EEUU.
Las mujeres que cursan sus embarazos en zonas calurosas son más propensas a tener bebés de bajo peso, una tendencia que podría amortiguarse con una mejor educación preparto y políticas integrales que aborden esa correlación.
Así lo indica un estudio a publicarse en la versión impresa de la revista Environment International de setiembre, que combinó los datos de 15 millones de nacimientos en 265 ciudades de Brasil, Chile y México con los de las temperaturas para cada mes de gestación entre 2010 y 2015.
La relación entre calor y bajo peso resultó especialmente relevante en Brasil y en México, en particular durante el último trimestre de embarazo, cuando se acelera el crecimiento del feto.
En el primer país, una temperatura mensual promedio de 22 grados durante la gestación se asoció a un peso natal 10 gramos menos en comparación con períodos de 19 grados, precisó a SciDev.Net Maryia Bakhtsiyarava, una de las autoras. En México se encontró una relación similar.
El bajo peso de los recién nacidos tiene altos costos sociales y económicos, con peores resultados posteriores en temas de salud, ingresos y logros educativos. Por eso resulta fundamental enfocarse en disminuir los efectos nocivos de las altas temperaturas, advierten los investigadores.
Esto resulta especialmente relevante en la región, donde una prevalencia del 11 por ciento de bebés de baja talla se combina con factores como las “islas de calor” al interior de poblaciones urbanas en crecimiento.
La mayoría de los estudios que abordan esa relación se han realizado en el hemisferio norte. “Hay una carencia de investigación sobre las áreas tropicales y áridas”, explica Bakhtsiyarava, investigadora del Instituto de Desarrollo Urbano y Regional de la Universidad de California – Berkeley (EE. UU).
“Es importante considerarlas, porque las zonas con regímenes climáticos diferentes probablemente difieran en términos de estas asociaciones”, advierte.
Al tener una capacidad de regulación térmica limitada, las embarazadas son más propensas a los golpes de calor y, con ellos, al sufrimiento fetal agudo.
Para prevenir estas situaciones, Bakhtsiyarava les recomienda mantenerse hidratadas, permanecer en los sectores frescos de la casa, mejorar el flujo de aire y limitar las salidas al exterior durante los momentos más calurosos del día.
La relación que aborda el estudio no resultó tan significativa en Chile, donde las temperaturas medias son más bajas.
Por otra parte, los bebés en ese país podrían estar mejor protegidos “gracias a los altos niveles de acceso a cuidados médicos prenatales y a las mejores condiciones socioeconómicas generales, que se evidencian en las menores tasas de mortalidad materna e infantil”, señala el informe.
Un escenario similar podría darse en Argentina, donde Andrea Del Carretto –jefa de Obstetricia en el Sanatorio Güemes de Buenos Aires– tampoco advierte una correlación directa entre calor y bajo peso natal, y adjudica una mayor importancia a las condiciones socioeconómicas.
En aquellas zonas donde la asociación que plantea el trabajo resulte más gravitante, “deberían implementarse medidas para mejorar la educación de las pacientes, ya que el bajo peso al nacer tiene un alto costo económico –con cuidados en unidades cerradas de neonatología–- e implicancias de salud posteriores”, confirma vía WhatsApp.
Entre ellas, Del Carretto cita las complicaciones neurológicas y psicomotoras de los partos prematuros y una mayor incidencia de hipertensión arterial, diabetes, accidente cerebrovascular e infarto en los años venideros.
En línea con esos argumentos, el informe sugiere que una mejor educación podría atenuar los efectos de la asociación entre temperatura y peso natal, ya que las madres con estudios pueden tener mejor acceso a los cuidados prenatales, buena nutrición durante el embarazo y condiciones de vida superiores.
En Brasil, los hijos de las mujeres que no completaron educación secundaria y atravesaron su embarazo durante períodos de calor extremo nacieron con hasta 36 gramos menos que el promedio. Entre las gestantes que sí habían terminado ese nivel, sus bebés perdieron 23 gramos.
Con vistas a revertir la situación, Del Carretto pondera las iniciativas de consejería y difusión en los hospitales, por ejemplo con folletos informativos. También sugiere la necesidad de desarrollar políticas integrales, con campañas educativas nacionales y sistemas de salud que muestren una mayor fortaleza frente a las olas de calor.
Más allá de los factores sociales, demográficos y económicos, las características biológicas y la capacidad humana para adaptarse a la temperatura difieren en cada región, plantea Bakhtsiyarava.
Por eso “hay una gran necesidad de más información y estudios comparativos en las áreas menos estudiadas, además de que necesitamos aplicar métodos científicos que nos permitan analizar en forma directa la vulnerabilidad y los impactos asociados a cada lugar”, concluye.
Por: Pablo Corso
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