María de Jesús, siete meses después de Otis_Silvia Sánchez Ramírez Al fondo se ve la leña de lo que fueron sus árboles, que ahora se utilizan para cocinar. Vía Climate Tracker.
A nivel comunitario, la destrucción, escombro y basura siguen siendo un recordatorio de lo vivido y un daño latente. En La Libertad no hay servicio de recolección de basura, los carretones no suben y los depósitos de basura están muy alejados como para ir a pie, por lo que muchas personas depositan y queman su basura en el terreno que anteriormente era un manantial que daba agua a la comunidad.
Como el manantial ya está casi seco, los escombros que dejó Otis en varias casas están ahí. “Antes teníamos el servicio de recolección de la basura, pero ahora ya no viene el carretón, por lo que pasó con Otis ahora menos suben, entonces en el manantial que era de donde obteníamos agua ya lo agarraron de basurero y queman basura”, cuenta Marlene. “Nosotros mismos nos estamos acabando el planeta, la basura se tiene quemar, no podemos tenerla en la casa”, lamenta Delí, que además cuenta que a pesar de haber intentos por restaurar el manantial ha habido conflictos “incluso con machetes” entre los pobladores que quieren recuperar el manantial y quienes quieren usar el terreno como un basurero.
Desde un punto de vista de lo que no es tangible ni tiene un precio, como la salud mental, los daños también se manifiestan en esta familia, especialmente en Olivia. “Lo que me quedó es el miedo, todos los días tengo el corazón aquí en la mano”, describe.
“Hay una diferencia entre las emociones que se sienten en distintos contextos o experiencias de cambio climático, las personas que viven los impactos directos tienen lo que nosotros llamamos como la categoría más amplia de emociones del trauma”, explica Alice Poma, socióloga y especialista en respuesta emocional ante el cambio climático.
Aunado a ello, la investigadora asegura que la destrucción o amenaza de los entornos puede generar un profundo impacto emocional. “El apego al territorio es el vínculo afectivo que los seres humanos construimos con el lugar donde vivimos, por eso la pérdida de un lugar o la posible pérdida de un lugar se puede vivir a nivel emocional como la pérdida de un ser querido, es un luto”. Esto se puede manifestar con la solastalgia, que es una angustia emocional que surge del dolor por ver un territorio amado devastado.
Estos testimonios son parte de una realidad que con el cambio climático será cada vez más frecuente, y que tanto las partes económicas como no económicas necesitan y demandan una reparación.
Olivia y su familia han recibido un apoyo económico por parte del gobierno federal para la reparación de sus hogares, un total de 35 mil pesos mexicanos (alrededor de 1.900 dólares) que sirvieron para recuperar techos y bardas. También recibieron despensas y electrodomésticos.
Respecto al problema de basura, aunque se ha anunciado la recolección de hasta 262,312 toneladas de basura en las zonas afectadas y un programa de limpieza permanente, en La Libertad los escombros y basura siguen siendo un problema grave. En cuanto a las afectaciones a la salud mental y estrés post traumático, no están siendo atendidas.
Desde el Acuerdo de París en 2015, las pérdidas y daños ya eran consideradas dentro de las negociaciones climáticas, sin embargo, fue hasta 2023 durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP28, que se anunció la creación del fondo para pérdidas y daños.
Juan José Guzmán, economista y especialista en financiamiento y diplomacia climática asegura que aunque las negociaciones internacionales al respecto continúan en curso, es necesario hablar del tema ahora “para que las comunidades puedan acceder a estos fondos, entrenarse, saber cuáles son estos términos y que cuando esto ya esté negociado se accedan a los recursos”.
Por otro lado, Guzmán comenta que es necesario conocer las voces de locales en dichas negociaciones: “Estos testimonios ayudan a estructurar las definiciones, basadas en la vida real, no solamente en conceptos académicos o muy legalistas que se puedan inventar en la ONU”.